miércoles, 3 de diciembre de 2025

SI NO SE LUCHA CON MÁS DETERMINACIÓN, DESMANTELAN LA SANIDAD PÚBLICA

Cuando un directivo habla de los tiempos de espera como si fueran el termostato de un hotel, algo está roto en la salud moral de nuestro día a día. Cuando se gestionan procesos, patologías y pacientes según su rentabilidad o se analiza si la “actividad con temas de farmacia” conviene o no conviene, el barniz de “sanidad pública gestionada por privados” se cae de golpe y deja a la vista aquello en lo que realmente se ha convertido, en un supermercado cutre atendido por batas blancas. Desde que durante la pandemia se impusieron las consultas telefónicas en los centros de atención primaria del Servicio Nacional de Salud -añade este Lazarillo a lo escrito por Tortosa en su blog-, sin que se volviera después a la atención presencial en la consulta con los pacientes, no dejaré de pensar que fue un paso más hacia la paulatina privatización de la sanidad pública. El incremento de las dificultades de acceso a la sanidad de todos, tanto en la atención primaria como en las especialidades, ha disparado la afiliación a las mutuas privadas en estos últimos años. Esta afiliación ha motivado que las consultas privadas empiecen a presentar también listas de espera, un fenómeno nuevo y demostrativo de una tendencia que puede acabar con uno de los derechos que con más energía deberíamos estar defendiendo. Lo que se esperaba, después del gran servicio prestado durante la pandemia por la sanidad pública, es que se reforzara, no que las mutuas privadas crecieran hasta el punto de tener listas de espera. Si no se lucha por este derecho, lo iremos perdiendo de a poco, porque la capacidad de reacción ha sido hasta ahora insuficiente para hacer frente a ese riesgo. Lo del hospital madrileño es muy grave, aun siendo Madrid una región con un pasado tan negro como el de los más de 7.000 ancianos que murieron abandonados en las residencias durante la pandemia como consecuencia de la gestión del gobierno autonómico, el más privatizador de España.

"La sanidad pública gestionada por empresas privadas es un negocio trucado a costa de nuestros impuestos y de nuestra salud. Se sabe desde hace 20 años. Se desvía la atención con datos falsos y polémicas absurdas, también desde hace 20 años. Pero lo sabes tú, lo sé yo, lo saben hasta quienes lo niegan. La diferencia es que ahora tenemos una confirmación en primera persona, que no es poco: en una charla con sus directivos, desvelada por El País, el CEO de la empresa privada que gestiona por ejemplo el hospital público de Torrejón de Ardoz pide aumentar las listas de espera porque eso les hace más rentables. Trabajar menos para ganar más, porque aunque trabajen menos, cobran lo mismo. Les pide dedicarse a pacientes con dolencias baratas, ponerle trabas a las necesidades más caras de tratar, por ejemplo porque haya que gastar en ellos más medicamentos. El CEO de Ribera Salud confiesa su objetivo: “alcanzar un beneficio” de “cuatro o cinco millones” de euros. No hablamos de un gestor sin escrúpulos, no es un directivo iluminado. Es un modelo. En el nuevo sistema sanitario que va carcomiendo nuestro modelo anterior, la cuenta de resultados pesa más que la salud de la gente". JUANLU SÁNCHEZ, ELDIARIO.ES



Juan Tortosa

La reciente filtración sobre las fechorías cometidas en Hospital de Torrejón no es un simple escándalo: es la prueba sonora, desnuda, de un modelo que convierte un derecho fundamental en un producto y a los pacientes en mercancía. Un modelo que las derechas llevan años presentando como “eficiente”, “moderno”, “flexible”, cuando en realidad es una maquinaria calculada para exprimir beneficios a costa de la salud pública.

Gracias a la grabación donde se escucha a Pablo Gallart, director general del grupo Ribera, instando a aumentar las listas de espera, en un hospital público de gestión privada, para poder así ganar cuatro o cinco millones de euros más, empezamos a percibir la dimensión de una infamia que mucho me temo sea mucho mayor de lo que hasta el momento conocemos.

Escuchar a Gallart pedir que “desanden el camino” de bajar listas de espera porque no les salen los números es la confesión de que en el corazón del modelo privatizador hay un principio sagrado que no es proteger la salud, sino blindar el EBITDA. Cuando un directivo habla de los tiempos de espera como si fueran el termostato de un hotel, algo está roto en la salud moral de nuestro día a día. Cuando se gestionan procesos, patologías y pacientes según su rentabilidad o se analiza si la “actividad con temas de farmacia” conviene o no conviene, el barniz de “sanidad pública gestionada por privados” se cae de golpe y deja a la vista aquello en lo que realmente se ha convertido, en un supermercado cutre atendido por batas blancas.

Aquí se ha cruzado una línea que jamás debió rebasarse. Un paciente puede estar angustiado, puede estar enfermo o asustado, pero jamás puede ser un cliente. Un cliente elige, compara, “da beneficios” o “sale caro”. Un paciente es obligatorio atenderlo sin más cálculo que el de qué tratamiento le corresponde y cuándo lo necesita. Todo lo demás es una perversión moral, un fracaso de sistema y una indecencia política.

La Comunidad de Madrid se ha limitado a responder con el tono cínico-tecnocrático que le caracteriza: “gestión transparente”, “criterios de control”, “seguimiento continuo” Palabras vacías propias del doble lenguaje que practican, cara lavada hacia afuera, hoja de Excel hacia dentro. Lo grave no es que no se desmienta lo que se escucha en esos audios; lo grave es que sabemos que forma parte de la lógica del sistema que el Partido Popular, sobre todo en Madrid, lleva practicando con todo descaro desde hace ya demasiado tiempo.

Cuando un servicio público empieza a seleccionar a qué enfermo le interesa atender y a cuál no, no estamos en una discusión ideológica sino ante una clara vulneración del derecho a la salud. Si algo demuestra este infame episodio es que, en el modelo privatizador, la salud se vuelve una variable, no un fin.

El director del grupo Ribera lo dijo sin pudor, hay “muchísimas teclas que podemos tocar”. No se puede exhibir mayor desfachatez. Por las buenas o por las malas, hay que hacerles entender a estos amorales especuladores de pacotilla que donde hay un paciente, nunca puede haber un cliente. Jamás.

LAS CARGA EL DIABLO DdA, XXI/6187

No hay comentarios:

Publicar un comentario