jueves, 24 de abril de 2025

INFORME DE LA ONU SOBRE LA VIOLENCIA SEXUAL ISRAELÍ CONTRA PALESTINOS

 Samah Salaime 

La autora es una escritora feminista palestina, su artículo se publicó originalmente en +972 Magazine y ha sido traducido al español para CTXT por Paloma Farré. Las conclusiones del informe, elaborado por la Comisión de Investigación de la ONU sobre el Territorio Palestino Ocupado, no se basan únicamente en los relatos de supervivientes, sino también en las publicaciones en las redes sociales de los propios soldados israelíes. 


El mes pasado, un informe para el Consejo de Derechos Humanos de la ONU afirmaba –como sostienen los palestinos desde hace mucho tiempo– que, desde el 7 de octubre, Israel ha empleado sistemáticamente la violencia sexual y los crímenes de género contra mujeres, hombres y niños palestinos. La investigación, publicada junto con desgarradores testimonios de supervivientes y testigos, representantes de la sociedad civil, académicos, abogados y expertos en medicina durante una audiencia de dos días celebrada en Ginebra, llegó a varias conclusiones clave que, en mi opinión, exigen una atención y una acción inmediatas a nivel mundial.

En primer lugar, desde el 7 de octubre, el uso de la violencia de género por parte de las fuerzas israelíes ha aumentado drásticamente tanto en escala como en intensidad y se ha convertido en una práctica “sistemática”. Estos crímenes han devenido una herramienta de opresión colectiva para destruir familias y comunidades palestinas desde dentro: una táctica tomada de otras campañas de violencia étnica y genocidio en lugares como Bosnia, Ruanda, Nigeria e Irak, donde los cuerpos de las mujeres se convirtieron en campos de batalla.

En segundo lugar, los centros de detención militar israelíes se han convertido en epicentros de los tipos de violencia sexual más atroces. Más allá de las imágenes, ampliamente difundidas, de presos palestinos desnudos en Gaza, el informe recogía testimonios de recintos como Sde Teiman, donde los presos, desprovistos de protección legal y lejos de la mirada de los medios de comunicación, se han enfrentado a violaciones, humillaciones sexuales y tortura. En algunos casos, como el del médico Adnan Al-Bursh, los presos murieron, según consta, como consecuencia directa de los abusos sexuales que sufrieron mientras estaban bajo custodia.

En tercer lugar, el informe documenta la proliferación de la violencia de género contra las palestinas en el ámbito digital. Grupos vulnerables, especialmente mujeres y jóvenes, se han enfrentado a la vergüenza, el doxing (acción de buscar y publicar información privada o sobre la identidad de una persona en Internet, generalmente con intención de causarle daño) y la explotación de su orientación sexual o comportamiento privado como herramientas de coerción e intimidación.

En cuarto lugar, el informe señala que el uso de la violencia de género no lo ejercen únicamente los soldados; los colonos israelíes, que a menudo actúan bajo la protección del ejército, acosan sexualmente a las mujeres palestinas en Cisjordania, explotando los roles tradicionales de género dentro de la sociedad palestina como método de opresión.

Las conclusiones del informe, elaborado por la Comisión de Investigación de la ONU sobre el Territorio Palestino Ocupado, no se basan únicamente en los relatos de supervivientes, sino también en las publicaciones en las redes sociales de los propios soldados israelíes. Los perpetradores documentan con orgullo sus “heroicos” actos de venganza masculina: rebuscan en los cajones de las mujeres palestinas, posan con la ropa interior de estas y garabatean pintadas misóginas en el interior de las casas ocupadas de Gaza. Aunque gran parte de este contenido se borró posteriormente de las plataformas sociales, en el informe de la ONU permanece archivado para la posteridad.

Sin embargo, a pesar de que estos vídeos e imágenes son innegablemente censurables y criminales, palidecen en comparación con la violencia sexual más extrema documentada en el informe. Los desnudamientos públicos forzados y los registros invasivos, la retirada a la fuerza del hiyab de las mujeres, la filmación de la degradación sexual bajo amenaza de más violencia, las amenazas de violación y las violaciones como forma de tortura: todo ello no solo constituyen atentados contra la dignidad, sino una profunda agresión física y sexual.

El informe afirma que tanto mujeres como hombres han sido objeto de estos crímenes, e implica a los medios de comunicación israelíes en su normalización al recibir a comentaristas y presentadores que hablaban del uso de la violencia sexual como herramienta legítima en la guerra. Por ejemplo, destaca los comentarios que Eliyahu Yosian, del Instituto Misgav, hizo en el Canal 14, de extrema derecha, al decir: “La mujer es un enemigo, el bebé es un enemigo y la mujer embarazada es un enemigo” (después de que el Canal 14 publicara el clip en Internet, recibió más de 1,6 millones de visitas).

De acuerdo con los testimonios presentados a la comisión, a menudo a las mujeres víctimas les resulta extremadamente difícil denunciar los abusos. Un ejemplo notable es el de un puesto de control militar israelí cerca de Hebrón, donde un soldado se exhibía habitualmente a las mujeres palestinas que pasaban por allí. Una estudiante que tuviera que pasar por el puesto de control de camino a la escuela probablemente optaría por guardar silencio sobre estos abusos, ya que denunciarlos significaría casi con toda seguridad que tendría que interrumpir sus estudios.

Los ataques contra los centros de salud reproductiva en Gaza constituyen otro aspecto de los crímenes de guerra de Israel por motivos de género. Según el informe, las fuerzas israelíes atacaron sistemáticamente la infraestructura de salud materna de Gaza, los centros de tratamiento de la fertilidad y, de hecho, cualquier institución relacionada con la salud reproductiva. Las conclusiones también incluyen casos de francotiradores que dispararon a mujeres embarazadas y ancianas, y de médicos que tuvieron que practicar cesáreas sin desinfectantes ni anestesia.

Basándose en las conclusiones del informe, Navi Pillay, directora de la Comisión de Investigación, declaró: “La única conclusión posible es que Israel utilizó la violencia sexual y de género contra los palestinos para infundir miedo y perpetuar un sistema de opresión que socava su derecho a la autodeterminación”.

Un duro despertar

A diferencia del informe paralelo de la ONU publicado en marzo de 2024, que investigaba los crímenes de género cometidos por militantes de Hamás contra mujeres israelíes el 7 de octubre, el informe actual apenas recibió cobertura mediática, ni en Israel ni en el resto del mundo.

Resulta que ni siquiera la dramática escalada de crímenes de género contra mujeres y niñas durante la guerra, y la inequívoca determinación de que el uso de estos métodos por parte de Israel era sistemático y no meros actos aislados cometidos por soldados, fue suficiente para que las organizaciones de mujeres israelíes o internacionales se opusieran, condenaran o incluso solicitaran que se examinara urgentemente la cuestión. Ni siquiera el hecho de que el informe se publicara pocos días antes del Día Internacional de la Mujer bastó para impulsar seminarios web, simposios o conferencias en universidades de todo el mundo, ni debates de urgencia en comisiones parlamentarias para promover los derechos de la mujer.

Aquí, en Israel, las reacciones han ido desde el silencio hasta la negación rotunda. “La ONU apoya a los terroristas de Nukhba y a Hamás”, afirmó Hagit Pe’er, presidenta de Na’amat, la mayor asociación de mujeres de Israel. “Se trata de un informe con un marcado tufo antisemita. Es un intento de crear una realidad alternativa e invertida en respuesta a la masacre sexual perpetrada por Hamás contra mujeres y hombres israelíes, mientras las instituciones internacionales, incluidas las organizaciones de mujeres de todo el mundo, guardan un llamativo silencio. Estas son las mismas organizaciones que condenan cualquier violencia sexual, a menos que las víctimas sean mujeres israelíes y judías”.

También expuse las conclusiones del informe a la profesora Ruth Halperin-Kaddari y a la ex fiscal militar jefe Sharon Zagagi-Pinhas, del Proyecto Dina, una iniciativa encargada de documentar la violencia sexual de Hamás. Ellas también lo descartaron por considerarlo “un paso más en la campaña para deslegitimar a Israel”.

“Desde su creación en 2020, [la Comisión de Investigación de la ONU sobre el Territorio Palestino Ocupado] ha adoptado un sesgo unilateral y antiisraelí en la gran mayoría de sus actuaciones, lo que se refleja claramente en el presente informe”, afirmaron Halperin-Kaddari y Zagagi-Pinhas en respuesta a mi pregunta.

“¿Cómo pueden compararse las afirmaciones de este informe con los brutales crímenes de violencia perpetrados sistemática y deliberadamente por Hamás el 7 de octubre: horribles actos de violación, mutilación genital y violencia sexual infligida incluso a cadáveres?”, continuaron. “Es absolutamente lamentable que, en lugar de tomar medidas para incluir a Hamás en la lista negra de organizaciones que cometen violencia sexual como arma de guerra, la Comisión haya elegido un camino distinto”. “En cuanto a las propias acusaciones”, añadieron, “a diferencia de Hamás –que niega sistemáticamente sus crímenes–, si alguna de estas denuncias tiene fundamento, las autoridades israelíes están obligadas a investigarlas debidamente”.

Como muchas mujeres en Israel, durante esta guerra yo también he experimentado un duro despertar feminista. He perdido camaradas palestinas a las que no les gustó mi condena de la violencia de Hamás contra las mujeres israelíes el 7 de octubre, y he perdido amistades judías que consideraban a las mujeres de Gaza objetivos legítimos.

Tras una dolorosa reflexión, he entendido la fuerza y el coraje que debemos cultivar las mujeres para denunciar, de forma inequívoca, cualquier violencia contra el cuerpo de una mujer como un hecho abominable, ya sea palestina o israelí. No tendría que ser necesario explicar que ninguna madre debería ser asesinada –tanto si su hijo es pelirrojo como de piel oscura, de ojos verdes o marrones–, y que ningún bebé debería ser alimentado con la insaciable maquinaria bélica de hombres ávidos de poder y riqueza.

Las mujeres –jóvenes y mayores, madres e hijas, feministas e incluso las que no se definen como tal– debemos alzar la voz y decir: basta ya de guerra. Esta patria no se liberará en nuestros cuerpos, y no merece la pena construir ningún futuro a partir de los restos del naufragio de nuestros vientres.

CTXT  DdA, XXI/5.968

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