martes, 27 de diciembre de 2005

El rally Dakar y el rally de las pateras

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Félix Población

Todos los años por estas felices fechas en que los Papas y los grandes almacenes publicitan el amor y la fraternal concordia, también se publicita el rally Dakar, una dura prueba competitiva en la que concurren diversos vehículos a dos y cuatro o más ruedas. Como se conoce que el evento junta dinerales, la información siempre abunda en sus particularidades más nimias a fin de vender cuanto antes y cuanto más y lo mejor posible el producto.

La veloz y masiva caravana, con inicio este año en Portugal, surcará terrenos de asfalto y arena a lo largo de 15 etapas, con la meta como siempre en el Lago Rosa de Senegal, tras un recorrido de casi 10.000 kilómetros que discurrirá por España, Marruecos, Mauritania, Mali y Guinea.

Ignoro la cantidad de combustible que tragan durante ese largo itinerario los motores de más de 200 motos, casi 200 automóviles y cerca de un centenar de camiones. No tengo ni idea acerca del monto al que asciende el negocio de esta prueba deportiva cuyos titulares ensalzan el riesgo y la aventura. He de confesarles incluso que, como motero aficionado, no me resisto en ocasiones a comprobar el indudable atractivo que tiene para el espectador asistir a la arriesgada rodadura de las motocicletas sobre el ondulado y voluble perfil de las dunas.

Este año, sin embargo, mi atracción no podrá reconocerse en esas vistosas y sugestivas imágenes, aunque sólo sea por respeto a la memoria acaso más viva y lacerante del 2005. Entre los países que tocará el rally con su ostentoso despilfarro de medios y dinero están, como en todas las ediciones, los que abastecen de pateras nuestras costas, los que ven partir a sus ciudadanos hacia el norte a la búsqueda desesperada de la vida, dispuestos al apaleamiento o a la muerte en las alambradas de las fronteras.

Frente a esa diáspora movida por el motor exasperado del hambre y la miseria, convertida sólo en información cuando llega a los medios revestida de tragedia noticiosa, el rally Dakar es un reflejo, año tras año y de un modo reiteradamente deshumanizado, de la insensibilidad que nos afecta como primer mundo. Que los territorios más depauperados del tercero nos sirvan como espectáculo de riesgo y aventura deportiva es una cruel paradoja. Sobre todo porque allí el riesgo y la aventura está en nacer y vivir.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Desafío: que alguien dé datos de ese dispendio.

Anónimo dijo...

Gracias por un artículo tan oportuno. Sigan así, por favor.

Anónimo dijo...

Es todo un detalle ejemplar que el primer mundo haga eso a ojos vista con el tercero. Así podemos suponer lo que pudo hacer o hará a escondidas.

Anónimo dijo...

Me gustaría saber qué piensan los lugareños de esos países ante ese desfile de engreimiento por parte de los países ricos. ¿A nadie se le ha ocurrido reportar esa noticia a los medios de comunicación? Me gustaría pensar que entre los numerosos periodistas desplazados con esa caravana de ruido hubiera alguno que buscara la opinión de los que quizá mirando ese espectáculo piensen buscar vida más al norte.

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