miércoles, 9 de julio de 2025

UNA RAZÓN DE SÁNCHEZ PARA SEGUIR: LA DERECHA TEATRERA QUE GRITA CORRUPCIÓN

Desde sus dirigentes hasta sus votantes -escribe Tecé sobre la derecha-, cuando hablan de corrupción, actúan. Pregúnteles si, para evitar futuros casos como este que tanto les indigna, creen conveniente que las empresas corruptoras sean castigadas sin contratos con la administración. Pregúntenles si creen que todo responsable público con un entorno contaminado, se llame Sánchez o Ayuso, debería irse. Pregúntenles cuánto les indigna que no se sepa aún quién es M. Rajoy, que la UCO no haya entrado en las oficinas de Acciona o que tres ministros de Aznar pasasen por prisión...


Gerardo Tecé

Imaginen por un instante que Pedro Sánchez se hubiera ido de fiesta en mitad de una catástrofe. Imaginen que, entre copa y copa con el teléfono apagado en el reservado de un caro restaurante, al presidente se le hubiese pasado alertar a la población del peligro inminente. Imaginen que su negligencia hubiese provocado doscientas muertes. Imaginen qué diría la derecha y visualicen ahora a Carlos Mazón entrando entre aplausos, vítores y abrazos en el Congreso del PP. Ese inmenso océano que hay entre un escenario y otro se llama teatro. Es a lo que, por desgracia, se dedica la derecha de este país.

Imaginen la que se hubiera montado si, en mitad de las negociaciones con ETA, a Zapatero le hubiera dado por bautizar a la banda armada como Movimiento Vasco de Liberación. Fue Aznar quien lo hizo, y fue también Aznar quien decidió que Zapatero era un traidor a las víctimas por sentarse a negociar como hizo él. Es todo puro teatro. Eran teatro, tras cada atentado, las lágrimas de cocodrilo que aparecían en los ojos de quienes hoy justifican que las bombas revienten a miles de niños en Gaza. Quienes sentíamos dolor por el terrorismo de ETA sabemos que es imposible no sentirlo con el terrorismo de Israel. Si ese sentimiento de dolor es a la carta, se llama teatro. Era teatro que España se fuese a romper si la izquierda pactaba con los nacionalistas, como demuestra que el PP le tienda ahora la mano a los nacionalistas para gobernar España y no pasa nada. Es teatro y los votantes de derechas participan de él, gritando o callando según toque. La lista teatrera es infinita y ahora toca interpretar indignación por la corrupción.

Tras estallar el caso Cerdán se escuchó en toda España un estruendo como de gol de Iniesta. Era la derecha, sus líderes y votantes, celebrando que el PSOE había metido la pezuña hasta el fondo. Tocaba pedir la dimisión de Sánchez, elecciones inmediatas y que se recuperase el garrote vil. Tenía sentido por la gravedad de lo escuchado en los audios y, al mismo tiempo, resultaba extraño que quienes llevaban ya años viviendo en una España dictatorial y podrida de corrupción, según decían, reaccionaran con tanta intensidad ante lo que, en su lógica, solo era uno más entre tantísimos casos de corrupción. Fue entonces cuando descubrimos que el votante de derechas es perfectamente capaz de diferenciar entre lo real y lo ficticio. Es decir, antes de Cerdán estaban haciendo teatro. Siguen haciéndolo hoy.

Desde sus dirigentes hasta sus votantes, cuando hablan de corrupción, actúan. Pregúnteles si, para evitar futuros casos como este que tanto les indigna, creen conveniente que las empresas corruptoras sean castigadas sin contratos con la administración. Pregúntenles si creen que todo responsable público con un entorno contaminado, se llame Sánchez o Ayuso, debería irse. Pregúntenles cuánto les indigna que no se sepa aún quién es M. Rajoy, que la UCO no haya entrado en las oficinas de Acciona o que tres ministros de Aznar pasasen por prisión. Pregúntenles qué les parece la creación de una policía corrupta al servicio de políticos corruptos. Pregúntenles por los jueces corruptos que prevarican, por los periodistas corruptos que lanzan bulos a sabiendas. En el mejor de los casos todo esto les dará igual. En el peor, lo aplaudirán porque el fin justifica los medios. Porque este asunto de la corrupción también es, para ellos, teatro. Cuando gritan que Sánchez debería irse, tienen razón. Ya saben: el reloj estropeado que da bien la hora dos veces al día. No haber sabido ver que tus hombres de confianza eran unos corruptos es un motivo de peso para tener que largarte. El problema es la alternativa a Sánchez. El problema es que el mejor y más válido argumento que tiene Sánchez para seguir en el cargo es la derecha teatrera que grita corrupción.

CTXT DdA, XXI/6.035

No hay comentarios:

Publicar un comentario