Jaime Richart
Debo empezar por decir que esta
opinión me interesa bastante más por la posibilidad de que llegue a él, que
por que esté o no de acuerdo el lector. Al fin y al cabo el asunto ya no es de
rabiosa actualidad.
A pesar de que se abusa de la palabra
increíble, si hay una particularidad de los tiempos que vivimos ésa es la
pérdida de capacidad de asombro. Todo es posible. Especialmente en política y
en periodismo. Algo que hace mucho tiempo se hubiera llamado escándalo, hoy es
anécdota. Y eso, una tras otra. Creo que, en buena medida, es porque detrás de
un obispo hay un político, detrás de un político un obispo, y detrás
de un periodista un obispo y un político a la vez. Es decir, que al menos en
España, política, periodismo y clericalismo son intercambiables...
Todo esto viene a cuento de que a propósito de
la denuncia, la soflama o el panfleto que publicó hace un par de semanas la
Asociación de la Prensa de Madrid a través de su presidenta y portavoz (¿o
portavoza?) sobre el presunto acoso que algunos periodistas pertenecientes a
dicha asociación dicen haber sufrido por miembros de Podemos, vi y escuché la
correspondiente homilía de Iñaki Gabilondo acerca de tan incidente
colosal
Pues bien, de este periodista, siempre hasta
ayer ponderado y neutral (algo que escasea en estos tiempos en la profesión), me encontré en
esta ocasión con un enfoque que a mi juicio fue disparatado. No tanto por la
dosis de digresión respecto al asunto principal al no abordarlo en sus justos
términos y hablar de todo menos del vergonzoso formato y contenido del
comunicado, como por un corporativismo exacerbado con el que yo no contaba en
él. Y luego, por la contaminación ideológica reaccionaria que asimismo le
aprecié: otro fenómeno que vengo observando progresivamente en los
profesionales de la política y del periodismo, estén o en activo, que frisan
los 70 (no tan presente en la ciudadanía común de esa misma
edad). Todos disfrutando de una posición bollante y todos carentes de la más
mínima flexibilidad mental para examinar las cosas, la vida, la historia
reciente de este país y la situación nefasta para millones de españoles, desde
un prisma siquiera levemente distinto del que acostumbran los dominadores y
sus cómplices, entre los que los políticos y periodistas septuagenarios están.
Y a juzgar por la deriva de su locución en ese
video que circula por las redes sociales, parece que éste puede ser el caso del
mismísimo y grande Iñaki Gabilondo.
Es más, no conozco a ninguno de los políticos
que fueron de relumbrón, salvo las excepciones que hay siempre en todo, que,
disfrutando de la vida muelle que proporciona la riqueza o las pensiones
suculentas, a menudo excesivamente suculentas, vea en el empuje de Podemos una
vía natural de salida a la indignación, a la rabia e incluso el odio que
rezuman dos décadas de abusos y de rapiña generalizada a cargo de la clase
política con todas las excepciones que se quieran. Y todos los abusos precisamente
cometidos al amparo de una Constitución muñida asimismo en su origen con abuso,
que se alza como escudo cuando y en lo que conviene a los abusadores y se pisotea
en todo lo que les conviene.
Así las cosas, no sólo Gabilondo no defendió
la probabilidad de no tener nada que ver Podemos con el objeto de las
acusaciones que hizo esa portavoz de la Asociación de la Prensa en nombre de
periodistas anónimos, ni cuestionó el modo y estilo de propalar semejante
comunicado, sino que destinó todo el tiempo de su alocución a descalificar pedagógicamentee
a la cúpula de Podemos por, según él, no saber encajar las críticas. Críticas, por
cierto, reducidas al principio al aspecto personal de sus políticos elegidos,
luego ampliadas por sus detractores a atribuir a la formación unos propósitos
que nada tienen que ver con la regeneración en tantos aspectos de la que tan
necesitado está este país, y luego por sus relaciones con otros países
latinoamericanos tan resentidos como España por los abusos del establishment
estadounidense y de la propia Europa. Y todo porque esa nutrida legión de iconoclastas
de Podemos ven comprometida o en peligro su sólida posición económica, social y
profesional mucho más que por razones estrictamente ideológicas.
En una palabra, es una pena que un referente
de categoría del periodismo como es Iñaki Gabilondo, se una a los energúmenos
de la política y del periodismo en este enfrentamiento entre la derecha
cavernaria y la progresía de las generaciones nuevas, y se haya decantado por
las corrientes vulgares resistentes a los cambios imprescindibles que
requiere España.
Y dada la gravedad, a mi juicio, de dicha
deriva, me es indiferente que su actitud se deba a motivos bastardos o espurios,
que descarto, o a un reblandecimiento del córtex cerebral en quien, salvo
excepciones, ha cumplido los 70...
DdA, XIV/3492
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