jueves, 15 de septiembre de 2005

Breviario:
Katrina, castigo de Dios



Celestina Tenerías

Doble V Bush está seriamente preocupado. Le acaban de leer el diario israelí Yediot Ahronot del pasado 7 de septiembre y se ha sentido muy conturbado con las palabras del rabino Ovadia Yosef, a quien la lista de principales confiere carácter de líder de los más influyentes del país. Para tan caracterizada personalidad espiritual de Israel, el huracán Katrina que arrasó varios estados de la Unión pródigos en población de color y redujo la capacidad de ayuda humanitaria de la gran potencia a niveles tercermundistas, no se debe al calentamiento global ni a la falta de previsiones ante el fenómeno. El percance es simplemente castigo de Dios, que diría cualquiera de nuestras más recordadas tonadilleras, o mismamente Al Qaeda, que creo expuso ese mismo parecer. Bush estaba detrás de la retirada de Gaza y Cisjordania del norte, señala el aludido rabino, y él y su pueblo han purgado el delito. Sobre todo el pueblo negro por su falta de aplicación en el estudio del Torah. ¡Qué injusto es Dios! Ante tales creencias, una no es capaz de consolarse con lo que dijo Blair ayer en la ONU: que el futuro no va a ser de los fanáticos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Todo lo que no es idea es ideología, idolatría (diocesillos creados por el hombre, a su medida).Y así con frecuencia la política y la religión se nutren de nuestra ambigüedad humana. Podemos disponer de ellas a capricho para engatusar al personal y manipular a las masas, o justificar cuánto se quiera de uno mismo o del universo entero.
Un Dios creíble sólo puede ser secular (el universo es autónomo), laico (nada es sagrado porque todo es sagrado: la naturaleza y el ser humano), compatible con nuestra razón y con el conocimiento científico y hablante de una palabra que se ofrece libremente a quien quiera escucharla desde su oído interior.
Pero parece que en una época tan tecnificada (no precisamente científica), al hombre le gustan más los ídolos, las maquinitas y los esoterismos. Tiene miedo de la razón. Cualquier miedo es incompatible con la fe. Se cuela, por tanto todas las patrañas: irracionalidad > fanatismo > violencia.

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