El endemoniado binomio Venezuela-Podemos nos lleva a la conclusión de que sólo los forajidos de toda la vida, o bien los pusilánimes permisivos con ellos para mejor alternarse en el gobierno, son los únicos que se sienten legitimados para terminar de arruinar
a este país.
Jaime Richart
La
situación social que atraviesa el país es para llorar, si no es para sublevarse
tumultuariamente o para hacer la revolución... El Congreso de los Estados Unidos promulgó el 18 de diciembre de
2014 la “Ley para la Defensa de los DDHH y Sociedad Civil en
Venezuela”.
Ese adefesio jurídico prevé
la entrega inmediata de recursos económicos y tecnología para financiar a sectores políticos de extrema derecha, cuyas acciones terroristas han causado la
muerte de más de 50 personas durante los últimos dos años en Venezuela. Pues bien, el gobierno español y los
periodistas frecuentes en la escena pública se unen a esta campaña que la
opinión pública española ignora. De ahí esa animosidad en apariencia repentina
contra Venezuela y ahora también contra profesores españoles que asesoraron
al gobierno de aquel país y tratan desde el partido político que han
conformado poner remedio a la pobreza y el sufrimiento evitables de muchos
millones de personas; pobreza y sufrimiento por el expolio a que le han
sometido políticos y empresarios y por una política cruel propia sólo de
países subdesarrollados.
Por eso los periodistas
españoles de cualquier signo (ni siquiera los más ecuánimes o independientes) ni mencionan esa infame Ley del Congreso USA. Es más, a juzgar por tantas de sus diatribas contra el
país venezolano y los profesores de Podemos, todo parece indicar que la mayoría
de ellos hubiera llegado tácitamente a un acuerdo sobre lo siguiente:
1º Venezuela no es una democracia respetable (pese a haber sido elegido
su gobierno en un correcto proceso electoral).
2º El propio intento de aplicar el socialismo práctico a ese país es
indeseable y perseguible con todas las armas posibles, incluido el crimen directo
o los crímenes inducidos por sicarios; todo de acuerdo con las directrices de la
Ley del Congreso estadounidense.
Y es que en España, tanto
el partido del gobierno como el periodismo cotidiano siguen la estela del pensamiento
único. Por eso asumen que sólo la clase social
superior tiene derecho a hacer con el dinero lo que quiera: llevárselo a
paraísos fiscales, liquidar a la hacienda pública lo menos posible o emplear argucias
tributarias que economistas privados de la misma ideología les aconsejan para
defraudar. Pero no quienes no pertenecen a esa clase y menos si además
forman parte del partido político de nuevo cuño que pretende gobernar.
Y todo este movimiento sobreviene (me refiero a su presencia en la política de
los profesores de universidad) porque, en primer lugar, los socialistas españoles (socialistas es mucho decir) o no han hecho lo que prometieron y
debieron cuando gobernaron, o no han hecho luego oposición tenaz a la mayoría
absoluta del gobierno, o sencillamente se han convertido en cómplices vergonzosos suyos para alternarse en la
gobernación con ellos. Y en cuanto a los comunistas (comunistas es también mucho decir), porque hasta ahora y durante todos estos años
desde la transición apenas si han sido un grupo
decorativo que ha contribuido sin proponérselo a disimular con sus invectivas
parlamentarias este engendro que por aquí llaman democracia.
En resumen, el endemoniado binomio Venezuela-Podemos nos lleva a la conclusión de que sólo los forajidos de toda la vida o bien los pusilánimes permisivos con ellos para mejor alternarse en el gobierno, son los únicos que se sienten legitimados para terminar de arruinar a este país.
En resumen, el endemoniado binomio Venezuela-Podemos nos lleva a la conclusión de que sólo los forajidos de toda la vida o bien los pusilánimes permisivos con ellos para mejor alternarse en el gobierno, son los únicos que se sienten legitimados para terminar de arruinar a este país.
DdA, XII/2920
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