Jaime Richart
Empezamos por que la globalización de la economía y el libre mercado que vienen imponiendo en el mundo las teorías
económicas de Friedman y Stigler, pasan por privatizar hasta el oxígeno
que respiramos y están desangrando a mi país. Y esto viene
sucediendo justo desde que se ensoñereó de él una democracia de mínimos, falsa en muchos
aspectos y atravesada precisamente por ese modo de
entender la Economía aplicada y de practicar las economías
nacionales en occidente.
En virtud de ello, el libre comercio mundial y su globalización, es decir, no poner puertas al
campo comercial, se han apoderado del
mundo asociados al disolvente
de las finanzas que no reparten la riqueza ni los logros del desarrollo
material; ni se preocupan de ello. Ni es su cometido, pues la finalidad es
concentrar el dinero en las menores manos posibles agrupadas por sectores y
familias que o ya eran ricos o gozan del favor de los ricos. Así es que si la mundialización por un lado
y la focalización de los intereses por otro desmantelan lo público, adelgazan el Estado, hacen del Estado un ente al servicio
prioritario
de los intereses privados perdiendo de ese modo el país soberanía
nacional e independencia; si como consecuencia
de ello el país
en general se empobrece y se empobrecen los sectores productivos de su economía, cegando el futuro y las esperanzas en el mañana de nuestras jóvenes generaciones... ¡cómo no
ser nacionalistas! ¡cómo no voy a ser nacionalista!
Pero imaginemos que no lo soy, que no somos nacionalistas,
que somos apátridas, que somos poéticamente ciudadanos del mundo... ¿No vemos que habitamos un país que negando que sea nuestra patria
acabará perteneciendo a todos esos
ladinos, propios y extraños, cuya única bandera es el
dinero y están arrastrando al abismo al planeta? ¿No
vemos
los gobernantes de nuestro país, del que decimos no
somos nacionalistas, mediocres o pésimos, incompetentes o ladrones, son a su vez títeres
en manos de aquellos?
El internacionalismo es pertinente para la conexión entre los trabajadores del
mundo en cuanto a que son agentes activos de la producción, pero ese nexo de
unión no va más allá de lo moral porque no tiene elementos que den
homogeneidad a la masa del trabajo. Pero el internacionalismo del dinero, el
monetarismo, son lo que forman la argamasa de los ricos salidos de la
globalización y de las finanzas.
Catalunya se encuentra en plena aspiración de un proceso de
metamorfosis nacionalista como la larva se convierte en mariposa. Aunque el proceso no llegue a
culminarse ¿acaso
ese deseo mayoritario
nacionalista en Catalunya no responde
también a esa situación, a esa frustración, aparte de su interés en
constituirse en república a todo trance?
Yo, in pectore, para mis adentros, me atengo al dicho latino: ubi bene ibi patria, allá
donde estoy bien está mi patria.
Es cierto, mi patria es el mundo. Pero esto es en privado. Porque como ser
social, como individuo que pertenece a una sociedad y ama a su ancho
territorio, yo deseo para mi sociedad y los territorios que habita un proyecto
colectivo nacional que se sacuda la depredación que padecen. Un proyecto que,
tal como estamos viviendo la historia del presente, veo imposible. Pues la
caricia de los encantamientos globalizadores a cargo de los desaprensivos y maleantes
del mundo que actúan en España por dentro y desde fuera es como el espejuelo en la hipnosis, de modo
que cuando queramos darnos cuenta España no sólo no podrá ofrecer a sus hijos
un presente, tampoco un futuro.
En suma, soy nacionalista porque no quiero que se apoderen de mi
patria quienes sólo quieren explotarla en su provecho y
apropiarse de nuestra riqueza. Soy nacionalista, en fin, porque si el planeta es mi casa,
España es mi estancia principal preferida y la quiero libre de saqueadores,
sean domésticos, sean
extranjeros...
DdA, XIV/3613
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