A lo que expone mi estimado amigo Alejandro, debemos añadir hoy, según leemos en la edición de la fecha del diario El País, la denuncia de académicos de once países calificando a Estados Unidos como "un régimen hostil" hacia la ciencia, por el ataque sistemático del gobierno de Trump a la libertad de pensamiento e investigación de modo parecido al de otros regímenes autoritarios, según publica Digital Journalism, revista líder en temas de comunicación: "El país que un día fue referente de la democracia y la libertad de expresión se ha convertido en el ejemplo más reciente de la corriente de autoritarismo a nivel mundial".
Alejandro Álvarez
Va siendo hora de reconocer que el Gobierno de EE.UU. es y actúa como un gobierno fascista: persigue a la relatora especial de las Naciones Unidas sobre los territorios palestinos, Francesca Albanese, al Secretario general de la ONU, Antonio Gutiérrez, y sanciona al fiscal de la Corte Penal Internacional, cumpliendo una orden de Trump contra del tribunal por sus investigaciones sobre Israel. En todos los casos las medidas persecutorias se deben a que estos altos representantes no se someten a los caprichosos dictados de Trump; por otro lado, el presidente de EE. UU. justifica la imposición de aranceles del 50% a Brasil porque la justicia de este país, conforme a sus leyes democráticas, juzga a Bolsonaro por intento de golpe de Estado.
Asimismo, el Gobierno de Trump apoya el genocidio que Israel está provocando en Gaza y la limpieza étnica que está llevando allí y en Cisjordania, convirtiéndose no sólo en soto sino también en partícipe de ellos.
Todo ello es el reflejo de una evidente actuación fascista, que persigue a quien no se somete a sus dictados o a quien no acepta su política y sus decisiones autoritarias, también entre sus propios ciudadanos.
Ante está evidencia, es necesario cuestionarnos nuestras relaciones con el Gobierno fascista de Trump, saliéndonos de inmediato de una organización militarista, la OTAN, controlada por EE.UU. y puesta a su servicio, como se está demostrando en estos últimos meses. Además, debemos romper nuestros acuerdos sobre las bases estadounidenses establecidas en nuestro país, usadas para apoyar el genocidio que Israel está llevando a cabo. Es un imperativo político, ético y humanitario. Seguir compartiendo alianzas con un país con políticas tan contrarias al derecho internacional, a la democracia, a la libertad y a la justicia es incompatible con cualquier discurso en el que se hable de tales valores.
DdA, XXI/6.038
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