martes, 17 de enero de 2012

FRAGA Y SU VENERADO MAESTRO NAZI CARL SHMITT


Lazarillo

Yo no sé si el escritor y periodista gallego Manuel Rivas, habitual columnista del diario El País, dará en un próximo artículo su personal versión de Manuel Fraga Iribarne, ex ministro franquista recientemente fallecido, al que creo sí dedicó algunos escritos críticos en vida, especialmente cuando el fundador del Partido Popular fue presidente de la Xunta. El periódico en que colabora, así como la mayoría de los otros diarios de difusión nacional, han sido sumamente elusivos con el periodo en que Fraga dedico sus servicios a la dictadura, por lo que muy posiblemente ese artículo no sea ahora conveniente, dado que el fallecido fue desde el momento de su óbito, ante todo y tal como lo acaban de mostrar casi todos los medios, un padre de la Constitución y un puntal clave de nuestra democracia. A falta de ese artículo de Rivas, recurro a una de sus obras, Los libros arden mal, publicada hace unos años, y de la que el periódico El País publicaba un fragmento en el mes de marzo de 2006, con Fraga Iribarne como protagonista del homenaje que se le rindió en la sede central del partido único conocido como Movimiento Nacional a Carl Schmitt, principal jurista del nazismo, condecorado e investido como miembro de honor del Instituto de Estudios Políticos. Fraga, que presidía entonces esa institución -poco antes de ser nombrado ministro de Información y Turismo del general Franco- calificó de venerado maestro a Schmitt, cuyo pensamiento es hoy [1962] más vigente que nunca:

"Volvamos a Madrid, a la plaza de la Marina, en 1962. Manuel Fraga Iribarne elogia el pensamiento de Carl Schmitt, "hoy más vigente que nunca", y expone una síntesis perfecta: "La política como decisión, la vuelta del poder personalizado, la concepción antiformalista de la Constitución, la superación del concepto de legalidad... son estas cotas ganadas de las que no se puede volver atrás". Todo el discurso del director del Instituto y de la ceremonia, él mismo investido de la condición de jurista, es una apología del kronjurist. "La ley es algo así como un cañón de largo alcance", había escrito Manuel Fraga en la Revista General de Legislación y Jurisprudencia en 1944. Ahora, el jurista con visión de artillero, en vísperas de ser nombrado ministro de Información de la dictadura, coloca la condecoración en la solapa del "venerado maestro" Carl Schmitt. Y subraya emocionado que éste es "un momento culminante de su carrera". Tras la salva de aplausos habla don Carlos. El hombre de la sombra se convierte en centro. Tiene 74 años; se conserva bien, robusto, y sabe que el uso solemne del lenguaje le va a hacer crecer en estatura ante una audiencia entregada. Hacer notar el "poder presencial" que le atribuyó su antiguo amigo y camarada, el escritor Ernst Jünger. Él sí que parece plenamente consciente de lo que está viviendo. El hecho insólito en el orbe de que se esté condecorando en 1962 al principal jurista del III Reich. Al fin va a transgredir en público la consigna que se marcó después del hundimiento nazi: refugiarse en la cripta del silencio. En España encuentra su refugio intelectual y, en gran manera, vivo y triunfante, su modelo de Estado. El escenario donde ejemplificar la derrota de la democracia parlamentaria. Incluso puede gozar, como cuando se encuentra con reaccionarios cultos como D'Ors, con la retórica propia de un reducto imaginario del Sacro Imperio. Al igual que al anfitrión, no se le escuchará ni una sola palabra de autocrítica ni un trazo de duda o incertidumbre. Será él quien haga su mejor elogio. A diferencia del fogoso predecesor, él habla con calma, realza las escogidas palabras para que aflore ese "poder presencial" del que habló Jünger. Habla con ademán litúrgico. ¿Qué ha dicho? "Una fiesta sagrada". Si, Carl Schmitt, don Carlos, proclama que este reencuentro con sus amigos españoles es "una fiesta sagrada en el crepúsculo de la vida". En ese momento, justo en ese momento, y según el testimonio extasiado del escritor falangista Jesús Fueyo, "se fue la luz". La prensa de la época destacó el acontecimiento. Se habló en grandes caracteres del homenaje a Carl Schmitt. Distintos medios reprodujeron una entrevista publicada inicialmente por Arriba "por su gran interés", seguro eufemismo del mecanismo "de obligada inserción". "Es posible que todos los países europeos tengan que acreditarse ante España", decía Schmitt. Pero en ningún medio, en ningún periódico, se informó del apagón. Nadie contó entonces que justo cuando el jerarca prendía la insignia en el pecho de don Carlos, el salón de actos de la sede del Movimiento Nacional se quedó a oscuras. Completamente a oscuras."

Resto del texto

+@Epístola moral a propósito de la muerte de Manuel Fraga

1 comentario:

Anónimo dijo...

Y hoy la clase política elogia a Fraga...como también se hizo con otro destacado general del régimen, ya desaparecido no hace mucho. Otro salva patrias criminal más que se quedará sin pasar por la Justicia Universal.¡¡Será por falta de cadáveres!!. Y agradecidos por la ejemplar Transición, con corona y todo.Begoña

Publicar un comentario