lunes, 25 de agosto de 2025

QUEREMOS OTRO MODELO DE PAÍS, ANTES QUE ESTE DOLOR NOS ALCANCE A TODOS


En momentos como este, escribe el articulista en Diario de León hoy, cuando la realidad nos aborda sin escapatoria, sentimos el dolor que está llegando en la distancia. Y sentimos miedo. Lo sentimos porque sabemos que ese dolor crece y se acerca hacia nosotros. Y que aquí no hay nadie al mando para frenar esa amenaza. Ante esto, nos quedan dos opciones: o seguir pasivamente la inercia a la que nos arrojan los responsables para eximir su responsabilidad o volver a sentir que todo este territorio es realmente nuestro, que bien merece la pena que entre todos acabemos con esa máquina fría que siempre nos hace mirar hacia otro lado. Que queremos otro modelo de país, uno realmente nuestro, antes de que ese dolor nos alcance a todos sin remedio

Alberto Flecha

Les voy a contar un testimonio, un titular y una reflexión. El testimonio: mi hermano es bombero de la Diputación de León. Hace unos días, en el incendio que asoló Lusio, su equipo tuvo que replegarse sin ayuda ante unas llamas que no tuvieron compasión con ese pueblo. Muchos habrán visto las imágenes. Restos humeantes, vigas rotas y muros de piedra descompuestos quedaron como triste testimonio de la derrota. No hubo apoyos y no pudieron hacer nada. Ellos fueron los últimos en retirarse sin remedio de un lugar donde ya se escuchaba el silencio de la muerte. En las redes hemos visto lamentos y dolor por esas vidas enteras que quedaron bajo toneladas de escombros. Un poco más arriba, en Santo Tirso, sí consiguieron hacerse fuertes junto a los vecinos. Incluso uno de ellos dejó a la dotación una habitación donde apenas pudieron tomarse dos horas de descanso. Fue un turno interminable de veintiséis horas. ¿Pero piensan que eso fue todo? Allí el equipo montó en el camión para ir directamente a exclaustrar a las víctimas de un accidente de tráfico. Era una familia que había sido desalojada de un pueblo amenazado por los incendios, unas personas agotadas que estrellaron su coche en la A-6. El resultado del accidente no se los cuento para no aumentar más ese amasijo de ceniza que ya todos tenemos en las entrañas.

Ahora voy con el titular, el de un medio nacional que hace días decía que los fuegos estaban complicando la operación salida. Por un resquicio de la ola de información que estamos recibiendo sobre la catástrofe, se asomaba una realidad que duele reconocer: lo que importa es que la máquina siga funcionando. Las vacaciones continúan, el verano sigue, los incendios son parte de las imágenes más impactantes de las redes que vemos en nuestros móviles, pero andando el tiempo ya no importarán a nadie. Porque tampoco importan los montes vacíos que han ardido estos días. Si no fuera por todo este sufrimiento, daría hasta ternura ver a los políticos y a sus seguidores apuntarse unos a otros, acusar a quien sea para librarse de responsabilidades, hacerlo como niños pequeños. Pero que nadie se distraiga mirando al dedo que apunta a la luna: ellos son los últimos responsables. Dirigen el Estado (incluyo aquí Gobierno central, CCAA, diputaciones…), toman resoluciones sobre la distribución de recursos, de funciones, de espacios, de tiempos. Hacen leyes. Y nos demuestran cada día con sus decisiones que esa máquina está hecha para seguir apuntalando un sistema frío como un engranaje de relojería. Un sistema cuyo interés, lo saben ustedes, está en otro lado. Cada día, por este León de los incendios, circulamos en coche miles de personas. Vemos los montes como una parte de un paisaje que ya no nos pertenece. Un día nos hicieron irnos y nos pusieron a circular por las carreteras. En momentos como este, cuando la realidad nos aborda sin escapatoria, sentimos el dolor que está llegando en la distancia. Respiramos hollín, vemos un accidente, tenemos un amigo que perdió una casa. Y sentimos miedo. Lo sentimos porque sabemos que ese dolor crece y se acerca hacia nosotros. Y que aquí no hay nadie al mando para frenar esa amenaza. Ante esto, nos quedan dos opciones: o seguir pasivamente la inercia a la que nos arrojan los responsables para eximir su responsabilidad o volver a sentir que todo este territorio es realmente nuestro, que bien merece la pena que entre todos acabemos con esa máquina fría que siempre nos hace mirar hacia otro lado. Que queremos otro modelo de país, uno realmente nuestro, antes de que ese dolor nos alcance a todos sin remedio.

DdA, XXI/6083

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