Hermes H. Benítez, M.A.; Ph.D., University of Alberta, Canadá.
«… no espero ninguna mejoría [en mi situación],
y esto porque no he cometido ningún crímen. Podría esperar perdón y favor si
hubiera hecho mal, pues las malas acciones dan a los que mandan ocasión para el
ejercicio de la clemencia y el perdón, mientras que hacia un hombre inocente
bajo condena les conviene mantener la más complete severidad, con el fin de
mostrar que ellos han procedido de acuerdo con la ley.» Galileo a Fabri von Peiresc, 21 de febrero de 1635.
La historia
del conflicto entre la Iglesia Católica y Galileo, y en general entre esta
vetusta institución y la ciencia moderna, constituye un drama complejo y
fascinante, que cubre ya más de tres siglos y medio, lo que lo hace, por
cierto, inabarcable en el limitado espacio de un ensayo, o incluso en el de
varios libros (1). Sin embargo, es posible
llegar a formarse una idea bastante certera de la esencia y carácter general de
esta conflictiva relación, a partir del relato de tres de sus episodios más
recientes, los que tuvieron lugar en los últimos casi tres cuartos de siglo, es
decir durante la vida de quien escribe. A continuación procederemos a relatar y
examinar separadamente, en orden cronológico, cada uno de estos episodios: 1. El
así llamado “Escándalo Paschini,” (1941-1979); 2. La supuesta “rehabilitación
de Galileo” por parte de la Iglesia católica (1979-1992) y 3. El anuncio, y
posterior retractación de la Iglesia, de que se levantaría una estatua de
Galileo en los jardines vaticanos (2008-2009).
Para ser
más precisos, estos episodios abarcan en conjunto exactamente 70 años, que van
desde 1941 al 2009, y tuvieron lugar durante los pontificados de tres Papas:
Pío XII, Juan Pablo II, y Benedicto XVI (2). Es,
por cierto, altamente significativo que a pesar de que estos hechos se dieron bajo
tres diferentes pontífices ─en los momentos en que se producían en el mundo una serie de
acontecimientos de gran importancia histórica: la Segunda Guerra Mundial, la
Guerra Fría, el Concilio Vaticano II, el inicio de las eras atómica y espacial,
así como la introducción masiva de las tecnologías de comunicación electrónica,
etc.─ la Iglesia, como mostraremos en las
páginas siguientes, haya mantenido esencialmente la misma posición, tanto hacia
la ciencia en general como hacia uno de sus más grandes héroes y padres
fundadores: el físico, astrónomo y matemático pisano Galileo Galilei.
1. El “Escándalo Paschini” (1941-1979)
«Ciertamente yo no podría, con el fin de
complacer a aquellos que tienen intereses creados, falsificar los resultados de mi investigación. …. porque
uno debe tener el coraje de decir la verdad incluso cuando ella resulta ser
amarga»
Pío
Paschini, carta a su amigo Giuseppe Vale. 1946
El primer
episodio, al que nos referiremos aquí, aún escasamente conocido, tanto en el
mundo anglosajón como en el de habla hispana, es lo que ha sido denominado por algunos
críticos de la Iglesia como “el escándalo Paschini”, y cuyos principales hechos
son los siguientes: al acercarse la fecha de conmemoración de los 300 años de la muerte de Galileo (ocurrida
en Arcetri el 8 de enero de 1642), la Pontificia
Academia de las Ciencias del Vaticano
decidió comisionar a Monseñor Pío Paschini (Tolmezzo, 1878-1962), un especialista
en historia de la Iglesia y presidente de la Universidad Laterana, para que
escribiera un libro acerca de la vida y obra del gran científico toscano.
Tal como se
anticipaba en un artículo escrito por el presidente de la Pontificia Academia de las Ciencias
y simultáneamente de la Universidad Católica de Milán, el cura
franciscano Agostino Gemelli, publicado en diciembre de 1941 en el periódico
vaticano L`Osservatore Romano: “el
volumen proyectado sería una efectiva prueba de que la Iglesia no persiguió(?) a
Galileo, sino que lo ayudó considerablemente en sus estudios. No será un libro
apologético de la Iglesia, porque esta no es la tarea de los estudiosos, sino
un estudio histórico y erudito de los documentos existentes sobre el caso” (3). O, como lo señalara el propio Paschini, en una carta de mayo de
1946 dirigida al Secretario del Estado Vaticano, Giovambattista Montini, donde le cuenta que Gemelli le había manifestado que lo que la
Iglesia quería “era una contribución a la clarificación de la vida y
actividades científicas de Galileo que estuviera lejos de las preconcepciones
de cualquier partido, es decir, imparcial hacia todo interés sectario o
ideológico” (4).
En enero de
1945, después de más de tres años de intenso trabajo, el laborioso Paschini
consiguió dar término a su biografía, en dos volúmenes, del gran científico
toscano, a la que tituló: Vita e opere di
Galileo Galilei. Como disciplinado intelectual y cura católico que era,
sometió su texto a la consideración del organismo censor de la Iglesia con el
fin de obtener el imprimatur, es
decir, la autorización oficial de publicación (5). Sorprendentemente,
luego de ser larga y detenidamente examinada por consultores de la Pontificia Academia de las Ciencias, del
Observatorio Astronómico Vaticano y, por
cierto, del Santo Oficio (actualmente denominado Congregación para la Doctrina
de la Fe), la erudita obra de Paschini fue rechazada, por ser considerada como
“non oportuna”, y como no
recommendable, nada menos que por ser muy favorable a Galileo, y demasiado
crítica de la conducta de la Iglesia, en especial del papel jugado por los
jesuitas en el famoso “affair”.
Luego de
varios intentos frustrados de conseguir que la Iglesia autorizara la
publicación no censurada de su libro, Monseñor Paschini fallece, en diciembre
de 1962, sin haber conseguido realizar su propósito de verlo finalmente editado.
Con posterioridad a la muerte de su autor, sus ejecutores testamentarios se pusieron
en movimiento con el fin de poder publicar postumamente aquella obra, sin
llegar a lograrlo. Será sólo dos años más tarde, al cumplirse en 1964 los
cuatro siglos del nacimiento del científico toscano, y veinte años después de
haber sido escrita, a las puertas del Concilio Vaticano II, que la Iglesia
decidirá, por fin, poner la Vita e Opere
di Galileo Galilei al alcance de
la curia y de los estudiosos del tema. Lo hará bajo el patrocinio oficial de la
Pontificia Academia de las Ciencias, quedando su publicación a cargo
del cura belga Edmond Lamalle, archivista del Archum Romanum, de la Compañía de Jesús en Roma. Sin embargo, el
texto del libro editado por Lamalle devergiría considerablemente de los originales redactados por Monseñor Paschini a
fines de la Segunda Guerra Mundial.
Pero esto
no llegaría a saberse sino 14 años después de su publicación, cuando, en 1978,
el especialista Pietro Bertolla procederá a cotejar el manuscrito original del
libro de Paschini con la versión editada por Lamalle, descubriendo que esta
última presentaba tal cantidad de cambios, enmiendas y correcciones, que en
realidad constituía una flagrante falsificación de lo escrito por su autor.
Como lo describiera el influyente historiador de la ciencia Richard J.
Blackwell:
“Al
manuscrito [original] se le hicieron varios cientos de modificaciones, tanto en
el cuerpo de la obra como en sus notas, las que iban desde sustituciones
relativamente triviales de una sola palabra, hasta reversiones completas del
sentido del texto. Pasajes enteros fueron eliminados, otros agregados, y otros
reemplazados; el enfoque interpretativo general del libro fue revertido [por
Lamalle] a una visión menos favorable a Galileo y más favorable a la Iglesia y
a los jesuitas. …Esta no sólo fue una adulteración en gran escala de la obra de
Paschini… sino simplemente una falsificación” (6).
Pero el
cura Lamalle no se limitaría a desvirtuar y adulterar el espíritu y la letra
del libro de Paschini, sino que, además, procedería a ocultar sus propósitos
censores y la magnitud y carácter de su intervención en el texto de los
originales de aquél. Así lo delata la “Nota
introduttiva all’opera”, escrita por Lamalle, en la que declara con todo
desparpajo que los cambios hechos por él, tanto en el texto como en las notas
del libro, habrían sido “deliberadamente muy moderados, limitandose a algunas
correcciones que nos parecieron necesarias, y a una puesta al día de carácter
menor de su bibliografía” (7).
Por cierto,
no se necesita ser especialmente astuto para comprender que el cura Lamalle no
desvirtuó, censuró y falsificó el libro
de Monseñor Paschini por simple capricho o celo personal, sino cumpliendo
órdenes expresas de sus superiores jerárquicos, como necesariamente ha de
ocurrir en toda institución autoritaria y verticalista. Además, el hecho mismo
de que nadie dentro de la Iglesia haya denunciado, ni tampoco castigado, al
falsificador, una vez puesta en evidencia su dolosa acción, está mostrando que
la deleznable conducta del jesuita Lamalle no fue consecuencia de una
hostilidad puramente personal suya hacia Paschini, sino el resultado del
antigalileismo sistémico de aquella institución.
Pero lo más
significativo, porque delata el viejo empecinamiento censor de la Iglesia, es
que hasta hoy la Vita e Opere di Galileo
Galilei, en su texto original, es decir, no adulterado, no ha sido nunca
publicada por la Academia de las Ciencias,
ni por ninguna otra institución laica o casa editorial. De manera que las tres
ediciones del libro de Paschini publicadas hasta hoy, esto es, las dos de la Pontificia Academia de las Ciencias, de 1964, y la de la editorial Herder, de
1965, que continúan a la venta, no son otra cosa que tres distintas versiones
impresas de la misma falsificación.
No cabe
duda que la publicación de una edición no adulterada del libro de Pío Paschini
por parte de la Academia Pontificia de
las Ciencias hubiera sido una inmejorable oportunidad para que la Iglesia
demostrara mediante un hecho, y no solo con palabras, su supuestamente positiva
disposición contemporánea hacia la figura de Galileo, pero que aquel organismo
de la Iglesia haya dejado pasar dicha oportunidad es sintomático, y una
demostración más, de sus verdaderos sentimientos hacia Galileo y su obra
científica.
¿Llegará la
Iglesia católica a publicar alguna vez el original no adulterado de la Vida y Obra de Galileo Galilei? Es
imposible saberlo, pero si esto no llegó a producirse durante el pontificado de
Juan Pablo II, podrá imaginarse el lector lo difícil que es que tal cosa llegue
a ocurrir bajo el pontificado de Benedicto XVI.
He aquí,
entonces, que al examinar con algún sentido crítico la historia de la publicación
de aquella biografía de Galileo
especialmente encargada por la Iglesia a uno de sus más destacados intelectuales,
con el fin de mostrar su buena disposición actual hacia el gran científico
toscano y su obra, ha venido a confirmar, precisamente, su entero opuesto, es
decir, el mal disimulado rechazo e intolerancia por parte de los sectores
conservadores dominantes de esta milenaria institución hacia la figura y legado
del gran científico toscano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario