viernes, 2 de diciembre de 2005

Pasemos de provocaciones, por favor

Félix Población

Después de muchos meses de sembrar basura a través de las ondas, y visto que los señores obispos prefieren enlodarse bajo su única responsabilidad en el mantenimiento patronal de quienes sirven a la patraña y a la injuria, creo que ha llegado el momento de prestar menos resonancia a tanta provocación. Lo de la COPE no parece que vaya a tener enmienda, así que mejor será no prestar mayor publicidad a esos biliosos voceros de la insidia.

Bien está, porque creo que es necesario y forma parte además de las entretelas deontológicas del oficio, que los profesionales de la información mantengan en vivo un debate en el que unos se muestran contrarios a toda restricción, aunque el producto mediático sea deleznable, y otros, los menos, abogan porque ese tipo de periodismo sea reconducido hacia más ponderados criterios.

A los primeros les ampara el siempre manoseado y generoso principio de la libertad de expresión, cuya prestancia, sin embargo, siempre tuvo como límites aquellos que atentan contra la verdad de los hechos y el honor y dignidad de las personas, desbordados reiteradamente por quien se arroga el liderazgo informativo de la radio episcopal.

A los segundos, entre los que me incluyo, no sólo nos preocupa la profesionalidad envenenada de esos sicarios del enfrentamiento civil, sino la posibilidad de que su ejemplo cunda -como de hecho así ocurre con algún programa de Onda Cero- y el desempeño de la profesión se convierta en una pugna por esparcir todo tipo de mierda siempre que el destinatario sea el actual Gobierno de la nación.

Estimo que si a los profesionales no nos está vedado tomar postura en el debate, los señores ministros deberían abstenerse de entrar al trapo de la provocación que desde esas emisiones se les tiende. Tal como ha señalado el señor presidente del Gobierno con otras palabras, frente a los ladridos de la crispación lo mejor es no perder el tino de la acción. No contribuyamos a dar resonancia política a los ladradores asilvestrados que sus amos y empleadores dejan campar en la impunidad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La libertad de expresión es incompatible con ciertas patologías. No puede ejercerla quien está enfermo de resentimiento.

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