jueves, 3 de enero de 2013

LOS ASESINOS DE VÍCTOR JARA, UNA VOZ SIN MUERTE

La Justicia chilena inició el pedido de extradición a Estados Unidos del oficial retirado del Ejército Pedro Barrientos, procesado la semana pasada como autor material del asesinato del cantautor Víctor Jara, ocurrida en 1973.

El juez de la causa, Miguel Vásquez, quien el viernes procesó a Barrientos y Hugo Sánchez, como autores materiales del homicidio, y a otros seis ex oficiales en calidad de cómplices, informó sobre el inicio de los trámites de extradición para que se complete lo más rápido posible la orden de captura de todos los inculpados. Barrientos se encuentra viviendo en Florida desde el año 1990. “La extradición se está solicitando; se van a hacer los trámites pertinentes a la Corte Suprema para cumplir el procedimiento y se está decretando el pedido de extradición”, explicó el magistrado, citado por el diario online estatal La Nación.
El juez precisó que “el sentido del pedido de extradición es acelerar la orden emitida el viernes pasado”, cuando Vásquez pidió la captura internacional de Barrientos. Además de Barrientos y Sánchez, el procesamiento recayó sobre los ex oficiales Roberto Souper, Raúl Jofré, Edwin Dimter, Nelson Hasse, Luis Bethke y Jorge Smith, en calidad de cómplices. De todos ellos, cuatro están detenidos en el Batallón de Policía Militar del Comando de Telecomunicaciones en la comuna de Peñalolén, uno está internado en una clínica psiquiátrica y los otros dos no fueron encontrados.
Jara fue detenido el 12 de septiembre de 1973, un día después del golpe de Pinochet, junto a centenares de alumnos, trabajadores y profesores en la Universidad Técnica del Estado (UTE), la actual Universidad de Santiago (USACH), en la que se desempeñaba como docente. Todos fueron llevados al Estadio Nacional, habilitado como centro de detención. Ahí, Jara fue reconocido por los militares, separado de los demás prisioneros y sometido por varios días a torturas, entre ellas quemaduras con cigarrillos, simulacros de fusilamientos y la fractura de sus manos con golpes de culata.
El 16 de septiembre el estadio fue vaciado de prisioneros, con excepción del cantautor y de Littré Quiroga Carvajal, quien fuera director de la Empresa de Ferrocarriles del Estado durante el gobierno de Salvador Allende (1970-73). Los dos fueron llevados a un subterráneo del recinto y acribillados a tiros.
Jara recibió 44 impactos de bala y tenía numerosos huesos fracturados, según determinó el informe de la autopsia que se le practicó luego de que su cuerpo fuera hallado en la parte posterior del Cementerio General de Santiago, donde había sido arrojado por los militares.

Diario del Aire aprovecha la publicación de la noticia anterior, para rastrear en su hemeroteca y recuperar el artículo que sigue, con motivo de otra noticia que se dio a conocer en 2006 en la siempre recomendable web PiensaChile, donde se difundió un documentado artículo firmado por Pascale Bonnefoy en el que se recuerda la personalidad del siniestro Príncipe del Estadio Chile, a quien algunos testigos identifican como el oficial Edwin Dimter y del que se sospechaba participó en la muerte del cantante Victor Jara. El artículo ya se había publicado por primera vez en DdA en diciembre de 2004, porque así de lenta y dilatada es la justicia con las víctimas de la represión pinchetista, una vez se supo entonces la identidad del máximo responsable militar de aquel estadio, el teniente coronel Mario Manríquez:

TE RECUERDO AMANDA, O JARA EN EL CORAZÓN
Félix Población

Acabamos de saberlo, 31 años después. El nombre del responsable ya está a disposición de los archivos de la consternación y el espanto. Acaban de revelarlo los jueces de un tiempo nuevo en Chile. Así de largo ha sido el plazo que se ha tomado la justicia frente a la fácil y burladora acechanza de ese fantasma devorador de las afrentas que llaman olvido.

No podía ser de otra forma. Habían silenciado al cantor pero no la vida de su canto. Pervivía ésta en la razón y sentir de sus versos entre quienes le profesaron cariño y escucha, firmes valedores de su memoria y tenaces retadores de la impunidad criminal y alevosa que acabó con su biografía.

El cantor había dejado la semilla y la huella de su paso en la voz del viento. Decía León Felipe que los vientos fuertes llevan a cada cual a su sitio. El de los poetas afincados en la entraña popular está en la permanencia de su soplo para hacer más respirables los paisajes de la existencia:

Si se calla el cantor muere la vida,
porque la vida misma es todo un canto
.

Nada ni nadie acallará jamás a los poetas, a menos que acabemos con nuestra más cabal certidumbre de humanidad, ese código fundamental de ser libres a través de la palabra. Si eso ocurriera, el hombre perdería su más alto sentido de habitar la tierra con la disensión y el acuerdo, clave de nuestra cultura y suma proscripción en la que se basa la sinrazón del pensamiento único:

Que no calle el cantor porque el silencio,
cobarde apaña la maldad que oprime
.

A Víctor Jara lo detuvieron los frenéticos sicarios del general Augusto al día siguiente de que éste acabara a tiro limpio con el régimen democrático de Salvador Allende. Encarcelado en el Estadio Chile, donde se consumaría una de las páginas criminales más espeluznantes de la historia del país, fue golpeado y torturado. Sus manos, sobre todo, sufrieron el sadismo bestial de sus verdugos, obcecados sin duda con la idea de silenciar para siempre la música de sus dedos. Pero aunque apagaron su corazón con 34 balazos, el corazón de esa música no ha dejado de sonar desde entonces:

Debe el canto ser luz sobre los campos,
iluminando siempre a los de abajo
.

Por eso sabemos hoy que el director general de aquel concierto de barbarie en aquel estadio de muerte tiene identidad y rango. Confiado sin duda en que su retiro como militar de alta graduación le sería plácido y apacible hasta el final de sus días, el teniente coronel Mario Manríquez acaba de encontrarse con la voz del cantor, que le acusa desde la razón, el sentimiento y la fidelidad de sus deudos, seguidores y amigos -contra el tiempo y el olvido- en el mensaje de justicia y libertad que proclamaba su música:

No saben los cantores de agachadas,
no callarán jamás de frente al crimen
.

Entre todos ellos estará Amanda, hija de Víctor y de Joan Turner, y nieta de Amanda, la modesta abuela lavandera que aupó en el recuerdo de su hijo una de sus más enternecedoras e inolvidables canciones. Por eso, en estas horas de reencuentro con la verdad perseguida y la justicia anhelada, mi recuerdo para las dos Amandas, pues si la una dio razón y vida al canto de Jara, en la otra ha de progresar sin duda la sazón de su ejemplo y todos sus frutos:

Si se calla el cantor muere de espanto
la esperanza, la luz y la alegría
. (*)

(*) Si se calla el cantor, de Horacio Guarany.

+@Víctor Jara: matar a un ruiseñor

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