Sabemos que Mazón no actuó solo cuando no hizo nada. Sabemos que hicieron falta muchas estupideces previas, muchos tertulianos del pitido orwelliano, muchos negacionistas climáticos con altavoz, muchas irresponsabilidades políticas sin consecuencia, sino con premio, para que nadie supiera, quisiera o se le ocurriera decirle a la población ten cuidado aquel día. Muchos de los que hoy piden la dimisión de Mazón porque les supone un lastre, también son responsables.
Gerardo Tecé
Un año desde aquellas 229 muertes evitables. Un año aferrado al cargo el irresponsable político que ha decidido seguir siéndolo lo que el cuerpo aguante. ¿Qué hizo durante los 37 minutos en los que no sabemos dónde estuvo?, se preguntan en el aniversario de la tragedia periodistas de investigación como si a estas alturas importase. Como si no supiéramos ya todo lo que necesitábamos saber sobre Carlos Mazón, el presidente que desapareció dejando tras de sí un Gobierno regional tan inútil que fue incapaz de apretar un botón. Ahora sabemos mucho de aquel 29 de octubre de 2024, pero ya sabíamos cosas que explican cómo se pudo llegar a ese punto hace un año. Sabemos que la irrupción de Mazón en la dirección del PP valenciano, allá por 2021, fue parte de una macrooperación estética dirigida por Pablo Casado a nivel nacional. Había que sustituir las viejas y corruptas caras de siempre por nuevos rostros cuyo único y gran mérito fuese no cargar con una imputación por corrupción en esos momentos. Parece poca cosa, pero es mucho cuando de lo que hablamos es del PP valenciano y del madrileño. Ayuso, community manager del perro de Esperanza Aguirre o Mazón, candidato a Eurovisión con la balada romántica titulada Y solo tú, son la prueba clara y evidente de que no llegaban los mejores, sino los disponibles. Mazón estaba disponible y dispuesto. A muchas cosas. Entre ellas, a comprar sin rechistar el decálogo completo de la nueva derecha y su batalla cultural. Ya saben, gritar “libertad” por la mañana, poner corridas de toros en la tele por la tarde y suprimir la Unidad de Emergencias Valenciana por la noche y presumir de ello. No hay que ser el mejor de tu promoción para dar la batalla cultural, así que Mazón daba la talla de sobra.
Sabemos que fue libertad lo que se respiró durante aquella comida en El Ventorro, en los reservados con pestillo o donde quiera que se perdiese Mazón aquel día. Fue libertad porque no hay mayor puesta en práctica del ideario que desaparecer lo público –incluido uno mismo– dejando que las cosas se ordenen solas. También los barrancos. La gente tiene que autoprotegerse, dijo el vicepresidente militar de Mazón que sustituyó al vicepresidente torero cuando le preguntaron, con 229 cadáveres ya enterrados, si hubiera estado bien avisar a la población de que su vida estaba en riesgo. Sabemos que el ambiente previo a la tragedia nada tenía que ver con un sentido de la responsabilidad, ese concepto woke socialista, sino más bien con “qué coño es este pitido orwelliano en mi móvil”, como bautizó otro líder de su promoción, Jorge Bustos, a esa rebeldía que lleva al librepensador a no querer que nadie le avise si un camión está a punto de atropellarle. Ese era el ambiente y no otro cuando en aquella jornada negra el presidente valenciano puso un tuit diciendo que serían cuatro gotas, dando por concluida una jornada laboral tan breve que Yolanda Díaz no se atrevería a proponérsela a la patronal. Sabemos que no debía de estar muy preocupado Mazón por fenómenos atmosféricos extremos porque no puede estarlo quien gobierna de la mano del partido del negacionismo climático.
Sabemos que Mazón no estaba solo aquel 29 de octubre en el que desapareció, y no me refiero a la supuesta mujer que lo acompañaba. Mazón era, antes de las lluvias y desbordamientos, un hombre de su tiempo. Un tipo rodeado de iguales que, sin víctimas aquella jornada, al día siguiente hubieran aplaudido que el pitido orwelliano no se activase porque libertad. Mazón es miembro de un PP que un día dice no conocerlo y al siguiente le aplaude puesto en pie para volver a desentenderse y pedirle explicaciones cuando el aniversario se acerca. Las ocho versiones diferentes de Mazón no son el único lío. Mazón no es un accidente. No es un error del departamento de recursos humanos de la derecha española. Mazón, el hombre que desapareció, mintió y se negó a asumir sus responsabilidades, es la norma como lo es la Ayuso que abandonó a 7.291 en hospitales madrileños. Feijóo, que le pide explicaciones a uno y calla con la otra, en función de lo que dicen las encuestas, también es la norma. Sabemos que Mazón no actuó solo cuando no hizo nada. Sabemos que hicieron falta muchas estupideces previas, muchos tertulianos del pitido orwelliano, muchos negacionistas climáticos con altavoz, muchas irresponsabilidades políticas sin consecuencia, sino con premio, para que nadie supiera, quisiera o se le ocurriera decirle a la población ten cuidado aquel día. Muchos de los que hoy piden la dimisión de Mazón porque les supone un lastre, también son responsables.
CTXT DdA, XXI/6149

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