lunes, 14 de noviembre de 2005

La mala educación en España

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Lazarillo

Ayer El País ilustraba la información sobre la manifestación contra la LOE con una fotografía de varias monjitas maduras esgrimiendo pancartas. Los textos en cartel aludían a la libertad de enseñanza y reprochaban el talante, como si este concepto libre de adjetivo, según lo menta don Mariano Rajoy, significara algo. La imagen denotaba la batuta manipuladora que origina toda convocatoria eclesial. Es una pena que gente tan mayor y con un compromiso profesional como el suyo haga acopio de tanta simpleza.

Hoy el presidente Zapatero no nos ha sorprendido con el anuncio de que recibirá a los convocantes de la protesta, aunque algunos medios hayan interpretado su gesto como una cesión ante los católicos. Esa actitud política denota una vez más que el suyo es un talante conciliador, máxime cuando está en juego algo tan fundamental como la enseñanza en España.

Seis leyes de educación con sus planes respectivos se han desarrollado en España a lo largo del vigente periodo democrático. Ninguna de las seis fue consensuada entre la izquierda y la derecha, síntoma claro de la conflictividad que desata. Mientras, según el llamado Informe Pisa fechado en diciembre de 2004 y el más reciente de la Comisión Europea de hace tan sólo unos días, nuestro país figura entre los más afectados por el fracaso escolar, superado sólo por Portugal y Malta en las listas de esa lacra.

Consciente sin duda del peso negativo de esos informes, el presidente del Gobierno ha desechado la demagogia partidista que una vez más el Partido Popular ha concertado para desgastar al ejecutivo y se va a sentar con las organizaciones que han mostrado sus discrepancias con las LOE. No debe interpretarse sólo la decisión como un gesto político acorde con una táctica moderadora. Tampoco como una mera concesión a la cifra de los manifestantes.

Con tan lamentables estadísticas como las que soporta la enseñanza en España, sería muy deplorable que los partidos llamados al gobierno de la nación siguieran empeñados en la manipulación demagógica de la educación según sus intereses ideológicos. No se pueden seguir gestando leyes de enseñanza donde primen las pugnas sectarias o doctrinarias más que los acuerdos, a la espera de que cuando cambie el color del partido gobernante se repita la misma historia.

Es de presumir que algo de eso se tratará en la entrevista entre las partes concernientes. Para este gobierno, como para cualquiera que ahora mismo tuviera en sus manos la administración del país, es de suma urgencia corregir el alarmante índice de fracaso escolar que denuncian las estadísticas. Sólo eso debería primar en la próxima reunión de La Moncloa.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Claro que hay que consensuar, pero en un estado que se dice laico debe haber un límite. ¿Asignatura de historia de las religiones? ¿Por qué no Moral Laica o Historia de los movimientos laicos?
En mi paso por el instituto (público) al principio de los 80 se me ocurrió elegir "Ética" mientras que a los que pidieron "Religión" un cura les daba aprobado general. A nosotros nos hacían escribir de memoria ensayos sobre Aristóteles y Hegel; huelga decir que los cates eran lo más común. Luego, para entrar a la Uni, unos tenían mejores notas que otros, cómo no. Esto era sencillamente un fraude.

Mientras, en el país más católico de Europa las asignaturas de Religión y de Moral Laica eran obligatorias para todos los estudiantes de Secundaria: http://www.laicismo.net/seminario-texto-bastien.htm

Una posibilidad menos "radical" sería que ambas asignaturas fuesen de oferta obligatoria en todos los centros (públicos y concertados) y de libre elección para los alumnos o padres. Y, por supuesto, no evaluables.

Anónimo dijo...

Hay que reducir la pasta que se le da de más a la iglesia. Ya está bien de contemporizar. Toda esa algarada la montan porque temen que se van a quedar sin ella. Yo no quiero que con mi dinero se pague a los fachas de la Cope.

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