domingo, 15 de enero de 2006

El pique de Vargas Llosa con Evo Morales

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Félix Población

Acabo de leer, con la atención debida a sus méritos literarios, que siempre celebraré, el artículo de don Mario Vargas Llosa en El País de hoy sobre el reciente viaje del presidente electo de Bolivia don Evo Morales por diversos países de varios continentes.

Sospechaba, por el tinte que corresponde a quien desde la izquierda se escudó de sus compromisos para resentirse de ojeriza hacia su mocedad transgresora, que el discurso de don Mario no iba a favorecer precisamente al dirigente indígena. No esperaba, sin embargo, y dado que el señor Morales no ha tomado aún ni una sola decisión gubernativa -más que nada porque todavía no ha llegado a asumir oficialmente la presidencia boliviana-, que el celebérrimo escritor hispano-peruano hiciera uso de tan grueso y desproporcionado calibre para sus críticas.

Aparte de encadenar una serie de tópicos sobre la izquierda progresoide y vana, más devota de los tópicos de vestuario que de las ideas, y de sembrar al respecto una serie de gracietas baladíes acerca de la chompa de Morales que tanto parece haber sublevado a los de su reata, don Mario se permite una serie de lucubraciones sobre el nacional-indigenismo en el que cree ver encarnadas o encarnables las sombras de los más aciagos caudillismos populistas de Iberoamérica.

En ese kit amenazante están instalados don Hugo Chávez, el señor Morales y la familia Humala, uno de cuyos miembros aspira a la presidencia del Perú. A los tres les afecta además, según el señor Vargas Llosa, una especie de aura de respetabilidad y protagonismo, bendecida y ensalzada, en razón a su raza históricamente postergada, por cierto sector irresponsable de la izquierda.

Sobre lo asaz relativo de esa pureza étnica se extiende don Mario en los siguientes párrafos, dispuesto a demostrarnos, por ejemplo, que además de no ser un auténtico aymara don Evo Morales, su astuta modestia y sus estudiadas y sabias ambigüedades lo caracterizan como emblemático criollo latinoamericano, vivo como una ardilla, trepador y latero, y con una vasta experiencia de manipulador de hombres y mujeres, adquirida en su larga trayectoria de dirigente cocalero y miembro de la aristocracia sindical.

Ante tamaño y gratuito alarde de animadversión personal, en los prolegómenos de una acción de gobierno totalmente pendiente de ejecutoria, cabe preguntarse qué mosca le ha picado a don Mario ante la apabullante y democrática victoria del señor Morales. ¿No tiene don Mario nada más que objetar a ese triunfo que esa arbitraria andanada de improperios?

Hasta hoy consideraba al señor Vargas Llosa, además de como un relevante escritor, como intelectual sagaz y sabio en la defensa de unas ideas que generalmente no comparto. A partir de ahora, la mosca de la inquina que a él mismo le ha picado para formular esas consideraciones sobre quien cuenta con el respaldo mayoritario de la ciudadanía boliviana sobrevolará para siempre sus puntos de vista. Desde la acomodaticia y muelle gloria del poder y la vanidad ¿cómo creer en otra modestia que no sea astuta y en otros méritos que no sean los de un emblemático criollo, vivo como una ardilla, trepador y latero?

Lo de menos es que lo haya elegido un pueblo sumido en el analfabetismo y la miseria y que ese pueblo tenga ganas de ganar con su voz y su voto lo que don Mario sí pudo tener en su Perú natal: despensa, sanidad y cultura. No joda don Mario esa esperanza, previa al menos a las más que arduas dificultades de la gobernación, tan urgido de pique y de tan mala y enconada manera.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Será que los años hacen de Vargas un tipo cada vez más sincero con sus fobias.

Anónimo dijo...

Todo lo que diga Vargas me lo paso por su tren de vida. ¿Cómo se puede juzgar asñi, desde la prepotencia del confort, el dinero y la vanidad a quienes representan la voz de un pueblo explotado por los poderosos? Mierda para Vargas.

Anónimo dijo...

¿Le queda literatura a Vargas Llosa? Si no le queda ni sus ambiciones políticas han sufrido en el pasado una decepción, mejor que dejen descansar las palabras porque las que tiene le ofenden a él mismo.

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