China ha llevado a cabo una de las reforestaciones más extensas del mundo, y su impacto ya puede observarse desde el espacio: regiones antes áridas y degradadas hoy muestran amplias franjas verdes que han frenado la erosión, detenido el avance del desierto y mejorado la calidad del aire para millones de personas. Estas campañas, desarrolladas durante varias décadas, han restaurado ecosistemas debilitados y devuelto fertilidad a tierras que habían perdido su capacidad productiva.
Un nuevo estudio científico revela que el éxito es tan grande que incluso ha modificado el ciclo hidrológico interno del país. El crecimiento de estos bosques aumentó la evapotranspiración —la liberación de vapor de agua desde la vegetación hacia la atmósfera—, lo que alteró la manera en que el agua se recicla y se desplaza entre regiones.
Algunas zonas ahora reciben más humedad atmosférica, mientras que otras han visto disminuir el agua disponible en el suelo, un fenómeno que los expertos describen como un efecto indirecto de la restauración masiva. Los investigadores aclaran que esto no representa un problema, sino una señal de la magnitud del cambio ambiental logrado. China recuperó tanta cobertura forestal que su influencia ya es medible a escala nacional.
El objetivo ahora será equilibrar esta nueva realidad ecológica con una gestión del agua que permita proteger tanto los bosques como a las comunidades que dependen de ellos.
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