jueves, 16 de marzo de 2006

Francisco Ayala, cien años de lucidez


Félix Población

Temo por la vida de quienes todavía aportan luz sobre la cultura de la convivencia y la convivencia como base de la cultura. Los ancianos maestros se nos mueren y no puedo sustraerme a un cierto sentimiento de orfandad ante su irremisible ausencia. Acabo de enterarme de la muerte de don Alonso Zamora Vicente, eminente lingüista a cuya palabra debe el que suscribe gratas e inteligentes horas de conversación y no menos sugestivos momentos de lectura.

A don Francisco Ayala tuve oportunidad de conocerle a finales de los años setenta, durante la primera transición, en su piso próximo al Paseo del Prado. Debo confesar que aún reconociendo sus méritos literarios y el valor de su obra, no es de los escritores por los que sienta un devoto interés, a pesar de la revalorización editorial que en los últimos años han tenido sus libros. Eso no obsta para que le profese, como persona accesible y sencilla e intelectual crítico y transparente en su juicios, una permanente y merecida escucha.

Con motivo de su bien llevado y lúcido centenario, el señor Ayala acaba de obsequiarnos con unas manifestaciones que no me resisto a comentar respecto al porvenir. Siento pena por quienes me van a sobrevivir -ha dicho-, porque el mundo que se avecina no es muy digno de ser vivido. No se refiere don Francisco con estas palabras a hondas cuestiones de geopolítica o a imprevisibles y fatales desastres ecológicos. El escritor granadino se limita a la observación de la vida cotidiana más inmediata, al trato cada vez más desconsiderado que nos damos unos a otros en el discurrir de los días.

La gente no se escucha -advierte el señor Ayala-, no hay respuesta, no hay diálogo y eso establece un nivel muy bajo de convivencia. Grave paradoja ésta en plena sociedad de la información, desbordados por la sofisticada gama de herramientas que deberían contribuir precisamente a un mayor y más fluido tránsito comunicativo entre todos. ¿Qué nos está pasando para que teniendo los medios carezcamos de escucha y de palabras para el otro? ¿Por qué vamos creciendo en vacío convivencial si disponemos de más instrumentos que nunca para llenarlo? ¿A qué ese largo y creciente silencio de no oirnos si hoy más que nunca las voces podrían darse un gran abrazo lleno y solidario?

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gustan tus palabras. Leo ese Diario como algo necesario. Te felicito desde mi modestia de lectora y deseo que sigas dando pruebas de esa buena lectura interior de las cosas. Gracias, amigo.

Anónimo dijo...

Coincidi con el viendo una pelicula de Russ Meyer

Anónimo dijo...

Interesante blog 3 dias de marzo

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