Mara Lamadrid, viuda de Juan Gelman, encabezó el esparcimiento de las
cenizas del poeta fallecido el martes pasado, en un riachuelo colindante
con el Centro Cultural Sor Juana Inés de la Cruz en San Miguel
Nepantla, estado de México.Foto La Jornada
Félix Población
Gracias a la crónica de Ana Mónica Rodríguez, del periódico La Jornada,
de México, sabemos hoy que las cenizas del poeta argentino Juan Gelman
han volado sobre el riachuelo que colinda con los jardines del Centro
Cultural Sor Juana Inés de la Cruz, en la localidad de San Miguel
Naplanta. Se trataba de la última voluntad de Gelman: que se esparcieran
sus cenizas desde el puente, sobre el mismo río que vio crecer a su
admirada Sor Juana, en aquella tierra al pie de los volcanes. El ritual,
al que asistieron su familia y amigos, no fue triste, sino una fiesta
por la vida de Juan, tal como él hubiera deseado, detalló Eduardo
Vázquez, titular de la secretaría de Cultura del distrito federal. Ese
mismo sábado de la ceremonia, recordó el escritor José Angel Leyva, Juan
Gelman les había invitado para a celebrar sus 25 años de vida con Mara y
sus 25 de residencia en México, el país que le abrió las puertas
durante su exilio, marcado por el secuestro y la desaparición de sus hijos Nora Eva y
Marcelo Ariel, de 19 y 20 años respectivamente, junto a su nuera
embarazada, María Claudia Irureta, víctimas todas de la dictadura. A su nieta la recuperaría el poeta
muchos años después. En 1990 fueron identificados los restos de Marcelo,
hallado en el río San Fernando(Gran Buenos Aires), enterrado en un
tambor de grasa lleno de cemento y con un disparo en la nuca. Vayan para
las cenizas de Gelman los magníficos versos de Quevedo, a quien también
admiraba Juan: serán cenizas, pero tendrán sentido,/ polvo serán, mas
polvo enamorado. Y para los verdugos, los que escribiera Sor Juana en su
soneto La sentencia del Justo:
Firma Pilatos la que juzga ajena
Sentencia, y es la suya. ¡Oh caso fuerte!
¿Quién creerá que firmando ajena muerte
el mismo juez en ella se condena?
La ambición de sí tanto le enajena
Que con el vil temor ciego no advierte
Que carga sobre sí la infausta suerte,
Quien al Justo sentencia a injusta pena.
Jueces del mundo, detened la mano,
Aún no firméis, mirad si son violencias
Las que os pueden mover de odio inhumano;
Examinad primero las conciencias,
Mirad no haga el Juez recto y soberano
Que en la ajena firméis vuestras sentencias.
Firma Pilatos la que juzga ajena
Sentencia, y es la suya. ¡Oh caso fuerte!
¿Quién creerá que firmando ajena muerte
el mismo juez en ella se condena?
La ambición de sí tanto le enajena
Que con el vil temor ciego no advierte
Que carga sobre sí la infausta suerte,
Quien al Justo sentencia a injusta pena.
Jueces del mundo, detened la mano,
Aún no firméis, mirad si son violencias
Las que os pueden mover de odio inhumano;
Examinad primero las conciencias,
Mirad no haga el Juez recto y soberano
Que en la ajena firméis vuestras sentencias.
Sor Juana Inés de la Cruz
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DdA, X/2.602
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