domingo, 11 de septiembre de 2005

El teatro en la escuela y los niños

Félix Población

El afamado autor don Antonio Gala ha dicho en Baeza, sede la Universidad Internacional de Andalucía, que es necesario llevar el teatro a las escuelas. Sin duda quiso decir el reconocido escritor cordobés que, tal como se encuentra inserto en la práctica escolar, al menos en los colegios públicos, el teatro es más una opción teórica que una asignatura obligatoria y que quienes la imparten no gozan de la cualificación y rigor exigibles.

Para muchos padres, incluso para aquellos que gozan de un cierto nivel cultural, el teatro es una materia vinculada más al ocioso divertimento que a la formación del niño. Incluso para quienes dirigen la enseñanza pública o concertada en este país, el teatro es una materia menor susceptible de ser llevada por cualquier profesor advenedizo con un poco de marchilla.

Desconocen unos y otros, con mucho más delito por parte de los segundos, que el teatro comporta un cultivo plural de las facultades intelectuales, artísticas, creativas, sociales y motrices del niño, insustituible por cualquier otra asignatura. En el teatro, además de la capacidad de dicción, memoria y gestualidad del alumno, se estimula la sensibilidad estética hacia las artes que lo integran, el gusto por la expresión escrita, el trabajo en grupo, la sociabilidad y la desinhibición ante la reserva o timidez escénica.

Este verano, en el creciente pueblo donde vivimos, ante la falta de alicientes que se ofrece a la población infantil para llenar sus largos ocios vacacionales, mi hija de diez años escribió una obra de teatro y la representó con los amigos de la calle de arriba tras dos semanas de intensivos ensayos. El resultado del trabajo fue muy digno, sobre todo teniendo en cuenta que sólo contó con su entusiasta quehacer.

Después, cuando mi hija se enteró de que Antonio Gala había dicho lo que encabeza este comentario, le escribió una carta al periódico donde publica sus artículos. Y es que la calle peatonal donde se montó su pequeña obra lleva el nombre del dramaturgo andaluz y a lo mejor se sentía aludido, pensó. Dichosa edad la suya.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Eso pasar por nombrar a las calles con nombres que pasan de la calle, del teatro y no digamos de los niños. Demagogos de la cultura.

Anónimo dijo...

Los colegios privados ofrecen alternativas muchos más serias a la enseñanza del teatro que los colegios públicos.

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