Con motivo del centenario este año del nacimiento en Oviedo del poeta Ángel González, quien fuera su esposa, Susana Rivera, ha recordado una anécdota del año 1982, tres años después de que se conocieran en Albuquerque (Nuevo México), el día en que el autor de Palabra sobre palabra cumplía 57 años. En el almuerzo conmemorativo el poeta le regaló a Susana la escucha de la canción de Armando Manzanero Contigo aprendí.
Susana Rivera
Me han preguntado varias veces si el poeta Ángel González era romántico en la vida real. Les contaré una anécdota.
Desde que nos conocimos, para su cumpleaños, lo invitaba a cenar al restaurante que él eligiera. En 1982 escogió María Teresa, el lugar de nuestra primera cita en abril de 1979. El restaurante ya no existe. ¡Ay, cuánto ha dejado de existir! Cuando llegamos, me extrañó que Ángel preguntara por el metre, esperamos en la entrada hasta que se acercó a nosotros y nos dirigió al salón más elegante de lo que había sido una antigua hacienda. Había una mesa ya preparada para nosotros ataviada con un gran ramo de rosas amarillas—el color favorito de Ángel—y dos botellas de vino tinto RIBERA del Duero, marca que ellos no ofrecían, ni siquiera tenían vino español. Cuando me senté, vi que había lo que parecía una cajita rectangular plana, envuelta en papel de regalo, en mi plato. Me dio un poco de vergüenza porque yo aún no le había dado su regalo de cumpleaños y él ya me estaba dando uno a mí. El metre nos sirvió el vino y se retiró. Brindamos por sus 57 años y abrí la cajita que resultó ser un casete de Armando Manzanero. En cuanto lo hube abierto, volvió el metre con una pequeña grabadora y puso esta canción. Ángel me dijo que escuchara bien, sobre todo, el final. Al final de la cena nos trajeron un pequeño pastel de chocolate que decía, no ¡Feliz cumpleaños!, sino ¡Contigo aprendí!
Ángel había ido al restaurante dos días antes para prepararlo todo con el metre, y volvió esa misma mañana para llevar las flores, el vino y la música. Nunca me dijo cómo consiguió el vino que en ese entonces era muy difícil de conseguir en Albuquerque, Nuevo México. Nosotros, por esos años, solíamos beber Rioja, que sí se encontraba fácilmente, pero él insistió en que para esa ocasión no podía ser otro más que RIVERA del Duero.
Hoy cumpliría cien años.
DdA, XXI/6095
No hay comentarios:
Publicar un comentario