Lazarillo
Desconozco cómo se gestó la aventurada posibilidad de que el Instituto Cervantes, una institución que se dedica a la enseñanza del español y al cultivo y difusión de la cultura de nuestro país en numerosas capitales y ciudades del planeta, ofreciera clases de asturiano nada menos que en la ciudad de Nueva York. Posiblemente, la idea no le pareció mal en su día al director del Instituto Cervantes, Luis García Montero, que la aprobó y quiso poner en marcha este mismo curso, confiando acaso en que las doce plazas disponibles para tal fin serían cubiertas en tan populosa metrópoli. La matrícula de inscripción era de 425 dólares y el número mínimo de alumnos para llevar adelante la iniciativa se cifraba en tres. Ni doce, ni tres, el curso no ha sido posible porque en la ciudad más poblada de Estados Unidos y la más densamente poblada del planeta -con un área urbana de 24 millones de habitantes- sólo hay una persona que ha mostrado interés en aprender asturiano y leer los versos de Teodoro Cuesta. Se desconoce hasta ahora su identidad, pero sólo por el hecho de haberse matriculado en ese curso imposible merecería una invitación para visitar Asturias por parte del mismo Instituto Cervantes que consiguió descubrir a ese único alumno en Nueva York.
DdA, XX/5.809
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