Félix Población
Comentaba ayer uno de los afamados columnistas liberales de ABC, con el sereno magisterio de quienes no tienen más compromiso que el debido a sus acomodadas ordenanzas ideológicas, que la visita de Benedicto XVI a Colonia, incluso antes de que pisara el papa su tierra, estaba teniendo escasa repercusión en los Medios. No era informativamente objetivo, en opinión del articulista, que la prevista acogida de un millón y medio de jóvenes quedara -ya en vísperas- al margen de portadas y titulares a varias columnas. Quizá el curtido periodista viera en eso un síntoma más de la paganizada y descreída sociedad que padecemos.
Se ha demostrado una vez más, sin embargo, que al menos en la televisión pública, tal como ocurría con su predecesor, el primer viaje al exterior del actual pontífice de Roma ha tenido similar y detenido tratamiento a los de Wojtyla. Lo que quizá le esté fallando a la católica iglesia, a la vista de las imágenes y la propia personalidad de Benedicto XVI, es la sobria identidad comunicadora del personaje.
Además de alemán, y por lo tanto poco dado a la efusiva expresividad, Ratzinger es un sesudo teólogo con más afición a las bibliotecas que a las plateas. Justo lo contrario que Juan Pablo II, capaz de exhibir hasta el último momento su enfermedad y muy larga agonía en correspondencia con sus dotes para el teatro, por el que sintió desde joven probada y manifiesta vocación.
No va a ser Benedicto XVI un Papa de multitudes, me temo, ni un pontífice capaz de despertar apasionadas simpatías entre sus feligreses, por muy proclives que éstos se sientan a la devoción por todo aquel que ocupe el solio de san Pedro. Tampoco El Vaticano se puede proponer un cambio o afinamiento de imagen sobre la propia naturaleza y circunspecto carácter del pontífice alemán para acercarla más a la simpatía y fervor a los creyentes. Esto, por muy importante que sea en el denso entramado mediático en que nos movemos, no casa con Ratzinger y es de creer que tampoco él podría asumirlo.
Con todo, tras los grandes y cosmopolitas montajes escénicos de Juan Pablo II, puede que la iglesia de Roma le siente bien el recogimiento intelectual que respira e inspira Ratzinger. Pena que no lo utilice para que la institución que representa sepa leer e interpretar desde el presente el renovado curso de la vida.
4 comentarios:
También se le puede sacar partido mediático a Ratzinger, y si no ya se verá, es cuestión de rodaje. Lo que pasa es que el recuerdo histriónico de Wojtyla es muy fuerte en la memoria colectiva. Casi se podría decir que la iglesia estaba acostumbrada aun Papa enfermo. Benedicto hasta joven parece a su lado, y dinámico.
Predica la regeneración cristina para Europa como si no fuera consciente de que para eso es necesario que la propia iglesia se regenere en sus mensajes reaccionarios sobre cuestiones tan vitales como la homosexualidad, los métodos anticonceptivos, las células madre, etc.
Leo que Benedicto XVI ha condenado el nazismo, pero falta saber el grado de tolerancia e incluso de aquiescencia dado por su predecesores Pío XI y Pío XII. Recuérdese que este último fue nuncio papal en Alemania durante la llega de Hitler al poder.
Para eso tendrán que pasar tantos años como pasaron para pedir disculpas por condenar a Galileo. El reloj de la iglesia arrastra un retraso de siglos.
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