jueves, 17 de octubre de 2013

CIEN DÍAS DE UN PERROFLAUTA MOTORIZADO EN PRO DE LA EDUCACIÓN PÚBLICA

Cartel que ha hecho mi amigo Nacho por los 100 días en el portal de la Consejera. ¡Gracias!

Antonio Aramayona

Cien crónicas diarias del Diario del perroflauta motorizado que ahora escribe cada letra de estas líneas que estás leyendo. No podía imaginarme el 2 de junio llegar hasta aquí. 100 días dan para mucho. 200 horas dan para mucho. 12.000 minutos dan para mucho. 720.000 segundos dan para mucho.
El 100 es un referente dentro de los arquetipos convencionales del tiempo. Leo en Internet que 100 ha sido considerado tradicionalmente “como un augurio excelente para la salud. Vivir en una casa con el número 100, obtener un billete que termine en 100 o ser el número 100 en alguna nómina es señal de buena suerte. Piero di Cascia sostenía que beber de un vaso lleno de 100 gotas de límpida agua de manantial aseguraba la longevidad de los adolescentes. Fue un número rodeado de un halo positivo a través de los tiempos y Nostradamus, el célebre astrónomo y astrólogo francés (1503-1566) compuso sus profecías en cuartetas llamadas Centurias porque fueron agrupadas de 100 en 100”. Cien días también tardó Napoleón en volver a Paris de su exilio en Elba. Cien días ha durado hasta ahora la caminata del perroflauta motorizado por el desierto de la calle Alfonso I de Zaragoza.
 “¡Enhorabuena!”, me grita Ludwig (van Beethoven) nada más llegar al portal, “aquí tienes”. Suena la Sexta, la Sexta Sinfonía, mi Sexta Sinfonía. Y no puedo contener la emoción durante los alrededor de 40 minutos que dura.

100 es un detenerme por unos instantes –estos- y continuar el camino (¿hasta cuándo?). Unos medios de comunicación consideran el hecho irrelevante. Otros, en cambio, lo temen por las complicaciones que piensan que puede acarrearles. El resultado es el silencio.
Gentes hostiles y amigables. Gentes que animan y gentes indiferentes. Gentes que sueñan tiempos mejores para su futuro y gentes nostálgicas que invocan a caudillos eméticos. Gentes de todos los colores y vibraciones. Gentes que se convierten en habituales. Gentes que siempre saludan. Gentes que sonríen. Gentes que apenas saludan a pesar de llevar una flamante camiseta verde de la Marea Verde. Gentes que nunca saludan. Policías, curas, papás, mamás, escolares, abuelas y abuelos, perroflautas de medio mundo, gente buena, gente temerosa, gente generosa, gente refugiada en su propio cascarón, rumiando con desgana y a la vez como si fuera una tragedia el minúsculo trascurrir de sus vidas.
Sus nombres están en mi mente y en mi corazón. Son muchas y muchos los que han sostenido carteles a mi lado, presencialmente y desde la distancia, los que han decidido emplear horas de la vida que no vuelven reivindicando ideales, denunciando recortes, proclamando su amor por la escuela pública.
Otros muchos y muchas se han acercado tímidamente, temerosamente, sin osar asomar su rostro tras un cartel un solo segundo, saludando un ratito y en sus labios o en sus ojos un rápido “tengo mucha prisa, tengo mucho que hacer”. Generalmente hablan mucho y se quejan mucho; quizá por eso se van por donde han venido, porque se les ha ido la fuerza por la boca.
Pocos, muy pocos partidos políticos, sindicatos, asociaciones han considerado que les merecía la pena acercarse al portal o expresar su apoyo. Algunos de sus miembros se han acercado y han salido escaldados, pues al perroflauta motorizado se le han agotado las existencias de componendas y ahora canta La Traviata cuando escucha de algunas bocas tópicos y medias verdades/mentiras habituales.
Y mis amigos. Juan de Mairena, Kant, Heidegger, Mann, Aristóteles, Marx, Freud, Nietzsche… Beethoven, Mozart, Vygotski, Leonard Cohen, Brahms, Stravinski, U2, REM, Armstrong, Gillespie, Miles Davis, Bach, Lizst… Gracias a ellos y a una legión más de amigos como ellos he podido estar allí cada día, con calor y con lluvia, con dolor y sin dolor.
Hoy deseo terminar con un tema de Arvo Pärt “Spiegel im Spiegel” (Espejo en el espejo), que nunca me he cansado de escuchar. Te lo dedico a ti, si me lo aceptas, con un fuerte abrazo y mis mejores deseos. 

Nota de Lazarillo: Constancia y ánimo para otros cien días, amigo Antonio, admirado profesor. Se necesita gente como tú. Solo lamento no vivir en Zaragoza para acompañarte muchas mañanas junto a ese portal donde vive una ausente. ¿Cómo se puede ser nada menos que Consejera de Educación ignorando durante cien días tu testimonio? Eso demuestra la poca razón y corazón que asiste a nuestros políticos en una materia donde si no se conjugan inteligencia y sensibilidad, poco se puede hacer y mucho se puede deshacer, tal como está ocurriendo. Te mando un fuerte abrazo con la música de nuestro admirado Ludwig sonando en tu honor.

DdA, X/2.513

1 comentario:

Unknown dijo...

A Lazarillo y a la persona que mantiene su sombra: gracias, gracias, Gracias. Y un fuerte abrazo

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