Hace casi medio siglo, sí, poco después de la muerte del dictador, la revista fundada por Lidia Falcón adelantó los riesgos que corría la mujer si no se ponía enmienda a la entonces muy naciente pornografía que normaliza, como es sabido, la violencia sexual ejercida contra las mujeres. Nadie hubiera imaginado entonces que cincuenta años después el acceso a la pornografía en España iba a estar como está al alcance del sexo masculino, preferentemente, a edades cada vez más tempranas y a través de las nuevas tecnologías de la comunicación. En torno a los doce años de media ya se accede a esta industria que ocupa el segundo lugar en volumen de negocio, con Estados Unidos significativamente como mayor productor de cine porno. ¿Qué nos aguarda de aquí a unos años por no haber hecho ni estar haciendo absolutamente nada contra lo que la revista Vindicación Feminista planteó hace casi diez lustros y se le debe reconocer a tal publicación?
Remedios Palomo
Ayer dediqué la tarde a informarme sobre la pornografía. Cuando terminé tenía ganas de vomitar, es un asunto asqueroso, de consecuencias muy peligrosas para la sociedad, sobre todo para las mujeres.
El porno es el segundo negocio más importante en volumen de capital, sólo detrás de los videojuegos. EEUU es el mayor productor mundial de cine porno aunque las verdaderas dueñas de la industria pornográfica son Visa y Mastercard, los sistemas de pago necesarios para ser rentables.
El porno normaliza la violencia sexual ejercida sobre las mujeres, en sus webs se visualiza contenido vejatorio y violento, incluidas niñas y jóvenes. La pornografía infantil se paga con bitcoins, criptomonedas, porque así no deja rastro.
La pornografía cosifica a las mujeres, hace que se las vea como objetos de uso y consumo. Aunque el neoliberalismo apela a la libertad de las mujeres para defender su participación en el negocio, nunca han estado tan mercantilizadas y cosificadas como actualmente a través de los vientres de alquiler, el porno y la prostitución.
El porno está llegando a los niños, adolescentes y jóvenes, mayoritariamente varones, por internet a través de los móviles. Empiezan a familiarizarse con la pornografía en torno a los doce años, aunque la edad detectada más temprana son los siete. Contemplan a mujeres y a niñas sometidas a violaciones, violaciones grupales, vejaciones, violencia,… Se desconoce hasta dónde llegarán las consecuencias de tanta contemplación de violencia extrema sobre las mujeres, pero la proliferación de violaciones grupales de tantas manadas está siendo vinculada con las prácticas pornográficas citadas. Es muy necesaria la implantación urgente de la coeducación para extender la igualdad de trato entre los sexos y eliminar la opresión sexual sobre las mujeres.
Este fenómeno fue denunciado tempranamente, en 1976, por la revista Vindicación Feminista, descrito con la misma precisión que en la actualidad, y dirigida a la progresía española. Un esfuerzo que no tuvo consecuencias vista la situación a la que se ha llegado casi cincuenta años después. Se anticipó, eso sí, a 1981 cuando Andrea Dworkin publicó su obra Pornografia: hombres poseyendo a mujeres.
Información obtenida de Agustín Zaragoza Granell: ‘Pornografía: ni Libertad, ni sexualidad’, en “Democracia Woke”. Excepto lo relativo a Dworkin.
DdA, XXI/6.028
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