martes, 16 de diciembre de 2025

DE TANTO PACTAR Y MODERARSE, EL PROGRESISIMO CHILENO HIZO PRESIDENTE A KAST


Todo un recado para progresismos más próximos y bien conocidos: El progresismo chileno jugó a ser adulto responsable del modelo, y terminó siendo su mejor publicista. Se acostumbraron tanto a pactar, moderar, corregir el tono, cuidar la imagen y no incomodar a los verdaderos dueños del país, que cuando apareció un pinochetista sin pudor, sin máscara, sin complejos, ya era tarde. El terreno estaba listo. Ellos lo habían regado.

Alfonso Ossandón

Hay algo profundamente miserable —no trágico, no complejo, miserable— en la manera en que cierta izquierda chilena mira al pueblo cuando éste no obedece. El pueblo sirve mientras vota bien; cuando vota mal, se vuelve una masa defectuosa, un error estadístico, un problema cognitivo. Esa es la ética real de quienes se llenan la boca con palabras como dignidad, pero sienten asco cuando la dignidad no coincide con su guion.

No fue la ignorancia la que parió esta derrota. Fue la arrogancia. Fue esa costumbre nauseabunda de hablarle al país desde arriba, con el dedo levantado y el sueldo asegurado. Una izquierda que aprendió a administrar el poder sin tocar jamás las estructuras que producen abandono, y que luego se sorprende —con genuino desconcierto burgués— cuando ese abandono vota con rabia.

Yo no votaría por Kast ni bajo amenaza. Pero hay que decirlo sin anestesia: el progresismo chileno jugó a ser adulto responsable del modelo, y terminó siendo su mejor publicista. Se acostumbraron tanto a pactar, moderar, corregir el tono, cuidar la imagen y no incomodar a los verdaderos dueños del país, que cuando apareció un pinochetista sin pudor, sin máscara, sin complejos, ya era tarde. El terreno estaba listo. Ellos lo habían regado.

Y entonces vino el gesto final, el más ruin: culpar al pueblo. No a su propia cobardía política. No a sus años de gestión sin épica, sin riesgo, sin ruptura. No a su progresismo de Linkedin, a sus paneles, a sus seminarios, a su moral de PowerPoint. No. La culpa era del “ignorante”. Ese es el momento exacto en que se les cae la careta.

Porque el verdadero rostro de estos pseudo ricos chilenos —arribistas, ilustrados de ocasión, progresistas mientras no les toque el bolsillo— no es el de la preocupación social, sino el del desprecio. Desprecian al pueblo, pero lo necesitan. Lo usan como decoración ética y luego lo insultan cuando no cumple. Esa miseria no es un error: es una forma de estar en el mundo.

Y sí, es brutal que un pinochetista vuelva a ganar espacio. Pero más brutal es que quienes se dicen sus antípodas hayan trabajado, durante décadas, para que eso fuera posible. No por traición, sino por algo peor: por comodidad.

DdA, XXI/6199

No hay comentarios:

Publicar un comentario