Félix Población
Lo saben quienes lo conocen desde la estimación o la antipatía. También quienes repetidamente lo votan en su Comunidad, pobre pero honrada. Rodríguez Ibarra no es un político al uso que cuando habla suelta un rollo sin chicha. Suele exponer algo que siempre goza del interés mediático, ya sea para la aquiescencia o el disentimiento. En esta ocasión lo ha dicho en el Club Siglo XXI en un momento crucial de las relaciones entre el gobierno central y Cataluña a cuenta de la financiación de esta Comunidad.
La voracidad de los nacionalistas catalanes, capaces de amenazar al señor Zapatero con la pérdida de su apoyo en la gobernación de España, ha encontrado en el presidente extremeño la respuesta más acorde con ese chantaje: no se pongas ustedes bordes porque bastaría una simple reforma de la ley electoral para que el país no dependa de su minoría minoritaria, tal como ocurre ahora.
Dijo más cosas el señor Rodríguez Ibarra, aunque omitiera el párrafo de solicitud a su presidente para que descontara a Extremadura la deuda contraída con Cataluña. Entre otras, que los fueros son privilegios feudales a reconsiderar en una futura reforma de la Constitución, y que los gobiernos de Cataluña han consumido mucha energía en afirmar el hecho identitario en detrimento de la industria propia, afectada por una crisis notable. Es tontería, señaló, pretender corregir esas fallas con mayor financiación si se permanece anclado en el XIX a la búsqueda de la afirmación y destino de una identidad nacional.
También España está un poco harta de dirimir conflictos de estatutos y competencias con vascos y catalanes. Uno se pregunta de qué se hablaría en nuestra nación si esos problemas estuvieran resueltos. Puede que de asuntos con más fundamento y provecho para el país, más próximos a las ocupaciones, preocupaciones y desvelos de los españoles: Trabajo, educación, bienestar social y cultura. Quizá así nos fuera mucho mejor.
4 comentarios:
El peligro no es la voracidad de los nacionalistas catalanes.
El verdadero peligro viene de ese incapie en recortar las libertades con reformas electorales, capando partidos políticos hasta eliminarlos.
Mientras nos escudamos en vascos y catalanes, como borregos al dictado, los ibarra se frotan las manos detrás del telón, fuera de nuestras impertinentes miradas.
Este nacionalismo español es el que alimenta el independentismo en esas zonas, somos borregos a los que sentencian a pensar lo que quieren que pensemos.
Mientras tanto, el socialismo nacionalista y el liberalismo nacionalista van engordando las cuentas con especulaciones empresariales y de cimiento.
La realidad es que la vivienda y los alimentos no paran de subir, el IPC por las nubes y la juventud ha de vivir en casa de los padres...
Allí es un 3% pero aquí es un 20% de corrupción, todos lo sabemos y no hacemos nada...
Pero claro los medios nos dictan : "esos catalanes, esos vascos, ellos son los culpables" y nosotros distraidos decimos ¡amén!
No es que los medios dicten, que está claro que sí, sino que aquí no hay otra actualidad política que la que viene de Cataluña y Euskadi, las siguen a una cierta distancia Galicia, Andalucía y pare usted de contar. El resto de autonomías y regiones sólo saltan a la palestra de los telediarios y demás cuando la noticia es un suceso. El Día de Villalar, por ejemplo, fue obviado en las cadenas de TV privadas, mientras nos llenaban a todos de flores por lo de San Jordi y la rosa.
¿Recortar las libertades? ¿Las de quién, las de algunos en detrimento de las de todos? ¡Cómo puedes tener tanto morro? Por favor, una nueva ley electoral ya, que haga circunscripción electoral única para las elecciones estatales. Es la única forma de evitar que el voto de uno de Soria valga 10 veces menos que uno de Tarragona. Recortar libertades no, recortar privilegios feudales, sí. No lo olvides.
Me sorprendieron tus opiniones -no tan serenas- sobre vascos y catalanes en el artículo sobre el último grito de guerra de Rodríguez Ibarra. Podría argüir como catalán muchas cosas en mi defensa: 1) en la demostración del colapso económico a que ha sido sometida Cataluña en los últimos veinte años, 2) en su cuota de solidaridad (la más alta de todos los lands, regiones o autonomías de Europa) para con el resto de España, 3) en cómo esto afecta a nuestra vida concreta, por falta de financiación o de inversión estatal: carreteras u obras que el estado no hace ni mejora, listas de espera increíbles en los hospitales (donde se atiende a multitud de usuarios de toda España que acuden aquí buscando un mejor servicio), la educación pública en barracones, aeropuertos que no pueden crecer, un AVE que va a ser lento y peligroso, casi todas nuestras autopistas de pago, el globo sonda de querer eliminar los estudios de filología catalana de la universidad... Y encima: esta evidencia del desprecio general que recibimos de España. Desde aquí es algo que se aguanta con resignación desde Felipe V, el Conde-Duque, Quevedo. Se usa Cataluña como Franco usó Gibraltar. En tanto que se echa leña al fuego del odio, al estilo serbio. Y esto no es bueno para nadie.
Es cierto que Cataluña no tiene todavía su encaje perfecto en España, y que no se encuentra cómoda (lo mismo socialistas que convergentes), pero los castellano-españoles son tan nacionalistas como el que más: una lengua, un territorio, una bandera, incluso "cuius regio, eius religio". El nacionalismo es un sentimiento fuerte. Lo que pasa es que hay un nacionalismo de estado -que puede ser excluyente y opresivo- y un nacionalismo sin estado, que se defiende como puede (estilo vasco, estilo catalán). La única actitud positiva es lo que propugnan personas razonables: el diálogo y la guinda de la democracia: el respeto a las minorías (¿o acaso los catalanes vamos a tener que hacernos gays?). Y yo añadiría más: el conocimiento de la "otra" realidad. Los más de dos millones de extremeños, andaluces, castellanos, gallegos, murcianos,... que viven y trabajan aquí podrían dar razón de lo que pasa (con sentimiento o sin sentimiento catalán sufren los mismos problemas cotidianos).
No es que los catalanes seamos unos santos. Posiblemente exista aquí la misma corrupción y los mismos fracasos que en el resto de España. O más, no lo sé. Sólo somos ciudadanos con derecho a voz y a voto, que queremos ser tratados en igualdad de condiciones que el resto de españoles: 1) tener los mismos servicios, 2) tener los mismos derechos (como, por ejemplo, poder vivir en nuestra lengua en Cataluña y en el mundo como vives tú con la tuya en Salamanca y en el mundo), 3) ser restituídos de los daños patrimoniales (cultura, papeles, lengua,...) que ocasionó el "derecho de conquista" (G.Torrente Ballester dixit), 4) aportar, si es que nos quieren como españoles, nuestra idea de lo que puede ser España. La exclusiva ideológica no la tiene Castilla, ni la generación del 98, ni Ortega y Gasset, ni R. Ibarra, ni Aznar, ni Fraga, que se pasan la vida vertebrando y definiendo lo que es España. Tal parece que lo que más une hoy a los españoles es el sentimiento anticatalán. Esto lo saben muy bien los políticos incendiarios. Y como nexo de unión para una comunidad humana es algo que da pena. Hasta que llegaron al poder los socialistas catalanes tenían una sola ideología: echar a Jordi Pujol. ¡Qué triste! Un nacionalismo o un socialismo que se definen por ser anti o contra son lamentables, movilizan pasiones bajas, no forman al pueblo, no son liberadores. No proponen la elevación o el mejoramiento de la sociedad. En cambio suscitan temores como los que Europa recuerda estos días. Y no es que yo sea convergente ni d'Esquerra.
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