La izquierda debe tomar nota de algo que pasó en EEUU. Votaron a Trump más jóvenes que nunca, pero no cambiaron de ideología. No hay más jóvenes que digan ser de derechas o extrema derecha que antes. La izquierda solo tiene sus votos siendo izquierda. Y solo tendrá los votos de los pobres y las clases medias si su vida mejora con la izquierda en el poder. Que la izquierda sea solo una derecha compasiva lleva a que la indignación de los de abajo la parasite la extrema derecha. Si unos países gastan en conocimiento y otros no, y si la izquierda es solo una derecha amable, el futuro está cantado.
Enrique del Teso
Cuando yo era adolescente, mi barrio era todavía un barrio duro. Todavía no se mantenía escolarizado a todo el mundo hasta los 16 años, muchos adolescentes trabajaban en ambientes ásperos, muchos otros andaban con las manos en los bolsos, todavía no había aparecido la heroína. No era raro ver a pandillas que salían «a hosties». Era una forma de pasar el tiempo: podías ir al cine, a alguna romería o a hosties, a pelear con alguien o imaginarlo. Se les notaba por alardes físicos de poca monta, como pegar una patada a una papelera (pocas había), dar saltos porque sí, hablar muy alto. No me está dando un ataque autobiográfico. Es que me tienen fascinado los 800.000.000.000 € de rearme europeo. Es mucho dinero y mucha arma. Si la cosa es por Ucrania, tiene que ser una broma. Como ya nadie declara la guerra a nadie y ni siquiera se llama guerra a la guerra, pues tampoco oficialmente se rinde nadie. Pero lo de Ucrania parece una rendición en toda regla. Dos de los tres matones del mundo están discutiendo cuánto territorio se queda Rusia y cuántos recursos depreda EEUU, mientras Zelenski mantiene el boli en alto esperando a ver qué papel le obligan a firmar.
¿Qué va a hacer Europa con ochocientos mil millones en armas? ¿Luchará contra EEUU, contra Rusia, contra el que se rinde? A uno de los tres matones del mundo le parece bien que EEUU se quede con el trozo de Europa que quiere, Groenlandia. Y si le parece bien, es sin duda porque al otro matón le parece bien que Rusia se quede con territorio de Ucrania. A poco que se muevan las piezas, el tercer matón se echará sobre Taiwán. ¿Cuál es el enemigo de la UE, sobre el que se va a echar con armas nuevas del trinque? Se anuncia un monumental gasto en armamento sin que nadie sepa cuál es el frente o la urgencia. Tanto armamento añadido sin enemigo identificable y sin amigos fiables le da a la UE un aire a los pandilleros de mi barrio. Parece que von der Leyen nos dice a los europeos que vamos a salir a hosties por ahí, tampoco se sabe por dónde. Porque así eran los pandilleros de mi barrio. No me las voy a dar de superviviente: no había tantas peleas y solían ser bravuconadas con formato de bronca de recreo. Era una forma de darle un aire épico al aburrimiento. Como nuestro rearme.
La UE es mucho y puede ser más. Pero no va a ser nada si finge ser lo que no es: un país. La UE es, indefinidamente, una confederación de estados y no un estado en ciernes. Si los amigos no fiables, indistinguibles de enemigos, se salen con la suya, corre el riesgo de ir en dirección contraria: un desván de estados a granel jugando a la gallina ciega. Ser una confederación significa que los países componentes no ceden su soberanía a la unidad que forman. Si no, Europa sería una federación. Los ejércitos son la sustancia de la soberanía y, aunque puedan federarse, querer que Europa sea una unidad militar es imaginarse una unidad soberana que no existe. Y menos cuando tiene en sus entrañas a lameculos de Putin y lameculos de Trump, vaya por Dios todos de la misma ideología. Qué tiempos aquellos en que el punto 5 del artículo 172 del Código penal declaraba «asociaciones ilícitas» a «las que, sometidas a disciplina internacional, se propongan implantar un sistema totalitario». En 1976 era para mantener ilegal al Partido Comunista. ¿A qué partido ilegalizaría esa ley ahora, cuando hasta Toni Cantó debió enterarse de que Rusia no es comunista?.
La cuestión es que, si la UE tiene ochocientos mil millones para gastar, tampoco está mal que los gaste, pero no en salir a la escena internacional a hosties, como un pandillero aburrido. Un ojo al exterior igual da alguna pista. Thomas Friedman volvió muy inquieto, e incluso llega a decir que aterrado, de un reciente viaje. Leer la inquietud de un periodista como Friedman solo puede producir inquietud, aunque por razones distintas a las suyas. El problema no es que el futuro sea cada vez más incierto. Ojalá fuera tan incierto. El problema es que ciertas decisiones o ausencia de ellas lo hacen meridiano. Friedman viajó a la ciudad de Jinze, en Qingpu, no sé si al lado de Shangai o ya en las tripas de ese monstruo. Ahí tiene Huawei el campus de Lianqiu Lake. Después de que Trump 1.0 decretase que las máquinas Huawei eran los ojos y oídos del enemigo chino y dejaran de exportarle componentes necesarios, en tres años montaron este laboratorio de 104 edificios y 35.000 científicos. ¿Puede Europa hacer algo así? ¿Tiene 35.000 científicos disponibles en tres años? Las preguntas son para ir recogiendo pistas sobre qué hacer con ochocientos mil millones de euros si no se usan para ir a hosties. La empresa atacada y dañada por EEUU fue ayudada por el gobierno (tomen nota los locos ultraliberales: que el estado intervenga en la economía es una necesidad) y montó solo en 2024 100.000 cargadores rápidos para coches eléctricos. En China se titulan cada año tres millones y medio de individuos en Ciencias, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas, según recoge el asustado Friedman. Cada año, tres millones y medio más. Dejo para otro día discusiones sobre los perfiles de la formación superior. La cuestión es que EEUU está derrumbando a dentelladas las universidades («los profesores son el problema», dijo Vance desde la habitual alergia al conocimiento de los ultras). En España es perceptible el abaratamiento de las plantillas de personal docente e investigador y la precariedad crónica de los investigadores. Ahora, además, los gobiernos autónomos, especialmente en Madrid pero no solo, favorecen sarpullidos de universidades sin investigación y de más que dudoso nivel (sí, privadas), mientras apolillan universidades muy sólidas y de larga trayectoria con muchos equipos consolidados de investigación (sí, públicas). Hay algo que China tiene en abundancia: gente. Friedman hace una cuenta elemental. Si piensas en un individuo de esos únicos, que son uno entre un millón, en China hay 1400 de esos. Quizás eso les ayuda a entender el poder de la formación, lo que significa tener masas de gente cualificada en cualquier cosa. Añade el periodista con algo de coña que si necesitas un botón rosa de lunares que pueda cantar el himno nacional al revés, en China lo tendrías en unas horas.
Europa no tiene tanta gente como China, pero tiene mucha. Me pregunto qué pasaría si gastara cientos de miles de millones de euros en formación e investigación, en vez de rearmarse; en vez de confiar en que el rearme tirará de la formación, que será lo que nos diga Sánchez, qué pasaría si hiciera la inversa, que la mejora en defensa sea un efecto de la mejora en investigación y conocimiento. Europa es ahora mismo expresión de resistencia. Lo que tenga de hipócrita asociar a Europa con libertades es una hipocresía útil. Esa fue la sensibilidad que salió a las calles de Roma hace unos días. Dos de los tres matones del mundo son dictaduras y el tercero está en trance de serlo. Que Europa no sea un país no quiere decir que no sea algo emocional con lo que quepa cierta identificación. Y seguramente grandes programas de choque y de mucho dinero pueden ayudar a esa identificación emocional. Pero unas cosas llevan más lejos que otras: educación, sanidad o protección social pueden saber más a esa Europa que es resistencia que tantas armas sin nación, proyecto común, ni enemigo. Lo que aterró a Thomas Friedman es que, dice, vio el futuro y el futuro no estaba en EEUU, lo que vio por la mirilla de Lianqiu Lake era algo que no había visto antes. Quizás se puedan invertir sus términos. A lo mejor vio el futuro y EEUU no estaba en él. Y la izquierda debe tomar nota de algo que pasó en EEUU. Votaron a Trump más jóvenes que nunca, pero no cambiaron de ideología. No hay más jóvenes que digan ser de derechas o extrema derecha que antes. La izquierda solo tiene sus votos siendo izquierda. Y solo tendrá los votos de los pobres y las clases medias si su vida mejora con la izquierda en el poder. Que la izquierda sea solo una derecha compasiva lleva a que la indignación de los de abajo la parasite la extrema derecha. Si unos países gastan en conocimiento y otros no, y si la izquierda es solo una derecha amable, el futuro está cantado.
NORTES
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