Félix Población
La llamada Oda a la alegria (An die Freude),
escrita por el poeta Friedrich von Schiller en 1785 y que sirvió de base
para que Ludwig van Beethoven compusiera la extraordinaria novena sinfonía que incluye
ese poema, fue adoptada en 1985 como himno oficial de la Unión Europea
(UE). Primaban entonces unos valores teóricos en la conformación de la
UE que están muy lejos de ser los que ahora se imponen en las fronteras
de Europa con los refugiados procedentes de países en guerra.
No sé si por eso, la actual Comisión Europea de los mercaderes ha decidido prescindir de la Joven Orquesta Europea, a la que desde hace cuarenta
años prestaba apoyo y por la que han pasado más de tres mil músicos de todos los países.
Para ello contribuía con una subvención de 600.000 euros, que está
previsto anular a partir del próximo 1 de septiembre para destinarla
posiblemente a otros fines menos altruistas. Puede que esa dotación se requiera para incrementar los gastos de la OTAN.
La
Joven Orquesta Europea fue creada en 1974 por la Fundación
Internacional de la Juventud de Gran Bretaña a instancias del gran
director italiano Claudio Abbado, fallecido hace dos años y que sin duda
se sentiría sumamente afectado por esta amarga noticia. La sede de la
orquesta está en Londres y contaba con la financiación igualmente del
Parlamento Europeo, los países integrantes y el sector privado. Hay
quienes han interpretado el anuncio de su final como el término de la
expresión musical de la unidad europea y la colaboración artística.
Ante
semejante decisión, miles de músicos
del viejo continente han empezado a manifestar su protesta con una serie
de movilizaciones en diversas ciudades, que han contado para tal
objetivo con las armas de sus instrumentos musicales en calles y plazas y
que están teniendo una gran
repercusión en las redes sociales. Se supone que no repercutirán en la
depauperada y mercantilizada sensibilidad de quienes nos gobiernan. Al
menos yo no me imagino a Draghi ni a Lagarde conmovidos por la protesta.
De ser coherente con su
determinación, la Comisión Europea debería prescindir asimismo de An die Freude.
Ese himno, además, no puede representar a una Unión Europea capaz de
levantar muros contra quienes huyen del hambre y de la guerra. ¿Se
imaginan a nuestro admiradísimo Beethoven asistiendo a tan brutal fiasco
en un país como Austria, a punto de ser gobernado por la extrema
derecha? Lean el poema, por favor,
háganlo con la música y lloren al menos un poco por la Europa en
extinción que el acabamiento de la Joven Orquesta proclama. Imiten a
Beethoven y Abbado, in memoriam.
DdA, XIII/3275
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