Teresa es madre de un chaval de trece años y víctima de malos
tratos. La violencia golpea constantemente su vida y la de su hijo.
Malos tratos conyugales que se suman a otros laborales y sociales, más
asépticos, pero cuyos resultados son igualmente devastadores. A perro
flaco... todo son pulgas. Y a las malas pulga de su compañero, Teresa
debe añadir las de la empresa que le despidió dejándole a deber más de
3.000 euros. Situación que le condujo a no poder afrontar el pago del
alquiler de su vivienda.
Teresa solicitó ayuda a los juzgados que
querían desahuciarle. Solo pedía algo de tiempo para buscar alojamiento.
Allí recibió otra humillante bofetada, más bien un puñetazo verbal que
le quebró la esperanza. Le contestaron que lo que le estaba pasando "no
era su problema". Que el procedimiento no se podía parar. La insensible
apatía institucional puede acabar siendo la madre de todas las palizas.
Los periódicos cuentan como cincuenta policías desalojaron a la fuerza a
Teresa y a su hijo. Doscientas personas, que piensan que Teresa y su
hijo sí son "su problema", interpusieron sus cuerpos solidarios.
Recibieron violencia por respuesta.
En otro orden de cosas, también leo
en los diarios que 17 directivos de Caja Madrid cobraron, en los 4
últimos años de la crisis, 71 millones de euros. Y su presidente, Miguel
Blesa, 12´4 millones para él solito. Un insulto violento para una
sociedad empobrecida a causa de las trapacerías de todos estos
sinvergüenzas que se van de rositas después de reventar la caja fuerte.
Como soy animal antes que nada, también puedo notar el escalofrío violento en mi espinazo. Algunos días, hasta los más convictos y confesos pacifistas desearíamos ser fieras. Demasiada injusticia. ¡Demasiada violencia!
DdA, IX/2340

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