El Congreso Nacional del PP ha arrancado con las esperadas intervenciones de los expresidentes José María Aznar y Mariano Rajoy. En las próximas elecciones, advirtió Aznar, siempre mesurado, “nos jugamos la continuidad histórica de la nación española”. Casi nada. Menuda presión para un Feijóo que hace poco no quería ser presidente y ahora deberá convertirse en el Indiana Jones que alcance la grieta evitando in extremis que la pesada roca de la historia aplaste a España. Más terrenal, Rajoy no se atrevió a declarar la emergencia nacional ni tampoco a darle órdenes al nuevo. Sabe bien lo que eso jode. El gallego se limitó a encogerse de hombros y opinar que esta legislatura nunca debería haber arrancado, en plan a mí que me registren. Chiste de lo más recurrente entre el gremio de registradores de la propiedad.
Tras los primeros compases en los que Aznar demostró seguir percibiéndose como un busto dorado y Rajoy querer acabar lo antes posible porque había mundialito de clubes, llegó el plato fuerte, que era hablar de Pedro Sánchez. En opinión de quien mintió para meternos en una guerra ilegal con 600.000 víctimas y trató de manipular la autoría del 11M, Sánchez debería estar ya caminito de prisión. Por qué no actúan los jueces, por qué no están a la altura de este momento histórico y por qué nunca vienen a los Congresos del partido, le faltó lamentarse. Como era de esperar, los ataques contra Sánchez fueron lo más aplaudido de esta jornada. Cuando Aznar puso sobre la mesa la palabra corrupción –tabú en anteriores Congresos y anteriores Gobiernos– y metió al presidente Sánchez en el saco de los delincuentes dada su cercanía con los imputados, IFEMA se vino abajo como techo de Zendal, alcanzándose cotas máximas de éxtasis. De haber acudido al bolo, hasta Rodrigo Rato, Jaume Matas o Eduardo Zaplana hubieran aplaudido las lecciones de gobernanza impoluta impartidas por su jefe. De nuevo, más templado, M. Rajoy declaró que la peor corrupción fue, en realidad, ofrecer una amnistía a cambio de poder. Como queriendo decir que, joder, hay corrupción más allá de mordidas, reparto de sobresueldos o cuentas en B, que siempre estamos con lo mismo, qué Bárcenas ni Bárcenas, a qué hora acaba esto que a las nueve juega el Fluminense.
Mientras los dos grandes tótems apoyaban a Feijóo y criticaban el sanchismo, en la platea los barones territoriales disfrutaban del show mientras ultimaban ponencias ideológicas o reformas estatutarias a debatir durante el finde. Sin demasiadas novedades en ese aspecto, quizá destaque la enmienda incorporada al ideario del partido que dice que lo democristiano ahora es ponerles trabas a los inmigrantes a la hora de obtener permisos de residencia. Una propuesta redactada y presentada por Juanma Moreno y Fernández Mañueco, fuerzas vivas del centrismo moderado, esa corriente que defiende que para evitar tener que pactar con la ultraderecha lo mejor es copiarla. La delegación madrileña la encabezó Isabel Díaz Ayuso. A su llegada a IFEMA, la presidenta, hermana y novia se puso a repartir fresas entre militantes y periodistas recordando entre risotadas que le gusta la fruta. Era montar esto o tener que opinar sobre el asunto del día: cómo puede ser que un político no sepa a qué se dedica su entorno cercano. Alfonso Serrano, número dos de Ayuso que sacó fuerzas para organizar el evento a pesar de ser víctima de la pobreza energética –ha vuelto a cobrar el bono social porque subvencionados son los otros–, además de pedir la voluntad a los asistentes, fue el encargado de transmitir que la voluntad del PP madrileño, el PP fetén, era ayudar a Feijóo a llegar a La Moncloa. Como si hubiera que explicarlo. Como si a alguien se le pudiera pasar por la cabeza lo contrario. La lista de caras guapas del partido que desfilaron por la alfombra azul en la jornada inaugural fue amplia. Todos coincidieron en que el arranque del Congreso salió a pedir de boca. Cuando hay buen ánimo, las cosas salen bien. Hasta Carlos Mazón llegó a tiempo de corear que Sánchez dimisión y eso que la cita era a las cuatro, en pleno almuerzo. Es posible recuperar el arca perdida. El camino a La Moncloa ha comenzado hoy porque la situación en España es insostenible, se repetían unos a otros por los pasillos de IFEMA tras siete años gritando dimisión.
CTXT DdA, XXI/6.031
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