jueves, 7 de julio de 2005

London, por supuesto

Lazarillo

Un servidor no quería hacer de arúspice aguafiestas, máxime entre tanta algarabía triunfalista como espoleaba a nuestra clase política en las vísperas de la histórica decisión de Singapur, pero la cosa estaba más que cantada. Madrid lo tenía muy negro frente a otras candidaturas a la sede olímpica de 2012. Se ventilaba un muy pingüe negocio y la ciudad con más posibilidades en esa pugna debía pertenecer a un país significado en el último gran negocio global: la conquista y sumisión del oriente petrolero en comandita con el Gran Jefe Bush.

Frente a ese aval sumo de garantías, España competía por contra en el carro de la órbita crítica a la guerra de Irak con otra capital, París, que tampoco obtuvo la colgadura emblemática de los olímpicos aros. Añádase a eso el efecto traumático de las grandes masacres de Nueva York y Madrid para convenir que las posibilidades eran mínimas para una y otra ciudad.

En el caso de la capital del reino, además, contábamos con la fresca y nociva repercusión de los últimos atentados de ETA que el príncipe de Mónaco se encargó de resaltar con severo tono de reproche. Sin duda por eso las televisiones nacionales, como punto y seguido a la intervención de Albertito Grimaldi y a modo de sandio resarcimiento, abundaron en el fruto de las noches descontroladas de su alteza monagesca con una recia y acogedora azafata togolesa.

Pasado el festival de Singapur, y aun considerando que era menester poner en el empeño los máximos esfuerzos aunque no se obtuviera el logro perseguido, uno se pregunta si la delegación española que asistió a la olímpica convocatoria debía ser tan numerosa como sobrada de figurantes, sobre todo entre deportistas en activo y viejas glorias.

También me gustaría saber las cuentas de los muchos gastos que habrá importado esa expedición, más que nada porque para ello han contado con mi dinero y considero que hay otras inversiones más hacederas, necesarias y rentables que las de arriesgar en algo como Madrid 2012 que parecía objetivamente improbable, tal como se ha demostrado, aunque se nos hayan vendido otras expectativas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Un dispendio.

Anónimo dijo...

No lo sabremos pero habría para unos cuantos kilómetros de carretera y para solventar algún que otro punto negro de nuestras rutas.

Publicar un comentario