La síntesis de 2025 la marcan tres frentes que pararían la atracción por la ultraderecha. Uno es que no puede ser que España sea una cosa y los españoles otra, que España sea más rica y los españoles más pobres por la desigualdad. Concentremos esta desagregación social en lo mollar: impuestos y evasión fiscal, aquí y en la UE. Otro frente es la justicia. Se necesitan medidas radicales para disolver los restos franquistas de las togas, que son ya un problema para la democracia. Y el otro es la vivienda. Esta infamia no se puede detener sin impuestos y sin expropiaciones, en nombre de los derechos que están en todas las constituciones. Aquí y en la UE.
Enrique del Teso
Siempre se explica que un texto no son frases a granel sin orden ni concierto. Para que las frases que se amontonan en un escrito sean un texto tienen que tener coherencia, solo viniendo a cuento unas de otras forman un texto. Si tomamos una caña con un amigo, cada cosa que nos decimos viene a cuento de lo que nos acabamos de decir, en cada momento hay coherencia. Pero si escribimos toda la conversación, no hay unidad global, ni falta que nos hace. Cuando hay coherencia local, pero no global, no tenemos un texto, tenemos cháchara. La cháchara es un discurrir sin querer crear nada ni llegar a ninguna parte. En eso consisten los culebrones, historias que serpentean sin rumbo, donde cada capítulo viene a cuento del anterior, pero no van tejiendo una historia conjunta.
No se puede resumir una cháchara o un culebrón. No hay estructura de la que se pueda hacer una maqueta. Intenten hacer una síntesis de 2025. Es más una cháchara, un culebrón discurriendo sin rumbo, que algo coherente que apunte a algo. La actualidad de 2025 fue una sucesión de fogonazos que, como siempre, impiden ver la historia real que serpentea en lapsos mayores que los pantallazos informativos. El problema es que una característica de los culebrones es la amnesia de unas partes respecto de otras. Cada momento de la actualidad es embarullado y cada momento se percibe sin memoria de momentos anteriores. El ruido, y no la coherencia, es lo que se vino acumulando.
Lo distintivo de la democracia es que las actuaciones de cada autoridad son responsables ante otra autoridad y, en última instancia, todas las responsabilidades fluyen hacia el pueblo que vota, aplaude o combate la actividad pública. Sobre todo, vota. Si se movilizan medios enormes para que llenar la mirada del pueblo de falsedades, para ocultar unos hechos y desfigurar otros, si se elaboran tácticas sofisticadas para llenar el espacio público de odios y sinrazones, se gripa la máquina de la responsabilidad de la vida pública ante el pueblo. Se gripa la democracia, por mucho que Campofrío pontifique que tan respetable es diseñar bulos como desmentirlos. No son unos y otros los que falsean, desfiguran y ocultan. En política siempre se miente, pero la mentira sistemática, la propagación táctica de bulos y el embarrado de la vida pública es de la derecha. La ultraderecha llenó de mierda la política y la derecha convencional fue perdiendo higiene hasta ser parte de la pocilga. ¿Se acuerdan de Tomás Guitarte? Fue diputado de Teruel Existe y su voto era decisivo en la investidura de Pedro Sánchez en 2020. Durante varios días necesitó alojarse en paradero desconocido. Pasó la noche de Reyes escondido. Había anunciado que votaría a favor de la investidura y la derecha lo perseguía. No lo digamos de otra forma: la derecha lo perseguía. Ahora en Extremadura la derecha vocifera que Sánchez prepara un pucherazo. Así es la amnesia en los culebrones, ese es el efecto del ruido, de eso vive la derecha.
La fealdad de puteros y acosadores disuelve la moral pública como el agua hirviendo a la mantequilla y la vida pública se convierte en una sábana tensa que se va agujereando
En esta cháchara que fue 2025, los sucesos flotaron como en emulsión y cada uno ahogó al anterior, en vez de juntarse en la memoria formando una historia. El activismo político del poder judicial llegó a la cima de la infamia con la condena del Fiscal General del Estado. La instrucción empezó y terminó sin pruebas. El juicio ante el Supremo fue una farsa y, como exhibición de poder, no se intentó que pareciera otra cosa. Se aceptó que se inició el caso con un bulo, se desdeñó el testimonio de los testigos y se condenó a Ortiz porque tenían el pálpito de que fue él o alguien cercano, a quién le importa que fuera uno u otro. El escándalo inició un efecto búmeran. El carcomido Consejo General del Poder Judicial el 26 de noviembre informa favorablemente y por unanimidad la candidatura de Teresa Peramato a la Fiscalía General asaltada por la banda del Supremo. Ese órgano no tiene nunca unanimidad y además Peramato tenía un perfil similar al defenestrado Ortiz y una sintonía conocida con él. Los señores del Consejo no quisieron tensar más el escándalo que percibían. Y entonces aparecen los acosos sexuales del PSOE y se suman a casos sonoros de corrupción. Es el tipo de información que sale oportunamente cuando hace falta, pero que es relevante cuando es verdadera, y parece serlo. La fealdad de puteros y acosadores disuelve la moral pública como el agua hirviendo a la mantequilla y la vida pública se convierte en una sábana tensa que se va agujereando. Estas olas pastosas van alejando del primer plano la infamia del Supremo, que ahora está a salvo del escrutinio de la opinión pública, como se está fuera de la mirada de todo el mundo en un tumulto. Confusión y amnesia. En la barahúnda la gente asimila mejor el mensaje de quien no esté a la derecha o la izquierda, sino enfrente, el mensaje desafiante, la incorrección airada. Vox crece en votos, pero sobre todo en empatía. En la pérdida, el hastío y la ira, la gente puede no movilizarse por su salud y votar a quien le diga que asistir a los enfermos es una inmoralidad (sic). En el ruido, la gente vuelca la furia por la desigualdad a quien predica la igualdad.
La ultraderecha es un mal reciente, pero España siempre llevó en las entrañas el plomo unas oligarquías e instituciones con aromas franquistas. Pero siempre tuvo un exoesqueleto que la sostenía firme y con buen rumbo, a pesar de que su esqueleto interno tuviera óxidos de la dictadura. Era la UE. Este 2025 nos pone delante lo que sabíamos que ocurriría: que las tres superpotencias, China, EEUU y Rusia, son dictaduras que no quieren una Europa operativa, sino países a granel que cultiven nacionalismos pánfilos que los conviertan en protectorados de hecho; que la UE molesta y van a por ella. Nuestro exoesqueleto se cae y por dentro no estamos suficientemente vertebrados.
En el final de 2025, me gustaría que Pedro Sánchez ganara las elecciones con mi voto en contra. Me gustaría que ganara por dos razones virtuosas y una mezquina. Una razón virtuosa es que mantenga a la barbarie ultra fuera de las murallas. Otra razón virtuosa es que el fracaso de tanta maniobra antidemocrática contra un gobierno legítimo fortalecería la democracia. La razón mezquina es que tendrían su morbo los aullidos reaccionarios escocidos. Pero con mi voto en contra. Los avances en justicia social del gobierno son solo lluvia fina tragada por la tempestad del capitalismo desatado. Y nunca será de otra manera. La socialdemocracia desaparece porque le falta el hierro de la lucha de clases. La voracidad neoliberal no se contiene sin enfrentamiento. Con Sánchez en el poder crece la desigualdad y con la injusticia social la extrema derecha o gana, o está siempre a punto de ganar. Sánchez dice que ser feminista no te hace infalible, pero te marca el camino. Eso es cierto, y el camino que marcas acaba siendo la resultante de tus acciones. Pero su camino social general es más un neoliberalismo compasivo que otra cosa. No se puede corregir la injusticia creciente por las buenas. La síntesis de 2025 la marcan tres frentes que pararían la atracción por la ultraderecha. Uno es que no puede ser que España sea una cosa y los españoles otra, que España sea más rica y los españoles más pobres por la desigualdad. Concentremos esta desagregación social en lo mollar: impuestos y evasión fiscal, aquí y en la UE. Otro frente es la justicia. Se necesitan medidas radicales para disolver los restos franquistas de las togas, que son ya un problema para la democracia. Y el otro es la vivienda. Esta infamia no se puede detener sin impuestos y sin expropiaciones, en nombre de los derechos que están en todas las constituciones. Aquí y en la UE. Nada de esto se puede hacer por las buenas. Se necesita una agitación que no está en las maneras de la socialdemocracia. Solo la energía conecta con la indignación. Solo la claridad y el orden encajan con la desorientación. Y no hay claridad que no desafíe. La izquierda no es nada sin ser izquierda y, cuando la izquierda no asusta a las oligarquías, sus lacayos ultras crecen. Solo la justicia social los para.
Bajo la cháchara ruidosa de 2025 lo que fluye es lo de siempre. Feliz Navidad, cojan fuerzas.
NORTES DdA, XXI/6204

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