lunes, 7 de julio de 2025

EL NOMBRE DE LA ROSA Y LA RISA EN LA QUE VIVO


Lazarillo

Tengo del libro El nombre de la rosa el mejor de los recuerdos, ligado para siempre a la vida de este Lazarillo desde que lo leyó a los 36 años. Fue un regalo con la mejor de la dedicatorias: la de vivir para siempre al lado de quien lo puso en mis manos aquella primavera. Umberto Eco es el autor de una de las mejores novelas del siglo XX, sobre la que luego se hizo una excelente película. Recuerdo la lectura del libro como una de mis más gratas e intensas experiencias lectoras, que han sido unas cuantas y que ahora, desde hace algún tiempo,  echo de menos. Es muy posible, sin necesidad de buscar el ejemplar, que entre sus páginas tenga subrayado este fragmento del diálogo entre William de Baskerville y Jorge de Burgos, el bibliotecario ciego, en el que hablan  del libro de Aristóteles que trata sobre la comedia y, por lo tanto, de la risa que mata el miedo. Tu risa me hace libre,/ me pone alas./ Soledades me quita,/ cárcel me arranca./ Boca que vuela,/ corazón que en tus labios relampaguea, escribió Miguel Hernández en las siempre memorables y conmovedoras Nanas de la cebolla. El ejemplar de la magnífica novela de Eco que conservo trajo también consigo, además de una amorosa dedicatoria, la risa en la que vivo y respiro y tengo vida y ser, que dijo don Quijote de su Dulcinea: 

-¿Qué anheláis verdaderamente, investigador William de Baskerville?:

Baskerville contesta:

 – Quiero el libro griego, aquél que, según vosotros, jamás fue escrito. Un libro que sólo trata de la comedia, que odiáis tanto como a la risa. Se trata probablemente del único ejemplar conservado de un libro de poesía de Aristóteles. Existen muchos libros que tratan de la comedia. ¿Por qué este libro es precisamente tan peligroso?

El bibliotecario contesta: – Porque es de Aristóteles y va a hacer reír.

Baskerville replica: – ¿Qué hay de inquietante en el hecho de que los hombres puedan reír?
El bibliotecario: – La risa mata el miedo, y sin miedo no puede haber fe. Aquél que no teme al Demonio no necesita más de Dios.

DdA, XXI/6.032

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