lunes, 7 de julio de 2025

EL ORGULLO DE MADRID Y LAS LÓGICAS DEL MERCADO (GAYPITALISMO)

Críticas a la organización del Orgullo de Madrid por parte del firmante, para quien esa jornada podría seguir siendo la más grande y concurrida sin necesidad de obedecer a cualquier precio a las lógicas del mercado, esas que nos expulsarán en cuanto les parezca más rentable odiarnos (en Estados Unidos ya está pasando). Muchas personas hace tiempo que se sienten expulsadas de este MADO controlado por empresarios y políticos sin un compromiso firme por los derechos del colectivo; personas que tienen mucho más que ver con quienes originaron el Orgullo que sus actuales dirigentes.


Enrique Aparicio

Como cada año, el pasado miércoles me reuní con las amigas para dar el pistoletazo de salida a las celebraciones del Orgullo de Madrid. Hace mucho que no me siento particularmente interpelado por el MADO, el Orgullo oficial con marca registrada en el que han derivado los fastos –y que organiza principalmente AEGAL, la Asociación de Empresas y Profesionales para LGTB (sic) de la Comunidad de Madrid–, pero además de acudir a las citas convocadas por el Orgullo vallecano y el crítico, me parece importante mantenerme fiel a este, para no entregarlo del todo.

Cualquiera que lleve unos cuantos orgullos a sus espaldas ha podido comprobar la deriva neoliberal y blanqueante de las celebraciones oficiales. No es nada nuevo, la añorada activista Shangay Lily ya publicó libros enteros dedicados a lo que llamaba el "gaypitalismo": ese fenómeno que se produce cuando las personas del colectivo LGTBIQA+ somos bienvenidas a un espacio, público o privado, siempre que entremos con la billetera por delante.

Que el MADO esté organizado por un entramado de empresarios y locales de ocio, que ha acabado por sustituir a los colectivos que lo impulsaron en los tiempos en que no era tan fácil que las instituciones respondieran, es un hecho que habla por sí solo. Mientras las reivindicaciones del pasado y las personas que se partieron la cara por nuestros derechos protagonizan como mucho una coqueta exposición, Chueca y Madrid entera se convierten en un gigantesco datáfono para cobrar, gastar, consumir. Con una pegatina arcoíris bien visible, eso sí.

Decía que, como cada año, me reuní con las amigas el primer día de las fiestas, en el que se lee el pregón en la Plaza Pedro Zerolo. Quiso el destino –es decir, el cambio climático– que cayera una pequeña tormenta. Con toda nuestra buena fe, nos metimos en una heladería sita en una de las esquinas de la plaza. La heladería, como casi todos los negocios del barrio, estaba transformada durante esos días en una única barra para servir alcohol a precios exorbitados. Y quien estaba allí controlando la entrada no soportó que ocupásemos espacio sin sacarnos el dinero.

Cuando empezaba a caer agua de verdad, nos dijeron que nos teníamos que ir porque obstaculizábamos la puerta. Como no era verdad, porque la gente seguía entrando, les pedimos poder quedarnos en lo que duraba la lluvia, que no podía ser mucho tiempo teniendo en cuenta que era una tormenta de verano. Nos insistieron, ya de muy malas maneras, llegando a empujar a uno de nosotros. La cosa escaló lo justo, al final nos salimos por no tener que aguantar esas formas. Pero lo interesante ocurrió a continuación.

Otro de los responsables del establecimiento, supongo que al oír las voces, acudió para actuar de poli bueno en la discusión. Pretendiendo hacerse el guay y el integrador, nos dijo que no nos enfadáramos porqué él estaba "a favor del amor", y que no sacáramos las cosas se quicio porque teníamos que entender, palabras textuales, que "el dinero está por encima de todo en esta sociedad". Eso sí, la máscara de la tolerancia se le cayó ante nuestra respuesta de que la humanidad debería estar por encima del negocio, y remató sentenciando que "vosotros al final sois los más nazis". Sin comentarios.

Tras el desagradable incidente, desconcertados y tristes todavía por lo que había pasado, nos dimos cuenta de lo significativo del intercambio. Este local seguro que ha puesto dinero para financiar el MADO, porque parte de su presupuesto viene de las empresas asociadas, y no quería perder ni un segundo de facturación a costa del colectivo. Pero claro, permitir que la gente se resguarde unos minutos no da dinero (aunque estoy seguro de que, de tratarnos bien, habríamos pedido algo como agradecimiento), y quienes se acercan al Orgullo solo interesan si generan ganancias.

Han ocurrido cosas mucho peores en las convocatorias de este año, en las que se han registrado un buen número de agresiones, entre las que destaca la de Logroño. Hay mucha gente a la que le cuesta entender que juntarnos para celebrar que seguimos aquí y que seguimos teniendo fuerza no tiene el único objetivo de pasar un buen rato, sino de que se hable también de lo mucho que nos queda por cambiar.

Y entre esas cuestiones, está la necesidad de no ser reducidos a meros clientes o consumidores. Porque tenemos claro lo veleidoso de ese trato, como mis amigas y yo pudimos comprobar en pleno corazón de Chueca, donde alguien que un día decidió poner un negocio con participación activa en el Orgullo, y ni siquiera consintió servir de cobijo durante diez minutos a quienes no entraron con un billete en la mano.

El Orgullo de Madrid podría seguir siendo el más grande y concurrido sin necesidad de obedecer a cualquier precio las lógicas del mercado, esas que nos expulsarán en cuanto les parezca más rentable odiarnos (en Estados Unidos ya está pasando). Muchas personas hace tiempo que se sienten expulsadas de este MADO controlado por empresarios y políticos sin un compromiso firme por los derechos del colectivo; personas que tienen mucho más que ver con quienes originaron el Orgullo que sus actuales dirigentes.

Podemos y debemos reflexionar sobre la deriva de la cita de la capital. Y, mientras acudimos a las convocatorias alternativas, tengo la esperanza de que avivemos el espíritu de esa primera marcha que recorrió la ciudad en 1978, y cuyo legado tiene más que ver con quienes hoy se quedan fuera de sus espacios que con quienes programan, firman, acuerdan y recaudan.

PÚBLICO  DdA, XXI/6.032

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