miércoles, 27 de marzo de 2024

EJEMPLO DE PERMISO ECLESÍASTICO PARA LEER LOS LIBROS DEL "INDICE"



Lazarillo

Bien podría ser el titular En memoria del futuro (que sueñan algunos), tal como comenta Enrique del Teso el documento que aporta Francisco Álvarez Velasco, relativo a la petición de gracia que la solicitante hace a las autoridades eclesiásticas del año de la fecha para leer determinados libros, incluidos en lo que se llamaba desde tiempos inquisitoriales Índice de libros prohibidos y que, como se sabe y hay que repetir hasta la saciedad para que lo capten las jóvenes generaciones que votan a Vox, reverdeció con la dictadura franquista. Desconozco, por no poder identificar la personalidad de quien firma el documento, si el párroco de la que fue mi iglesia de primera comunión es el mismo que me adoctrinó a tal efecto unos años después, pero el caso es que el permiso se le otorga por mandado de su excelencia reverendísima el arzobispo de Oviedo a quien luego fuera profesora de Lengua y Literatura, María Elvira Muñiz (1923-2016), candidata por Alianza Popular a las primeras elecciones democráticas de 1977. En el documento se especifica que la concesión obedece al informe favorable que el párroco de San Lorenzo tiene de la feligresa y las razones de estudio y trabajo que alega ésta. Esa era la España de 1954 y siguientes ante obras literarias que no propalaban precisamente la revolución social. De ahí venimos y cada Semana Santa los canales públicos de televisión parece que nos lo quieren recordar. También, la actuales autoridades eclesiásticas solicitando/exigiendo libertad de enseñanza.

MEMORIA DE AQUELLA SEMANA SANTA

Hubo un tiempo --yo lo viví-- que la Semana Santa no solo era el recuerdo del martirio de Jesucristo, sino que también era un suplicio para todos, especialmente para los niños. Tras un trimestre escolar, los pequeños soñábamos con las vacaciones que veíamos acercarse en marzo o abril. Y llegaban, pero, ¡oh decepción! Venían con toda una serie de prohibiciones: nada de cantar o bailar, nada de radio, nada de tele, e incluso en la tele solo había procesiones, nada de lecturas banales, léase tebeos (pero en este caso no se leían), nada de juegos y jolgorios. Aburridos como una perla en el interior de una ostra, nos aventurábamos a ver las procesiones de la tele. Una vez recibidas varias tortas por mofarnos de los capirotes y hacer chirigotas de las procesiones, mirábamos esperanzados el calendario ¡Ya faltaba menos para volver al cole! Así aprendí a odiar la Semana Santa. Georgina Fernández Martínez

DdA, XX/5596

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