martes, 2 de abril de 2013

WALTER REUTER: LA ESPAÑA MÁS AMABLE DE LA GUERRA CIVIL*

 

Félix Población

El 1 de abril de 2005 el escritor y director de cine Pío Caro Baroja firmaba la necrológica de Walter Reuter en el diario El País sin hacer apenas referencia a su trabajo como fotógrafo en la Guerra de España. El autor del obituario se centraba más en la labor desarrollada por el cameraman Reuter en México, país en el que falleció a la avanzada edad de 99 años, y en donde con su vieja Laica y luego con una Arriflex de 35 milímetros realizó un intenso itinerario por las selvas del estado de Oxaca, fruto del cual es un gran archivo de 35.000 fotografías en el que refleja la vida y costumbres de las tribus indígenas. 

Pero esa es solo una parte de la larga y saludable vida del fotógrafo alemán (Charlottenburg, oeste de Berlín, 1906), un hombre optimista, de estatura media, con el pelo muy rubio y de tupidas cejas que, según Pío Caro, se reía por todo y nunca estuvo enfermo hasta poco antes de su muerte en Cuernavaca. Era un hombre maravilloso, con una luz muy especial, en palabras de su hija Hely, encargada hoy de conservar y dar a conocer el legado de su padre en México. Ese carácter afable y alegre se había forjado, además, en muy adversas circunstancias, pues Reuter hubo de abandonar su país en 1933, perseguido por el nazismo, para enrolarse más tarde como corresponsal gráfico en las Brigadas Internacionales que combatían en defensa de la II República española, cuya derrota sintió especialmente.

Que el carácter de Walter Reuter haya sido así fue sin duda determinante para que la entidad de su obra durante la Guerra Civil española se diferencie notablemente del trabajo de otros profesionales extranjeros más conocidos: Robert Capa, Gerda Taro o Katty Horna. Estos se centraron sobre todo en dejar constancia de lo que ocurría en los frentes de combate, cuyo aspecto más noticioso era el que interesaba a los medios para los que colaboraban, mientras que Reuter se orientó hacia el lado más amable de la vida civil durante aquellos tres duros años. Quizá el hecho de haber dirigido su punto de mira a un objetivo menos noticioso e impactante que el bélico, haya repercutido en arrinconar a Reuter, olvidarlo o posponerlo en comparación con la afamada nombradía de sus colegas.

Se da la circunstancia de que el primer conocimiento público de la obra de Walter Reuter coincide con el año de su muerte. Unos meses después, en noviembre de 2005, se celebra en la Universidad de Valencia una exposición bajo el título Educar en guerra (1936-1939): El Instituto Obrero de Valencia en la obra de WalterReuter. Rafael de Penagos, Samuel Gil Gaya, Josep Renau y Antonio Machado fueron algunos de los profesores de esos centros. El fotógrafo alemán nos ofrece con su trabajo la visión esperanzadora y pujante de lo que la educación representaba como clave de progreso para el porvenir de la España republicana.

La comisaria de aquella muestra, Cristina Escrivá, no ha querido dejar ahí aquel avance primero en el conocimiento del olvidado Reuter. Por eso acaba de presentar un libro más completo sobre su obra en España, basándose en el material depositado en la Biblioteca Nacional. Escribá abre Los ojos de Walter Reuter -título del libro- a otras vertientes relacionadas con la sociedad española durante los años de la guerra, imágenes todas ellas amables y vinculadas con la retaguardia y la vida cotidiana. El álbum viene a ser un punto y aparte en la cruel realidad bélica y represiva que soportó el país. Las fotografías de Reuter asombran por su modernidad, por su luz y su plástica. Tienden, según la autora, al primer plano y al uso de picados y contrapicados que apuestan por lo horizontal. Más que fotoperiodista, Reuter fue retratista de hechos, y su mensaje transmite la ilusión por la victoria como motor y fuerza para seguir luchando.

Puestos a elegir entre aquellas imágenes las que más pueden darnos una idea de la personalidad y obra de este fotógrafo, animoso y cordial contra la adversidad de su entorno, atraen las que lo califican como fotógrafo del aire. Esas jubilosas secuencias gimnásticas y de juego entre los niños de las colonias escolares organizadas por el Ministerio de Instrucción Pública no auguraban un futuro tan aciago. Mucho menos, la tan conocida instantánea del poeta Luis Cernuda en bañador, abrazado y sonriente con un grupo de amigos y amigas en la playa valenciana de Las Arenas. Fue Cernuda quien luego escribió en su destierro en Londres: “¿España?” “Un nombre. España ha muerto”. Esa España podría ser la de Reuter, que habitaba en el olvido hasta que la rescató Cristina Escrivá.

*Artículo publicado en el nº 4 del periódico mensual La Marea

DdA, IX/2347 

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