jueves, 16 de julio de 2020

RECORDATORIO GIJONÉS: ¿QUIÉN ERA CASIMIRO CERVERO?


Félix Población


Todavía somos muchos los que conocimos el sonido de esa esquina gijonesa. La vía del tranvía, proveniente de los Jardines de la Reina, debía abrirse en ese punto para facilitar el giro de los dos vagones desde la calle de Los Moros -entonces de Pí y Margall- a la calle Jovellanos. Eso producía un prolongado chirrido metálico de las ruedas que bien se podría equiparar con la banda sonora de nuestra niñez. 

En 1932, año en el que Constantino Suárez tuvo la perspicacia de captar esta imagen tan apegada a la vida cotidiana de la ciudad, ese mismo sería el sonido emitido por el tranvía de Somió al dar la vuelta en esa esquina. El nombre del establecimiento ubicado en ese lugar, Casimiro Cervero, hace pensar en una de aquellas viejas tiendas de ultramarinos que tanto se resistieron a desaparecer de nuestras ciudades. Puede que el vehículo estacionado a la derecha, que parece un carro con tracción animal, abasteciera al comercio de don Casimiro de hortalizas y otros productos de aldea.

Tres caballeros con sombrero, elegantemente vestidos, dialogan con calma en la estrecha acera, a la derecha de la imagen. Por su aspecto respetable y el aplomo que denotan en la charla, se trata sin duda de tres clarísimos exponentes de la burguesía local. En la mismísima esquina apreciamos la presencia de dos mujeres y tres niñas de corta edad cuyo atuendo destaca por su blancura. Una de las dos mujeres, o quizá las dos, podrían estar al cuidado de las pequeñas. Apenas se perfila una de las niñas por detrás de la mujer con blusa blanca. O puede que vaya de la mano de un niño de mayor edad y pantalón corto que va delante y se encuentra de frente con un menestral, tocado con boina, vestido más modestamente y que transporta algún pertrecho. 

Detrás del menestral avanzan dos mujeres jóvenes que acaban de subirse a la acera, cuya mocedad se avizora por el perfil del rostro y el cuello descubierto de una de ellas.  Por detrás de ambas, que avanzan posiblemente del brazo, observamos a otras tres mujeres de edad avanzada, con una de ellas girando el rostro hacia las chicas. El personaje sin duda más definido de todos los que aparecen en la imagen es el del hombre joven, bien trajeado, con la cabeza descubierta y la mano derecha en el bolsillo, que camina con decisión y que bien podría se un funcionario de cierto nivel o un cargo de responsabilidad en la banca. 

Sin contar los dos transeúntes que avanzan al lado del carro, dando la espalda al fotógrafo y que se aprecian a la derecha, al fondo de la imagen, Suárez captó en esta fotografía a 18 gijoneses de 1932 pertenecientes a diversas clases sociales, como si esa variedad de estratos en un punto concreto de la ciudad, fuera motivo suficiente para que su cámara dejara testimonio una vez más de la intrahistoria ciudadana, con esa respiración de cotidianidad que alienta el espontaneo movimiento de los personajes y su desconocimiento del papel evocador que estaban jugando, en un pasajero momento concreto de sus vidas, para pasar anónimamente por delante de la mirada de sus conciudadanos casi cien años después

Es muy posible que ya no quede nadie entre nosotros capaz de explicarnos quién era Casimiro Cervero y a qué labor comercial se dedicaba el local que regentaba. Casi apetece buscar ese apellido en la guía telefónica de Asturias para que algún descendiente, si los hubiere, nos diera razón del cometido que tenía el tal Cervero en la céntrica esquina gijonesa, allí donde posiblemente más prolongado podría ser el chirrido metálico de las ruedas del tranvía: aquella banda sonora de nuestra niñez urbana a la que como contrapunto se le añadía el sonido reiterado de la bocina de campana que hacía sonar el conductor, tan característica de aquel perdido y siempre añorado medio de transporte.


       DdA, XVI/4561         

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