martes, 31 de enero de 2012

CELA CONDE HABLA DE CELA: LOS OJOS DEL VAGABUNDO


Félix Población

Este Lazarillo, visto el silencio inmerecido que sobre la literatura de Cela se ha dejado sentir ahora que se cumple el décimo aniversario de la muerte del escritor (Premio Nobel de Literatura en 1989), tuvo a bien solicitar de su hijo, el profesor y también escritor Camilo José Cela Conde, un breve artículo que glosara la personalidad del autor de La Colmena y las razones que, a su criterio, han influido para que al cabo de un decenio este país nuestro no tuviera apenas memoria de su obra literaria, cuya primera etapa es sin duda sobresaliente. En lugar del breve artículo solicitado, Cela Conde ha tenido la deferencia de enviarme el texto de una conferencia, organizada por Victorio Polo en Murcia el mismo año (2002) de la muerte del escritor gallego: Te mando el texto que leí en mi intervención -me dice-. Es mucho más largo (diez veces más) de lo que me pedías pero, en la medida en que la electrónica no ocupa lugar (o casi) tal vez fuese interesante incorporarlo a tu Diario del aire aunque sólo fuese a título de rescate de reliquias. Mi agradecimiento por lo que sigue, pues más que agradecimiento merece a los ojos de quien debe a Cela buena parte de sus querencias literarias, allá en la distante adolescencia:

Camilo José Cela Conde

Nací el diecisiete de enero de 1946. Ese día nevaba en Madrid, las calles se encontraban cubiertas de hielo y en las aceras abundaba la escarcha que deposita en invierno la madrugada.Mi padre murió el diecisiete de enero de 2002. Un día en el que el cielo de Madrid soltaba torrentes de agua y las nubes, preñadas de oscuro, anticipaban lo que iba a ser una noche larga de duelo.Entre esas dos fechas quedan cincuenta y seis años durante los que estuve cerca y lejos de mi padre, a veces en el mismo momento. ¿Puedo decir que llegué a conocerlo? Quizá sí, en la medida en que pueda decirse que cabe conocer a alguien. O tal vez no, porque –lo dijo Wittgenstein- asomarse a la mente de otro es una tarea inalcanzable.
Mi padre fue un escritor harto conocido y nada hermético; no es difícil tropezar con quien asegura haber compartido momentos íntimos con él y hasta convierte en profesión la circunstancia. Pero, por otra parte, los Camilo José Cela abundan, y la variedad es un tanto dispersa. Existió un CJC huraño y otro divertido, uno hirsuto y otro encantador. Hubo el escritor terrible, azote de periodistas, y el académico un tanto envarado, y el huésped de las fiestas de la patrona que cerraba, por agotamiento, las tabernas de los pueblos, y el hijo tierno de una madre joven de ojos azules, y el cronista impenitente de la España de la postguerra, y el poeta, y el actor de cine, y el torero, y el marqués. Hubo tantos Camilo José Cela que quizá no diese tiempo, en una vida completa, de conocerlos a todos.¿Con cuál habríamos de quedarnos?
La memoria se diluye con el tiempo. Las ideas se anquilosan, los recuerdos tiemblan y, en su lugar, aparece un cliché como recurso cómodo para negar la frase terrible del “ya no me acuerdo”.Cuando el tópico ocupa el lugar que corresponde por derecho propio al esbozo de la imagen auténtica, el novelista puede darse de manera ya definitiva por muerto. En su lugar aparece otra cosa, una página en los libros de texto tal vez, o puede que una estatua, o tan solo la lápida del cementerio. En la de mi padre no figura la palabra “escritor”, por cierto. Es el último episodio de un olvido que parece fruto de la maquinación del fatum. Porque hubo muchos Camilo José Cela, sí, pero sólo uno de ellos corresponde a lo que de verdad importa. El escritor.
¿Qué tal si probamos a recuperar su huella?Permítaseme hacerlo espigando algunas de las cosas sobre las que volví poco después de la muerte de mi padre. Como las fotografías, por ejemplo. He desempolvado unas cuantas por si pueden servirnos de falsilla para este viaje años atrás en busca del escritor ya desaparecido. Con la máquina de retratar por medio, los testigos disponen de una herramienta utilísima para avivar la memoria, para alentar el recuerdo, para volver sobre las emociones perdidas. Veamos qué da de sí la muleta.
El vagabundo se retrató un buen día, en un alto del camino, con la mirada perdida a las puertas de un oratorio románico. Sigamos la dirección que marcan sus ojos. Quizá nos lleven hacia los años aquellos en que acariciaban algunas de las páginas más hermosas que ha dado la literatura contemporánea en lengua castellana. Puede que nos acompañen hasta las tierras lejanas que se vertían en el cuaderno al mismo ritmo en que iban quedando atrás en la memoria. Los ojos lo son todo, a condición de que sepamos asomarnos a ellos.
¿Qué mira, cuando mira, un escritor? ¿Qué imágenes se le dibujan en la mente? ¿Le sucede como a nosotros, que decimos que vemos y a lo mejor estamos ciegos?Lo que aquí se ve es un hombre aún joven, de barba oscura y poblada y con la mirada –esa mirada que queremos rastrear- perdida a lo lejos. Lleva boina y está sentado en la escalinata que queda al pie del pórtico de una iglesia románica del Pallars Sobirà. Junto al mentón se yergue un cayado para atestiguar que el camino por los senderos de la montaña no es fácil, que es menester algún que otro sostén a menudo. El hombre aún joven descansa, hace un alto en el camino que le habrá de llevar más tarde, paso tras paso, al valle de Arán y al condado de Ribagorza en el Pirineo de Lérida. En la fotografía no se ve, pero el hombre toma notas de su viaje, apuntes y mapas dibujados un tanto al desgaire, con la confesión anticipada de que no tienen por qué ser tomados al pie de la letra. No se responde más que de la buena voluntad, dice, y acierta. La buena voluntad es garantía suficiente y más aún si la esgrime un hombre aún joven y solitario como un lobo que anda perdido por las nieves. El lobo no es mal espejo de caminantes, dice el hombre tan sabio como solitario. Acierta de nuevo.El personaje de la fotografía verterá un día sus planos y sus notas en el manuscrito del libro cuyo título no es difícil de adivinar con lo ya apuntado. En el libro ese hombre se llamará a sí mismo el viajero, siempre en tercera persona, sin apear jamás el artículo ni añadirle nunca al sustantivo coletilla alguna. Antes, en otras de sus caminatas por tierras de judíos, moros y cristianos, por los campos andaluces, por la Mancha entera, el hombre de la barba, la boina y el cayado tomaba el nombre del vagabundo. De eso tiene pinta en la fotografía, bien es cierto. El vagabundo. El bastón, la boina y la barba avalan tal condición. El cayado también, al alcance de la mano. Los ojos que otean el horizonte lo subrayan. El vagabundo de la Alcarria, del Guadarrama, de la sierra de Gredos. Del Pirineo.
Con estos trazos sabemos ya algo de lo que el viajero, el escritor, el vagabundo ve. Ve palabras, o tal vez las imagina. En realidad es lo mismo. En la realidad de un escritor el mundo que mira y el mundo que inventa son uno solo. Se funden en la mirada que se vierte en líneas, en los renglones que devienen cuartillas, en las páginas que, puestas una tras otra, encuadernadas y cosidas, forman un libro.El viajero había escrito y publicado varios libros antes de echarse al camino en busca de algo nuevo que mirar. Quizá le asustara aquello otro que, a través de su imaginación, había saltado a la notoriedad hasta convertirse en el mundo de veras, en la historia del momento que contrastaba con la otra historia oficial de los periódicos, los discursos y los partes oficiales después de una guerra tremenda que los vagabundos no acertaron nunca a dejar en el olvido.
¿A quién busca el hombre de la boina, el bastón y la barba? ¿A don Felipe, tal vez? En el Valle de Arán el vagabundo perdió a su amigo don Felipe, artillero de oficio, y lo estuvo llamando a gritos hasta enronquecer mientras coronaba el puerto de la Bonaigua. El amigo del vagabundo iba también de boina y cayado; se conoce que o lo exigía el terreno o lo daban las aficiones.Aunque puede que no, que no sea el artillero perdido quien adivina el vagabundo a lo lejos. Quizá sea otro de los muchos amigos de siempre, de los viejos amigos a los que rendiría con el tiempo el homenaje de recuperarlos por un instante en sus páginas otra vez. Puede que busque a Pascual, que lo recuerde en su último viaje hacia el banquillo en el que, tras besar el crucifijo que le tendía el padre Santiago, terminó sus días escupiendo y babeando.
"La familia de Pascual Duarte" es un libro que se escribió cuando Charo Conde y Camilo José Cela andaban de novios y, por tanto, mi padre vivía en la casa de mis abuelos de la calle de Claudio Coello, número 91, esquina Lista (que luego se llamó Ortega y Gasset). Muchos años después yo también viví en esa misma casa, con mi abuela Camila –su marido, mi abuelo Camilo, había muerto bastante antes. Recuerdo muy bien el piso, que ya no existe. Un pasillo enorme en zigzag, con habitaciones oscuras salvo aquellas que daban a algún patio. Salones y más salones, pero sólo dos retretes exiguos y un cuarto de baño. Un frío espantoso a pesar de la calefacción central, y la caldera, apenas tibia, renqueante como si hubiese de explotar a las primeras de cambio. En los años que pasé allí mi abuela dormía en el cuarto que había sido de mi padre, uno de los que tenían derecho a balcón pero cerrado a menudo para que no se colase por las rendijas de la madera el viento que bajaba de la sierra del Guadarrama.
Mi padre escribió "La familia de Pascual Duarte" dos veces. La primera, porque sí; la segunda, por mor de las cosas de los juzgados. Cuando copió su propio manuscrito lo hizo cuidando de poner la misma letra en las mismas cuartillas aunque, ¡ay!, las de la segunda vez eran de papel de hilo y llevaban un membrete lujoso, casi aristocrático, en el que se lee en letras versales el lema de “Real Academia Española” impreso con tinta azul.
Para escribir la primera vez el Pascual Duarte mi padre utilizó una pluma estilográfica que conservo. Una Parker, tal vez –la marca ha desaparecido del plumín, borrada por el óxido-, de cuerpo jaspeado en tonos de nácar que tiran a verde. La pluma está deformada en su parte trasera, y él decía que era a causa del calor de la mano, pero el testimonio de un escritor puede ser puesto en duda cuando resulta tan literario. Las demás plumas de mi padre fueron ya las Mont Blanc de toda la vida, las de cuerpo grueso y negro y mucho más grandes.
El escritor se hizo vagabundo en el "Viaje a la Alcarria" y volvió a la vida de la ciudad en el "Pabellón de reposo", los libros siguientes si dejamos de lado las recopilaciones de artículos como "Esas nubes que pasan". Todos esos textos se escribieron en la casa de la calle de Alcalá, la misma en la que vivían mis padres cuando yo nací. Se trataba de un piso pequeño en el que Camilo José Cela no tenía una habitación que le sirviera de despacho, quizá porque no lo necesitaba. Escribía un tanto a vuelapluma en la mesa del salón, que servía lo mismo para un roto que para un descosido. Era natural. El día se lo pasaba en la oficina de la Vicesecretaría de Educación Popular, en la censura, vamos. Las noches, muy a menudo, en el diario Arriba, vigilando que le metiesen en el periódico la columna con su colaboración de la que dependía no poco el que la familia pudiese comer durante la próxima semana. Incluso los caballos más flacos engordan algo cuando tienen encima el ojo de su amo.Al viaje por la Alcarria se llevó mi padre lápices y unos cuadernos como los de colegial para ir tomando notas. La pluma estilográfica le hubiese sido más bien inútil. Como tantas veces se ha dicho, Camilo José Cela la utilizaba al estilo de las plumas de ave de los recados de escribir de antes, mojándola en el tintero, y se limpiaba luego los dedos –para desesperación de mi madre- en los pantalones. En la mochila enorme que se llevó para el viaje cabían, cierto es, la pluma y el tintero, y hasta el escritorio mismo casi habría cabido, de haber hecho falta. Pero los equilibrios necesarios para andar del papel al frasco de la tinta en el viaje continuo de ida y vuelta, apoyándose en el equilibrio precario de las rodillas, hubiese sido demasiado artístico incluso para quien se vanagloriaba de escribir en cualquier parte.
¿Qué miraba entonces el escritor? ¿Lo sabremos, por ventura, o habrá que constatar que hemos perdido ya la huella de sus ojos?
La fotografía tiene autor esta vez, Karl Wlasak. Enseña un hombre jovencísimo, sin barba, ni boina, ni cayado, que oculta la mirada porque la reserva para una cuartilla del bloc de notas en el que escribe, pitillo en mano, con el dedo como garfio de halcón sobre el lápiz. Es el mismo dedo que habrá de deformarse con el paso del tiempo a fuerza de escribir las infinitas líneas de un mismo y único viaje.El joven que no es todavía un vagabundo, no del todo, el que no lleva boina, ni cayado y sí el pelo sujeto como con gomina para atrás, se arremanga la camisa. El joven que terminará siendo un vagabundo oculta por el momento la mirada que habrá de dejar más tarde perdida tras la raya de las aguas en las que se hunden los pescadores. Unos días antes ese mismo joven, a punto de zarpar, se pasea por la habitación de su casa, pone derecho un cuadro, huele unas flores. Ya sabe hacia dónde habrá de dirigir sus pasos. Es, de forma oficial, el viajero, aunque todavía no el vagabundo. El viajero está casado y sabe, porque lo dice, que los viajeros casados, cuando se echan a andar, tienen siempre a última hora una persona que les calienta el desayuno.Menos en el último de los viajes. A ése vas, lo quieras o no, con el desayuno frío detenido en las entrañas.
A la vuelta de la Alcarria, y por imposiciones del editor, mi padre tuvo que pasar sus notas a limpio y escribir el libro en sólo ocho o diez días. A favor de su oficio hay que decir que las prisas no se vieron reflejadas en el texto. Parece, muy al contrario, el fruto de un trabajo mucho más apacible y sereno. Quizá sea que no existe un viaje primero y uno último y media docena, o más, por medio. Hay solo un viaje, uno tenaz y continuo tras el rastro del velero perdido bajo las nubes que ocultan el horizonte. El viaje continuo te lleva a veces, bien es cierto, por lugares que no habías previsto visitar de antemano. Los vagabundos entran raras veces en las ciudades pero, en ocasiones, las nubes altivas imponen su criterio y les meten en el bullicioso tumulto de alguna que otra capital. Los vagabundos recorren entonces las calles cantando por lo bajo, pensando en los misterios de las caras de las casas, acordándose quizá de que pasaron hace tiempo por esa misma avenida de ventanas cerradas y persianas bajas cuando iban camino de la Alcarria. El viajero, antes de irse de casa, apunta que se despide de su hijo pequeño, cinco meses apenas, que duerme tumbado boca abajo como un cachorro porque tiene calor.Hace calor en la ciudad en el mes de junio y más aún cuando las nubes se cierran negándole el paso al viento que mueve, miles de leguas más lejos, los veleros.El viajero que está ya camino de la Alcarria baja por las tapias del Retiro y cruza la Puerta de Alcalá. Se llega hasta Cibeles y toma después por el paseo del Prado. No consta si, desde allí, acertó a mirar hacia la izquierda asomándose casi a la puerta del caserón de la calle de Felipe IV, a tiro de piedra desde la acera que lleva al Jardín Botánico. De hacerlo, se habría encontrado con el portal bajo llave. Los vagabundos no entran en la Real Academia de la Lengua Española y menos aún de madrugada.
Pero no adelantemos acontecimientos. La ciudad que recorre el viajero de salida hacia la Alcarria es Madrid, lugar que sería el personaje, y el nudo y la coartada de otro de sus libros más notorios, La colmena.La colmena se escribió en muchos lugares, una versión tras otra hasta llegar a la quinta y última, la que rescató mi madre de las llamas de la chimenea de la casa de Ríos Rosas cuando mi padre, un tanto desesperado, había decidido terminar el libro por la vía más urgente y dramática. El pueblo de Cebreros fue testigo de lo que le costó a Camilo José Cela parir el que quizá sea su libro más famoso. Trabajaba en un rincón de la cocina de la casa del Azoguejo, por la noche, escribiendo en una mesa de mármol procedente del Café Madrid. Decía mi padre que el tablero de mármol partido por la mitad y remendado luego procedía de una lápida de cementerio y que, pasando los dedos por debajo, se podía leer con el tacto, como en Braille, el nombre del muerto. Tampoco puedo dar fe: la mesa no se encuentra ya en casa. Ángel Fernández, El Cartujo, el dueño del café de Cebreros, se la regaló a mi padre y está ahora, es de esperar, en la fundación de Iria Flavia.Fue todo un detalle por parte de El Cartujo. Mi padre se pasaba una gran parte del día en el café Madrid, jugando al dominó y a la garrafina con el dueño, pero debo confesar que si Camilo José Cela era quien ganaba casi todas las partidas es porque hacía trampas.
Ya se ha dicho que el punto final de "La colmena", un tanto accidentado, se puso en la casa de Madrid del número 54 de la calle de Ríos Rosas, el primer hogar que yo recuerdo como tal, salvando todas las distancias necesarias con respecto a lo que son los hogares de las familias normales. En Ríos Rosas mi padre ya era un escritor si es que alguna vez no lo había sido antes. Un escritor a tiempo completo, vamos. Pero su taller era todavía un tanto confuso. Escribía a veces en una mesa de cristal baja junto a la chimenea, sentado en un sillón muy cómodo para cualquier cosa excepto para escribir con el cuerpo erguido. Cuando se cansaba había disponible una mesa redonda como de marquetería que mis padres conservaron, un tanto achacosa ya, hasta los últimos días de su matrimonio y que no tengo ni idea de dónde puede andar ahora, si es que aún existe. De hablar, daría fe de no pocos apuros y muchas cuartillas.
El Madrid aquél, el de "La colmena", echó al escritor y a su mujer de la ciudad y los llevó en volandas hacia una isla alejada y tranquila. Dicen que en busca de un lugar donde poder seguir doblando los dedos sin necesidad de doblar, además, el alma. Quién sabe. Puede que no, que el viaje hacia el oriente, mar adentro, no tuviera otro propósito que el de buscar los veleros perdidos tras el horizonte.En la mar la mirada llega muy lejos, a condición de que los ojos estén despiertos y el alma, en paz.
"La catira" fue el primer libro de mi padre que se escribió en Mallorca, pero no en ninguna de sus sucesivas casas de Palma sino en Villa Clorinda, una casa patricia del Puerto de Pollensa a la que llegaron Charo y Camilo José en busca de un lugar donde llenar las páginas del libro. Vino después Judíos, moros y cristianos, un viaje por las tierras de Castilla otra vez. Con la diferencia de que, en esta ocasión, el vagabundo no se detendría a las puertas de la Real Academia Española cerrada a cal y canto en el amanecer madrileño. Le serían abiertas en una ceremonia memorable.
La fotografía retrata ahora al vagabundo –barba y mirada firme; el cayado no se ve; la boina queda lejos y se cambia por un frac- en manos de Eugenio Suárez, el amigo que intenta hacerle el nudo de pajarita de la corbata. Contra todo pronóstico, de la manera más impensable, alterando las leyes firmes de la naturaleza, la de la gravedad, la de las fuerzas electromagnéticas, la de la lógica de enunciados, la de los principios de la termodinámica, el velero ha remontado el viento hasta meterse en tierra, cruzar la Meseta y plantarse en la cuna de los inmortales. El vagabundo, de barba todavía, va a ser investido académico de número en la institución más exclusiva que existe en el país, una que no deja que se incorporen a sus filas los vagabundos –ni de madrugada ni en la sesión plenaria- y menos aún si éstos se muestran barbados. Pero la Real Academia acepta al vagabundo en particular de la fotografía y le da medalla y cordón como a cualquier otro académico numerario. Le asignan la silla con la letra Q mayúscula. A cambio sólo tendrá que leer un discurso y comprometerse a ir por allí algún que otro jueves después de la hora de la siesta.
Lo hará sólo de tarde en tarde.No tiene tiempo para más. El pacto con el demonio quiere que cualquier vagabundo que escribe un libro continúe aplicado de por vida a la tarea de componer las cuartillas en las que confluye aquello que supo atrapar su mirada. No se puede empezar viaje ninguno si no se tiene el empeño, si no se hace la promesa íntima de que todo él será trasladado con orden y esmero, por encima de las tachaduras, hasta las páginas.El viaje comienza a veces antes de que los veleros suelten sus amarras. Cuando le das un beso a un niño dormido. Cuando caminas haciendo resonar tus pasos por las calles vacías. Cuando miras hacia las nubes en busca de un augurio. Cuando cuentas el destino amargo de Pascualillo quien, llegado el momento último, se descompuso un tanto al faltarle la presencia de ánimo. Todo eso y mucho más cabe en las páginas, en los libros, en las cartas que van puntuando el viaje como si se tratara de las comas de una oración interminable. A veces los signos de puntuación están de más cuando el viaje dura mucho, tanto como para tener que narrarlo por medio de nuevas fórmulas mágicas. Se pueden estirar las frases convirtiéndolas, al eliminar comas y puntos, en una sola a lo largo de trescientas hojas. Se puede volver sobre los amigos que desaparecieron mientras uno subía por los caminos de un puerto un poco más solitario. Se pueden invocar las nubes de la ciudad y, cuando quedan a mano, extraer de ellas las mil historias del miedo y de la angustia que siguen a todas las guerras, como quien saca las frutas del cuerno de la abundancia. Ya no recuerdas en qué recodo del viaje estás y, ¿sabes?, corres el riesgo de perderte. Hay quienes te dicen al oído que no es verdad, que jamás fuiste un vagabundo errante por los campos que separan el río Miño del Bidasoa, que tu lugar es otro, que la honra se mide con instrumentos que nada tienen que ver con una boina, o una barba, o un cayado. Los veleros que navegan viento en popa, sin más rumbo que aquél que traza la brisa sobre las aguas, a veces se pierden al toparse con una isla que no aparecía dibujada sobre las cartas de la navegación. Entonces las niñas que tocan el piano se mueren de tisis y de desesperanza. Las cartas de la navegación son importantes. Sin ellas cabe perderse al llegar a tierras remotas. Sin ellas quizá hasta te digan que el vagabundo es una leyenda indigna para quien atesora laudos y condecoraciones.
Poco a poco, sin apenas entender lo que sucede, el vagabundo ése de quien era difícil encontrar una foto fuera de los libros se convierte en personaje público, en carne de deseo de las crónicas de sociedad. Una mañana las noticias que vienen desde la Europa del norte desencadenan la locura. El premio de los premios, el que sólo obtienen los vagabundos muy cuidadosos en la tarea de verter sus recuerdos sobre el papel, es suyo ya.El velero se estremece. Cuando creía haber llegado a la isla de la fuente de la eterna juventud una laja oculta le rasga la obra viva. ¿Será posible que el recodo más feliz del viaje sea también una trampa, la amenaza peor que existe para cualquier vagabundo que creía haber logrado convertirse en un lobo solitario? ¿Quedará tieso el dedo curvado sobre la pluma que iba desde el papel al tintero, de ida y de vuelta, una vez y otra, con un ritmo que se antojaba invulnerable y eterno? ¿Será un recodo como cualquier otro del camino o, por el contrario, la etapa última y estéril, el final de las palabras escritas con una letra diminuta y las tachaduras tan cuidadosas como bellas? Las nubes te habían murmurado al oído susurros que ahora parecen callar porque el velero, con los fondos abiertos, ya no flota. Su madera es recia pero densísima, más que el agua, madera de guayacán, madera de boj, madera de mangle. Siempre que sucede eso hay que entornar los párpados, musitar una plegaria a los dioses que no existen y salir huyendo hacia dentro, hasta allí donde quedan la boina y el cayado, donde se refugiaron las hebras caídas cuando las tijeras se abrían paso a través de la barba. Hay que volver atrás, en ocasiones.El vagabundo certifica que es así sin necesidad de poner por testigo a dios alguno. Lo hace en las páginas finales de aquel primer viaje que fue luego el único, el permanente, el crucial, el admirable, mientras volvía de aquella Alcarria que nunca llegó a abandonar del todo. El vagabundo caminó por donde quiso y, por donde no quiso pasar, dio la vuelta…Retirarse del camino por el que no hay que pasar. Eso es lo que debe hacerse. Dar la vuelta. ¿Serás todavía capaz de sacar fuerzas de la nada cuando lo cómodo es caer en la tentación de lo más fácil, de aquello que jamás tuviste cerca de ti cuando, bastón en mano, te adentrabas por el filo de la raya de Francia?¿Sabrás dar la vuelta a tiempo sobre tus mismos pasos?
La fotografía última no viene. Es la imagen del antiguo viajero que humilla la testuz ante un rey remoto en el mes de diciembre de mil novecientos ochenta y nueve, cuando en la ciudad que queda muy arriba, en medio de la mayor oscuridad de las nieves del invierno, se celebra el ceremonial de la corte. Reverencia, medalla, diploma. Concierto excelso. Un premio que no es uno más; es el premio de los premios, el que está muchos codos por encima de cualquier otro imaginable.¿Qué debió pensar allí el viajero, aquél que en las faldas de los Pirineos nos decía que deseaba morir en el camino mismo como un viejo caballo y con las abarcas puestas?Las abarcas deslucen en el protocolo rígido y pomposo de la corona de Suecia. Frac, camisa blanca, chaleco y pajarita de color negro. Los demás galardonados llevan estas últimas prendas también blancas; el luto es un privilegio especial para los vagabundos capaces de alargar a los guardiaciviles una tarjeta de visita con letra de bulto que pone De la real academia española de la lengua. A partir de ahí la oscuridad del invierno se vuelve niebla negrísima de la mano de las nubes que pasan. Ya no llueve mansamente y sin parar, ahora nieva y la raya del monte termina borrada entre los copos que caen sin ganas. Las nieves son el mejor amigo de un lobo solitario pero, en esta ocasión, el vagabundo no sabe darse a tiempo la vuelta. Quizá no tenía a mano ni la boina, ni el bastón, ni el aderezo hirsuto de la barba. Su mirada se apagó mientras el lobo solitario huía nieve adentro.La luz desapareció del iris del vagabundo años antes de que pudiera, por fin, cerrar los ojos.

ADELSON Y LOS CASINOS COMO SÍMBOLO DEL SISTEMA


Ana Cuevas

El macrocomplejo de juego y ocio que se pensaba instalar en Los Monegros aragoneses (Gran Scala o Gran Estafa como lo llamábamos por esta tierra) acabó volatizándose no sin antes escribir una de las páginas más esperpénticas de garrulismo del Gobierno aragonés. Corría el final del año 2007 cuando los promotores de GS solicitaron alfombra roja al Pignatelli para presentar a bombo y platillo su proyecto. Vendedores de humo con antecedentes delictivos que embaucaron al personal con el tintineo de las máquinas tragaperras. La trama de esta aventura no tiene desperdicio.

Traficantes internacionales de armamento, estafas de casinos virtuales, sociedades encubiertas que se ubicaban en paraísos fiscales y hasta algún que otro crimen conyugal aderezaban el imaginario de esta malograda aventura. Pero cuatro años más tarde, tras modificar leyes, crear una polémica brutal en la sociedad aragonesa, gastarnos unos buenos cuartos en agasajar a estos bucaneros y especular con falsas expectativas de riqueza para la comarca, todo ha quedado en agua de borrajas. No vayan a pensar que los responsables políticos reconocieron después haberse equivocado. A día de hoy siguen sacando pecho y amartillando que, de presentarse una ocasión similar, volverían a hacer justo lo mismico.

Aquí somos así. Nos van las empresas surrealistas. Y más si están envueltas en luces de neón y evocan el acento de Las Vegas. Como en la Comunidad de Madrid, que lejos de escarmentar en cabeza aragonesa, se abre de brazos y piernas a la disparatada oferta de míster Adelson. Lo de oferta lo digo con retranca. Porque el multimillonario ya pide a priori que se le regale el suelo, se cambien las leyes inoportunas, se le exima de impuestos, poder contratar por debajo del salario de miseria o que se le construyan infraestructuras y otras fruslerías que, amén de costar un dineral al erario público, tendrían un impacto social y medioambiental muy negativo.

Los casinos podrían ser un símbolo del sistema. La fortuna, como en Wall Street, depende del azar y de las tramposas jugadas de los trileros. Pero igual que en el mundo financiero, la banca siempre gana. Se puede ser pardillo y jugarse hasta la camiseta propia. Pero con la escualida caja común ya no caben más apuestas. ¡No va más, señorías!

lunes, 30 de enero de 2012

NADIE ESTÁ A SALVO DE LOS EFLUVIOS DEPREDADORES DE LOS VIVIDORES


Fernado Buen Abad

Con gran esmero la burguesía ha perfeccionado una legión mundial uniformada ideológicamente con los más preclaros valores decadentes del capitalismo: Los “vividores”. Su trabajo es vivir del trabajo de otros, su placer es contar en silencio el número de víctimas a las que han saqueado algo, de algún modo: Una cena, un préstamo, un contrato, una recomendación, un libro, un empleo… un billetito. Los límites no existen y operan, individualmente o en grupo, siempre y cuando, a ese grupo, se le pueda sacar algo. Aunque sea un halago a su arte de vividor. Los tenemos por todas partes. Alertas. Su arte mayor es disfrazarse de corderos.

No pocas veces el talento organizativo de los “vividores” los conduce a gobernar países o a infiltrarse en esferas directivas clave. En algunos lugares se hacen llamar “monarcas”, en otras partes se dicen “excelencia”, “presidente”, “ministro”, “asesor”… la escala puede ser a nivel de compadres, de amigos, de vecinos, de familias o de matrimonios. No hay fronteras, no hay límites de edad ni freno a las ambiciones de un vividor amateur o profesional, hombre o mujer.

Es posible rastrear la Historia y obra de los “vividores” incluso a través de las artes. Los “vividores” se han hecho retratar, dibujar, esculpir… hay efigies, monedas, billetes y literatura plagadas con las andanzas épicas, líricas y dramáticas de “Grandes Vividores” capaces de acabar con la vida, las riquezas, las energías y la paciencia de pueblos, comunidades o individuos… minuto a minuto. Algunos lo definen como síndrome de vampirismo o complejo de Drácula. En su acenso la burguesía compendió todas las habilidades de los “vividores” y las perfeccionó. Su obra maestra se llama plusvalía pero sus destrezas se expanden a todas las esferas de las relaciones sociales expresándose claramente en la lucha de clases y en la creación del proletariado, masa inmensa de la que toda la burguesía chupa incesantemente para poder sobrevivir. El vividor es un parásito. Desarrollaron su ética y su estética, su política, su poética, su moral y su economía. Y nos la imponen. Ahora están de moda las series televisivas de vampiros. ¿Será una epifanía burguesa?

Nadie está a salvo de contaminarse con los efluvios depredadores de los “vividores”. Al fin y al cabo son paradigma de “la vida fácil”, de la vida regalada, del mundo del disfrute pagado por el trabajo de los demás… en suma son un emblema del individualismo, de la egolatría y del tufo de superioridad de clase que les hace creer que son “más listos” que todos los demás y que, por eso, se merecen el premio de vivir a las costillas de otros. Son una plaga y son una náusea. Forman, a diestras y siniestras, partidos políticos, iglesias, asociaciones, colegios, agencias de publicidad, claustros y academias. Crean escuelas enteras, poseen pedagogía y didáctica desde sus casas, en las sobremesas, en los cálidos consejos familiares o en las reuniones directivas de las empresas… tienen grados y tienen especialidades, tienen premios y tienen canonjías y prebendas que, ¡por supuesto!, se pagan con lo que le sacan a los que de verdad trabajan, a los pueblos, a la clase trabajadores, esté donde esté.

Son insaciables, reproducen en escala individualista la lógica de la acumulación capitalista y el colmo de su moral es que se sienten ejemplo y triunfo de la escala de los valores burgueses. Por eso muchos “vividores” estampan sus nombres y sus firmas en empresas, burocracias, bancos, latifundios e iglesias… Por eso se hacen adorar en ceremonias de usura desaforada, por eso fundan bolsas de valores, economías financieras y fondos monetarios. Por eso los “vividores” fabricaron siervos imitadores (“vividores” también) y los pusieron a gerenciar gobiernos cuyas tareas centrales son, claro, generar fondos para el salvataje permanente de sus amos “vividores” multinacionales. Negocio redondo.

Hay una lista larga de razones por las cuales los “vividores” se sienten intocables. Una de las más absurdas, pero más publicitadas, es que ellos son un símbolo, casi secreto, que sirve para representar la complejidad de una conducta paradigmática del capitalismo, un ser y modo de ser que encarna directamente toda la ideología de la clase dominante volviéndola, con artimañas de todo género, valor supremo, verdad absoluta, ejemplo totalizante a seguir con disciplina y como dogma irrefutable de un sistema en el que la fuerza productiva de la clase trabajadora se aliena y reduce a botín de “vivos”. Garantizan la bravura de su viveza con fuerzas represivas para el cuerpo y para la conciencia. Para eso inventaron, entre otras cosas, buena parte de la industria del “espectáculo”, del “entretenimiento” y de la “educación”. Eso será hasta que el proletariado decida “tomar el cielo por asalto”, inicie de verdad la Historia humana, deje atrás toda división de clases y ponga en orden el mundo entero. Esta vez ya sin “vividores”.


IGNACIO ESCOLAR: HAY INVERSORES INTERESADOS POR "PÚBLICO"


Félix Población

Medio año antes de su aparición en los quioscos, Ignacio Escolar empezó a trabajar en el proyecto del diario Público. Quienes saben de periodismo son muy conscientes de que esa etapa preparatoria es decisiva para la buena recepción de cualquier rotativo en su primera andadura comercial. Discurrió ésta de modo excelente bajo la dirección de Escolar, entre septiembre de 2007 y enero de 2009, mes en que fue destituido, sin que se pudiera discernir a ciencia cierta qué factores influyeron en esa decisión por parte de Mediapubli, que eligió entonces a Félix Monteira, periodista adscrito a la redacción del diario El País desde la fundación de este medio. Teniendo en cuenta la profesionalidad y buen hacer de Escolar, parece claro que las razones no debieron ser periodísticas, aunque esto sería él quien debería confesarlo.

Por eso, a la hora de evaluar las posibilidades que tiene Público de mantenerse en pie una vez solicitado el concurso de acreedores por parte de la empresa editora, las opiniones de Ignacio Escolar -cuya columna de última página es sin duda una de las más leídas del diario- son muy dignas de tener en cuenta, máxime si las formula después de la entusiasta campaña de solidaridad emprendida en las últimas fechas para que el periódico siga adelante.

Escolar ha dicho hoy -en conversación on line con los lectores de Público- que todo se resolverá, para bien o para mal, en las próximas dos o tres semanas. El plazo se me antoja muy corto para esperar lo mejor después de los negros presagios aventurados hace otras tantas semanas, sobre todo si Ignacio sigue sosteniendo que el momento es muy complicado y existen serias posibilidades de que Público se vea obligado a cerrar.

“Sin embargo -añade-, soy más optimista que hace unos días porque la ola de apoyo a Público está siendo inmensa. Las ventas en el kiosco están subiendo y hay inversores que se han interesado por el diario. Sería muy triste que Público cerrase porque hay 300.000 lectores en su edición de papel (y cinco millones de usuarios únicos en la web) para los que este diario es hoy imprescindible. Además, el proyecto está muy cerca de cuadrar sus números. Las pérdidas son ahora mínimas comparadas con la facturación: a poco que mejorase la situación económica, Público podía ser una cabecera rentable”.

El ex director del diario también respondió categóricamente a un lector que reprocha a Público pedir ahora ayudas después de haber recibido subvenciones millonarias: "Es falso que Público haya recibido millones de euros en subvenciones. Del total de ingresos del diario en estos años, apenas un 2,7% ha venido de publicidad de las administraciones públicas. Es un porcentaje muy inferior al de la mayoría de los medios españoles".

También es interesante lo que Escolar opina de la profesión en los adversos tiempos que corren: "El futuro de este oficio es pésimo a corto plazo. No hay otro sector -salvo el del ladrillo– donde se haya destruido un porcentaje mayor de puestos de trabajo. ¿A largo plazo? Yo quiero ser optimista, aunque cueste. A la prensa le ha tocado una crisis doble: coyuntural (la de todos) y estructural, con la llegada de Internet. La estructural es letal ahora porque en la web no se generan los mismos ingresos que tuvo el papel. Pero, a la larga, la web dará a los periodistas una autonomía e independencia que no hemos tenido jamás".

NIÑOS PALESTINOS EN LA CÁRCEL ISRAELÍ DE AL JALAME


Harriet Sherwood

Vídeo: http://www.guardian.co.uk/world/video/2012/jan/23/cell36-aljalame-prison-israel-solitary-confinement-palestinian-children

La celda es apenas más ancha que el delgado y sucio colchón que cubre el suelo. Detrás de un muro bajo de hormigón hay un retrete de cuclillas, cuyo hedor no tiene escapatoria al no haber ventana en la celda. Las ásperas paredes de hormigón disuaden a los niños de apoyarse ociosamente y la luz constante impide el sueño. Sólo la entrega de la comida por la rendija en la parte inferior de la puerta marca el tiempo y separa el día de la noche.

Es la celda 36 en las profundidades de la prisión Al Jalame, al norte de Israel. Es uno del puñado de celdas donde se aíslan a los niños palestinos durante días o semanas. Un menor de 16 años alegó que se le había encerrado en la celda 36 durante 65 días. La única escapatoria es la visita a la sala de interrogatorios donde se encadena a los niños a una silla con grilletes en pies y manos mientras se les interroga, algunas veces durante horas.

A la mayoría se les acusa de tirar piedras a los soldados o a los colonos; a otros de lanzar cócteles Molotov; y a algunos de delitos más graves, tales como tener vínculos con organizaciones militantes o de utilizar armas. También se les saca información sobre las actividades y simpatías de sus compañeros de clase, familiares y vecinos.

Al principio casi todos niegan las acusaciones. La mayoría dice que se les ha amenazado; algunos informan de violencia física. El abuso verbal, tal como “eres un perro, un hijo de puta”, es común. Muchos sufren de agotamiento por falta de sueño. Día tras día se les encadena a la silla para luego devolverlos a la celda de aislamiento. Al final, muchos firman declaraciones bajo coacción.

Estas alegaciones y descripciones proceden de declaraciones juradas proporcionadas por menores a una organización internacional de derechos humanos y de entrevistas realizadas por The Guardian. Otras celdas en las cárceles de Al Jalame y Petah Tikva también se utilizan para aislamiento, pero la celda 36 es la que más se cita en los testimonios.

+@The Guardian/PiensaChile


RAJOY SE CARGA LAS ENERGÍAS RENOVABLES


Ana Cuevas

Las técnicas de depredación del ser humano superan las de cualquier otra alimaña conocida. Como elefante por cacharrería, nuestra prolífica especie devasta su propia casa. Esquilma los recursos naturales y esclaviza a sus congéneres con la sociópata naturalidad con la que se maneja el capitalismo salvaje que nos gobierna. Estamos en el vórtice de la crisis más desconcertante de nuestra historia. A pesar del empeño suicida por restaurar un sistema que se cimienta en la injusticia social y en arrasar la biodiversidad que nos sustenta, los indicadores demuestran que ya estamos llegando al punto de no retorno. La Naturaleza grita desesperada pero permanecemos sordos.

Como sordo, ciego y enajenado debe estar nuestro gobierno para dinamitar el sector de las energías renovables en este país. Para una cosa no vergonzosa en la que podemos presumir de liderazgo mundial y que da empleo a decenas de miles de personas, van los chicos de Rajoy y se la cargan. Tendremos que conformarnos con ser los más punteros en el desempleo. Porque eso sí, a producir parados como churros, no nos supera ni dios. Parece cosa de orates, a estas alturas del expolio de la Tierra, seguir apostando por los lobbies de la energía sucia.

Las grandes compañías eléctricas han saqueado la Naturaleza a lo ancho y largo de la geografía mundial. De mano del neoliberalismo imperante, han creado sus particulares leyes de la selva para destruir y contaminar impunemente lo que es patrimonio de toda la humanidad. Por su parte, la energía nuclear sigue suponiendo un riesgo muy elevado con demasiados inconvenientes por resolver como la cuestión de los residuos. Solo tenemos que recordar Chernobil o la reciente catástrofe de Fukushima para cuestionar la tan cacareada seguridad de las centrales. Pero en contra de toda lógica y dictado del sentido común, nos desmarcamos de invertir en fuentes limpias y renovables que garanticen una mayor autonomía energética para favorecer a estas compañías y volvernos más dependientes todavía.

No debería extrañar de un partido que cuenta entre sus mentores intelectuales a un gurú negacionista como don Jose Mari Aznar. El ex-presidente pagado por la poderosa liga del petroleo definió el ecologismo como el nuevo comunismo y negó reiteradamente el calentamiento global. Todo por la pasta. Hasta sumergir las manos en el botín sangriento que le ofrecen sus patrones.

No tengo muy claro si los ecologistas somos o no los nuevos comunistas, como dice Jose Mari. De lo que no me cabe duda es de que continuar apoyando estas políticas energéticas depredadoras contribuye a generar más pobreza entre la gente, agotar todas las reservas y destrozar nuestro habitat natural. Díganme ustedes si a todo esto no deberíamos llamarlo terrorismo. Terrorismo contra el género humano. A mí me lo parece.

Foto: Consecuencias de la contaminación radiactiva en Chernobil.

sábado, 28 de enero de 2012

¿SERÁ GARZÓN VÍCTIMA DE UNA MONARQUÍA BANANERA?


Renée Jaitt


"¿Podría ser Baltasar Garzón víctima de una monarquía bananera? Como latinoamericana, me rebela seguir oyendo cómo en ciertos ámbitos se sigue hablando de las repúblicas bananeras. Más teniendo en cuenta que España apoyó las acciones de Garzón sobre dictadores foráneos, pero su Justicia no acepta las mismas acciones en el propio país. ¿Hasta dónde llegará la elasticidad de la memoria? ¿Hasta romperse? Resulta curioso que en las “repúblicas bananeras” sean los padres, madres y abuelos quienes busquen a sus descendientes, mientras en la “monarquía bananera” son hijos y nietos los que intentan recuperar la memoria de sus ascendientes. ¿Hay algún pacto oculto para preservar la imagen del rey? ¿Por qué la izquierda sigue frenándose con pudor ante la memoria histórica? Si hay Justicia, las puertas deben abrirse con la llave de Garzón. O buscar respuesta en el Diccionario de la Real Academia de la Historia.

+@La revancha del odio:
"Solamente en España quedan franquistas o personas que por omisión u obligación o convicción fueron parte del régimen y ahora no quieren ni recordarlo. Solamente en España quedan protagonistas de un sistema político que debió negociar amnistías. Para el mundo que no tiene franquistas ni conoce a esos políticos, el juicio contra Garzón es una gran fantochada, la defensa de uno de los regímenes más desprestigiados de la historia moderna".

+@TESORO
En la reunión de prensa de ayer en el Departamento de Estado de EE.UU. le preguntaron a la vocera Victoria Nuland si había algo que agregar a las declaraciones de Elliot Abrams sobre el plan sistemático de secuestro de niños durante la dictadura. Nuland recordó que en 2002 se habían liberado los cables del Departamento y de otras entidades sobre derechos humanos en Argentina, entre 1975 y 1984, y que los papeles “son un tesoro muy rico de información sobre lo que sabíamos y lo que hicimos”.
Página/12

SEVILLA "SANTIFICA" LA MEMORIA HISTÓRICA

El Ayuntamiento de Sevilla envió a primera hora de la mañana un comunicado en el que anuncia el inicio de los trámites para cambiar el nombre de la avenida Pilar Bardem por el de Nuestra Señora de las Mercedes. La calle que fue previamente conocida como general Merry pasó a tener el nombre de la actriz como consecuencia de la aplicación de la ley de Memoria Histórica. Poco después de ganar las elecciones, el alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, ya manifestó su intención de quitar el nombre de Pilar Bardem. Una de sus primeras ideas fue la de poner el nombre de la misma al periodista y escritor Antonio Burgos, uno de los representantes de la derecha más inmovilista sevillana, a la par máximo valedor ante la opinión pública durante los años de oposición del actual alcalde sevillano.

La argumentación dada por el Consistorio es que la hermandad de Santa Genoveva le ha entregado 2.327 firmas provenientes de vecinos, entidades de la zona y tres hermandades. El Barrio Tiro de Línea, donde se ubica la actual avenida Pilar Bardem, también se llamó Barriada de la República y después de Nuestra Señora de las Mercedes. La iglesia de Santa Genoveva fue impulsada por el general golpista y represor en Sevilla, Gonzalo Queipo de Llano, en honor a su mujer, del mismo nombre. La virgen del citado templo es Nuestra Señora de las Mercedes, el nombre de la madre del citado militar.

El cambio de nombre, cuyo proceso se ha iniciado ya por parte del Ayuntamiento, necesita ser aprobado por la Junta del Distrito Sur y posteriormente pasará al Pleno municipal.(El País).

+@UN EXCELENTE DOCUMENTAL (¡YA ERA HORA!): "CIUDADANO NEGRÍN"

viernes, 27 de enero de 2012

HOLOCAUSTO JUDÍO: LA GRAN BARBARIE DEL SIGLO XX

Francisco R. Pastoriza

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A medida que el lector se va adentrando en los dos volúmenes del libro de Saul Friedländer El Tercer Reich y los judíos (I. Los años de persecución y II. Los años de exterminio. Galaxia Gutenberg) se hace cada vez con más frecuencia la misma pregunta: ¿cómo pudo ser posible?. Desde la perspectiva de nuestros días, a pesar de conocidos genocidios posteriores como los de Camboya, a nuestra conciencia le cuesta aceptar que haya podido haberse producido algo tan brutalmente demencial como el holocausto judío, en una sociedad, además, que en aquellos años estaba en la vanguardia de la cultura y la educación europeas.

Friedländer, quien ganó el Pulitzer con esta obra, nació en 1932 hijo de judíos checos asesinados en Auschwitz. Refugiado en un seminario católico de Francia, a punto de ser ordenado sacerdote descubrió sus orígenes, y desde entonces se ha dedicado a investigar los crímenes del nazismo.

EL HUEVO DE LA SERPIENTE

Desde antes de la llegada de Adolf Hitler al poder en 1933, en la sociedad alemana se venían produciendo extraños comportamientos en relación con la minoría judía del país. El control de una parte del comercio y de la riqueza de Alemania por los judíos y la ocupación de puestos destacados en el mundo de la educación, el arte y la cultura, provocaban en la población aria una cierta actitud de desconfianza alimentada por el irredentismo territorial a consecuencia de la primera guerra mundial, la propaganda de los partidos políticos de la derecha y la crisis económica derivada del ‘crack’ del 29. Una de las tesis de este trabajo se basa en la culpabilidad, sólo parcialmente asumida, de una sociedad que aún cuando no alentaba los crímenes del nazismo, hacía oídos sordos o desviaba la vista de los terribles acontecimientos que se estaban produciendo abiertamente.

Las políticas nazis contra los judíos que el partido nacionalsocialista incluía en su programa no eran muy distintas a las medidas antisemitas defendidas por los conservadores alemanes desde varias décadas antes de la ascensión de Hitler al poder. La revolución bolchevique, cuya inspiración Hitler siempre atribuyó a los judíos, no hizo sino añadir leña al fuego del antisemitismo de la derecha. Así que cuando después de 1933 comenzaron a dictarse leyes explícitas contra los judíos, una mayoría de alemanes no se opuso a la privación de derechos ni a su segregación.

Las primeras medidas antijudías tomadas por el régimen nazi fueron contra la cultura y el arte. Se prohibió a los músicos judíos dirigir o interpretar conciertos para auditorios arios. Wagner, Richard Strauss, Beethoven y Mozart tampoco podían interpretarse para la comunidad judía. Las obras de Artur Schnabel, Yehudi Menuhim, Arnold Schoenberg o Kurt Weil no se oían ni en la radio. Los oratorios del Antiguo Testamento de Händel cambiaron sus títulos (‘Judas Macabeo’ se convirtió en ‘El mariscal de campo: un drama de guerra’) y del Réquiem de Mozart desaparecieron ‘Dios de Sion’ y ‘Sabbat’. A los escritores se les exigió una manifestación pública de correcta actitud ‘nacional cultural’, al tiempo que se organizaban actos públicos de quema de libros (en Berlín se quemaron más de 20 mil libros en una sola tarde) . Ocho mil escritores, artistas, músicos e intérpretes judíos de todo tipo fueron expulsados de la vida cultural alemana junto con sus empleados y agentes. Ni siquiera se libraron Einstein, Max Reinhardt o Lieberman (Thomas Mann tardaría aún tres años en aceptar la tragedia que supuso el nazismo). El monumento a Heine en Frankfurt fue retirado por orden del Gobierno y se cambiaron los nombres judíos de calles y plazas. Se prohibieron las obras de Schiller y Goethe. Profesores y ayudantes de origen y creencias judías fueron expulsados de las universidades después de llevarse a cabo purgas entre el personal docente, y se prohibió a los alumnos judíos obtener el doctorado. Los niños alemanes fueron expulsados de las escuelas. La prensa judía fue prohibida. Después vino el acoso a los juristas, sacados a rastras de despachos y tribunales; a los médicos, a los que se prohibió ejercer su profesión en pacientes arios; a los funcionarios de todos los niveles. Se prohibió a los judíos poseer granjas, dedicarse a la agricultura y alquilar puestos en los mercados de las ciudades. Pronto comenzó a prohibírseles la utilización de instalaciones deportivas y la entrada a las piscinas públicas, y en algunas ciudades tenían cerrado el acceso a los cines y a guarderías y asilos de ancianos. En noviembre de 1938 los judíos ya habían quedado excluidos del sistema general de ayudas sociales. En las ciudades alemanas comenzaron a producirse disturbios antijudíos fomentados desde el poder. A plena luz del día las tiendas eran rociadas con ácido, sus puertas pintadas con insultos y sus escaparates destrozados. Los propietarios y empleados, golpeados (a veces también los clientes). Estas manifestaciones tuvieron su punto culminante durante el 9 y 10 de noviembre de 1938 durante la llamada Noche de los Cristales Rotos, en la que se destrozaron 7.500 negocios y fueron quemadas 267 sinagogas en todo el país (por cierto, los judíos fueron obligados a demoler las sinagogas dañadas, corriendo los gastos a su costa). Las restricciones de créditos por parte de los bancos y el boicot a sus negocios obligaban a los judíos a venderlos a precios de saldo; también los objetos y obras de arte, los documentos históricos y los libros. Todo esto ante la mirada de una sociedad que si bien en privado condenaba los actos de violencia antijudía, nunca se organizó para protestar contra la barbarie nazi: ningún grupo social, ninguna comunidad religiosa, ninguna institución escolar o asociación profesional de Alemania o del resto de Europa declaró su solidaridad con los judíos (II. 25).

El antisemitismo inició una fuerte y rápida expansión por Europa. En Francia, escritores como Bernanos, Maurras, Drieu La Rochelle, Blanchot y Celine instigaban la persecución a los judíos desde publicaciones de la derecha. En Polonia, con un 10% de población judía, los sentimientos antisemitas, de carácter religioso, se veían reforzados por el supuesto control judío de profesiones y sectores económicos clave. En Viena la crueldad de la persecución sobrepasó a la del Reich, con espectáculos públicos de degradación, palizas y batidas, y robos de bienes, dinero, joyas, muebles, viviendas y negocios. Rumanía, Hungría, Ucrania, Bielorrusia y los Países bálticos vieron crecer en su seno el antisemitismo y celebraron la persecución a los judíos. La guerra aún no había comenzado.

GUETOS Y DEPORTACIONES

La otra denuncia que hace Friedländer en esta obra es la de la pasividad de las iglesias cristianas europeas (católica y protestante) ante la persecución a los judíos, exceptuando manifestaciones personales y de grupos minoritarios (en Francia, Algunos obispos incluso apoyaron abiertamente las medidas antijudías. II.174). Friedländer percibe en la actitud de la Iglesia católica un antisemitismo moderado, sobre todo porque algunas víctimas eran judíos conversos. Cuando se tomaron las primeras medidas, ningún obispo, ni dignatario de ninguna iglesia, ningún sínodo hizo declaración abierta alguna contra la persecución de los judíos en Alemania (I.68). La iglesia evangélica llegó a exigir el retiro forzoso de pastores de origen judío o casados con mujeres judías y publicó un Nuevo Testamento desjudaizado. El autor denuncia también el silencio de Pio XII y su decisión de retirar la encíclica Humani Generis Unitas, en la que su predecesor criticaba el régimen nazi y sus teorías raciales, aun sin condenar el antisemitismo. El temor ante la fuerza que estaba adquiriendo el movimiento bolchevique en Rusia, que aumentó tras la caída de Mussolini, se señala como una de las causas de la ambigua postura del Papa. Esta preocupación del Vaticano era perfectamente conocida por Hitler, que se aprovechaba de la situación del Papa: sólo le queda una elección: el nacionalsocialismo o el bolchevismo, escribió Goebbels en su diario.

Iniciada la guerra, el nazismo se propuso el exterminio total de los judíos. La persecución se extendió a Dinamarca, Noruega, Holanda, Bélgica y Francia, donde se organizaron pogromos contra los judíos, y a los países del Este europeo que Alemania iba ocupando y en los que se llevaban a cabo asesinatos masivos de miles de judíos, enterrados en gigantescas fosas comunes. Se dictaron nuevas medidas, como la obligación de llevar un brazalete identificativo, una estrella amarilla pegada a la ropa, la de entregar los aparatos de radio, las máquinas de escribir, los prismáticos y las bicicletas, la de hacer las compras de 8.00 a 9.30 de la mañana (no podían comprar productos como carne, verduras o chocolate). Se establecieron campos de trabajo y guetos para concentrarlos y facilitar su deportación, como los de Varsovia y Lodz, donde la aglomeración y las condiciones de hambre, frío e insalubridad provocaban la muerte de decenas de judíos diariamente: la tasa mensual de muertes en el gueto se estabilizó en torno a las 5.500 personas (II.335) El 12 de noviembre de 1941 Himmler ordenó a Friedrich Jeckeln que asesinara a los 30.000 judíos del gueto de Riga y ...seguía preocupado por el fuerte stress que a sus hombres imponían esos asesinatos en masa (II.357-358). En el gueto de Lublin el exterminio fue total. En 1939 comenzaron las deportaciones de judíos de Austria y Polonia a los campos de concentración de Buchenwald, Mauthausen y Auschwitz, en trenes destinados al transporte de animales y mercancías, en unas condiciones que provocaban la muerte de un elevado número de prisioneros durante el trayecto. A su llegada a los campos eran asesinados. Sus casas, sus granjas y sus negocios fueron ocupados por arios.

LA SOLUCIÓN FINAL

Ya antes de la guerra, los dirigentes nazis estaban convencidos de que el problema judío no se iba a solucionar con simples “arreglos prácticos” sino que era necesario algo infinitamente más radical si se quería cumplir con la voluntad de Hitler de que los judíos debían desaparecer de Europa. Se barajaron planes como el dejar morir de hambre a los residentes en los guetos y campos de trabajo (en buena medida, como hemos visto, se cumplieron). A partir de 1941 los nazis comenzaron a pensar seriamente en lo que llamaron Solución Final, es decir, el exterminio total de los judíos de Europa. En un solo día, el 29 de septiembre de ese año, los alemanes mataron a tiros a 33.700 judíos de Kiev en el barranco de Babi Yar. En Ucrania, Lituania, Rumanía, Yugoslavia y Hungría se llevaron a cabo operaciones similares. Para acelerar el exterminio se utilizaron camiones con gas capaces de asfixiar a cientos de judíos en pocos minutos, y en los campos comenzaron a funcionar las cámaras de gas, con capacidad para miles de personas. Hambrunas, fusilamientos masivos, camiones y cámaras de gas exterminaban a cientos de miles de judíos diariamente. A medida que se iban produciendo reveses en el frente del Este, Hitler acentuaba los métodos para el exterminio con la multiplicación de las Aktion en las que se asesinaba a decenas de miles de judíos. 1942 fue el año en el que la ofensiva alemana contra los judíos alcanzó su punto culminante. La Solución Final debía estar completada antes del 31 de diciembre de ese año. Para este objetivo se instalaron en Treblinka cámaras de gas capaces de hacerse cargo de las 18.000 personas que llegaban diariamente a ese campo (de julio a agosto fueron gaseados 312.000 judíos aquí). En Auschwitz sólo quedaron con vida 200.000 de alrededor de 1.300.000 judíos. En Belzec habían sido exterminados 434.000 y unos 100.00 en Sobibor. En 1943 ya habían muerto dos millones y medio. Al final de la guerra habían sido asesinados entre cinco y seis millones.

+@25 años de "SHOAH"

SI CAMPS ES "MUY HOMBRE", ¿POR QUÉ NO SE LE REHABILITA EN SU CARGO?


Ana Cuevas

Los del Partido Popular están que se salen. El "Honorable curita" Francisco Camps y su megapijo escudero Richi-Beluga han sido declarados no culpables en el juicio de los trajes. Es verdad que la sentencia tampoco aclara que sean inocentes. Y que en un futuro próximo, si se recurre el veredicto como es previsible, tendrán que someterse a un jurado profesional. Pero eso no ha sido óbice ni cortapisa para que la plana mayor de los populares se venga arriba y entone hosanas exigiendo la restitución de la honra de los martires valencianos.

La Barberá, oprimiendo el vuitton regalado bajo su exuberante axila, lanza soflamas de alabanza sobre su amigo Paco. ¡Hay que ser muy hombre- dice doña Rita- para tener tanta paciencia! Esto demuestra que Valencia ha tenido un presidente honrado y que existía un complot judeo-socialista para ensuciar la imagen de liderazgo de la Comunidad. ¡Mujer!, si nadie pone en duda que la Comunidad Valenciana es líder indiscutible en algunas materias. Por ejemplo en que su credibilidad financiera está al nivel de Angola. En eso aún no la superamos ninguna. Aunque hayamos estado gobernados por pérfidos zapateristas o incluso por stalinistas.

Otro al que le salen cresta y espolones con la absolución es Alberto Fabra. Sostiene que así se prueba que todo son insidias y mentiras pergeñadas por la envidiosa oposición. ¡Pues claro que sí! Como lo de los 15 millones que se pagaron por el proyecto de un rascacielos que nunca se construyó. No, eso no, que eso era verdad. ¿Y qué me dicen de esa falacia sobre que fiscalía y policía andan investigando la posible malversación de cientos de millones de euros desde la CV? ¡Vaya! Tampoco sirve que resulta que es verdad. En fin.

Dolores de Cospedal (con los ojos arrasados, a puntico de clavarse la mantilla y la peineta) interpela dramáticamente al respetable: ¿Quién le devolverá el honor a Francisco Camps?.Convendría explicar a la secretaria popular que, para encontrar algo perdido o arrebatado, es premisa imprescindible haberlo poseido alguna vez.

Una humilde sugerencia al coro Campskiano: Ya que se muestran tan alborozados por la no culpabilidad de Camps y por su ejemplar desempeño político, que ha catapultado a Valencia hasta la cumbre del endeudamiento administrativo del estado español, ¿por qué no rehabilitan en el cargo al que, según dicen ustedes, renunció gallarda y voluntariamente? ¡Ah claro!, aún queda mucho Gürtel por desentrañar. No vaya a ser que los nombres de estos santos varones vuelvan a ser objetivo de las hordas marxistas y se les arrastre de nuevo por el lodo de los tribunales, con tan mala pata que esta vez se les declare SÍ culpables.


EL HONOR DE CAMPS Y COSTA
Se pregunta María Dolores de Cospedal quién repara ahora “la honorabilidad de Camps y Costa”. Está en su mano: como secretaria general del PP, fue De Cospedal quien suspendió de militancia a Costa. Fue su partido quien presionó para que Camps presentase su dimisión y se autoinculpase para evitar el bochornoso espectáculo que hemos presenciado en el juzgado. Si realmente el PP cree que Francisco Camps es honorable, ejemplar y sin mácula, lo justo sería restaurarle en su puesto de presidente de la Generalitat Valenciana.
Ignacio Escolar

jueves, 26 de enero de 2012

¿POR QUÉ HA MUERTO UN PRESO EN CUBA?


José Antonio Martín Medem

Con las barbaridades de Guantánamo y de los miniguantánamos de los Ficheros de Internos de Especial Seguimiento y de los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE), los Gobiernos de Estados Unidos y de España no tienen autoridad moral para intervenir contra el de Cuba por la muerte de un preso. Pero quienes apoyamos el derecho de los cubanos a defender su soberanía nacional y la autodeterminación de su sistema político, podemos y debemos pedir por lo menos explicaciones.

Las denuncias de Amnistía Internacional (AI) no son verdades indiscutibles pero no se puede admitir el procedimiento desequilibrado de darles credibilidad sólo cuando les interesa a los amigos. En este caso, AI coincide con la oposición al considerar que “la responsabilidad por la muerte del preso de conciencia Wilman Villar Mendoza, después de una huelga de hambre, recae directamente en las autoridades cubanas que lo juzgaron sumariamente y lo encarcelaron por ejercer su derecho a la libertad de expresión”.

Si es verdad, según la versión de la disidencia, que lo encarcelaron por participar en una manifestación, condenado en un juicio sin garantías, y padeció una neumonía como consecuencia de su internamiento en una celda de castigo por declararse en huelga de hambre, el Gobierno cubano tiene que asumir la responsabilidad que le atribuye Amnistía Internacional.

Si es verdad, como asegura la información oficial publicada por el periódico Granma (vd. infra), que no era un disidente, que no estaba en huelga de hambre y que había sido encarcelado por golpear a su esposa y resistirse a la intervención de la policía, el Gobierno cubano tiene que explicar cómo enfermó de la “neumonía severa” que reconocen y por qué al trasladarlo desde la cárcel al hospital ya no pudieron impedir su muerte. La información de Granma no lo aclara.

El presidente de Cuba, Raúl Castro, denuncia continuamente la resistencia de la burocracia contra las reformas económicas y sociales. No parece exagerado que esos funcionarios con mucho poder puedan provocar conflictos que condicionen a los reformistas en la resistencia sin brechas ante la presión internacional. La muerte de Wilman Villar Mendoza se produce precisamente cuando se va a realizar la Conferencia Nacional del Partido Comunista de Cuba que con esta crisis puede ser controlada con más facilidad por los sectores del sistema cubano que bloquean la democratización del proyecto socialista en la isla.

No contribuye al acceso sobre la verdad de lo ocurrido el manejo de los medios de comunicación en Cuba que, según el documento para el debate en la Conferencia del PCC, deberían “desarrollar un periodismo objetivo y de investigación que permita desterrar la autocensura, la mediocridad, el lenguaje burocrático y edulcorado, el facilismo, la retórica, el triunfalismo y la banalidad”.

Adenda
Nota informativa publicada en Gramma: Download (PDF, 91.33KB)

SOCIALISTAS QUE SE VAN DEL PSOE


Lazarillo

A este Lazarillo le consta, porque tuvo para ello la proximidad suficiente, que a lo largo de la historia reciente del Partido Socialista Obrero Español fueron no pocos y muy valiosos los militantes que se dieron de baja. También se debe significar que la marcha de los más valiosos, disconformes con la adulteración de la línea ideológica que sigue constando en las siglas del partido, no obtuvo la compensación equivalente con el acceso de nuevos militantes, pues la mayoría de estos accedieron al Partido Socialista en cuanto se convirtió en alternativa cierta de poder, fue poder y/o se mantuvo por varios lustros en el poder.

Me temo que una buena parte de esa militancia oportunista es la que ahora, desde sus respectivas parcelas de poder en el seno del PSOE, dirige la conformidad y atonía que representa tener como única alternativa la posibilidad de elegir secretario general entre dos candidatos (Pérez Rubalcaba y Carme Chacón) que huelen a hoguera -por quemados- tras la desafortunada gestión del Gobierno del que formaron parte hasta hace unos meses. Por eso, el artículo que sigue, firmado por Eduardo García García, merece ser recapacitado por quienes crean que las siglas de ese partido son algo más que historia, en el aventurado supuesto de que en el PSOE quede todavía alguien capaz de una reflexión así:

"Hace pocos días, Ángel Luis García, un buen amigo y compañero, decidió darse de baja del PSOE después de treinta y tantos años de militancia ininterrumpida. No sería sincero si dijera que me pilló de sorpresa, pues en los últimos años tuvimos algunas conversaciones referidas a la posibilidad de suspender nuestra militancia ante la persistente sensación de extrañeza en nuestra propia casa.

Con él, además de compartir amistad y militancia en el PSOE y en la UGT, viví en directo la transición democrática, las primeras elecciones municipales, el abandono del marxismo, el triunfo histórico del ochenta y dos, la ruptura traumática del sindicato con el partido y todo cuanto aconteció política y sindicalmente hasta el momento actual.
Además desde hace un montón de años compartimos jueves de tertulia con otros amigos y amigas en Casa Beni, un lugar especial donde la palabra solo es interrumpida por un culete de buena sidra.

Sin caer en maniqueísmo ni en quejas baldías, no puedo dejar de preguntarme sobre las causas que motivaron que una persona con fuertes convicciones ideológicas abandone la organización a la que perteneció más de la mitad de su vida. Bob Dylan diría que la respuesta flota en el viento. Pero en este caso la respuesta está en el desprecio y en la falta de respeto que, desde hace tiempo, hace gala la clase dirigente del PSOE con los que creen en los valores fundamentales socialistas y actúan con arreglo y en consonancia a los mismos.

Está en la actitud excluyente de los «aparatos políticos» hacia aquellos que dudan o discrepan de sus acciones o planteamientos o en el leguaje zafio y reaccionario de quienes llaman a la integración y a la convivencia y al minuto están ajustando cuentas y enviando a la hoguera a quienes no les muestran obediencia y lealtad ciega. También está en esa miserable y lamentable obsesión de permanecer, como sea, ocupando los espacios de poder sin tiempo limitado.

En definitiva, la respuesta está en la desnaturalización de este partido centenario, gravemente enfermo de poder y en el que algunos/as trepas sin demasiados escrúpulos encontraron su mejor cobijo para satisfacer sus exclusivos intereses. Amigo Ángel Luis, no sé si el tiempo nos quitará o dará la razón, pero ten la certeza, al menos, que en la casa socialista el extraño no eres tú".

miércoles, 25 de enero de 2012

MISERIAS DEL PERIODISMO, PERIODISMO DE MISERIA


Félix Población

Hace un par de días, con motivo de la festividad del patrón de los periodistas, la presidenta de la Asociación de la Prensa de Madrid (APM), Carmen del Riego, dio a conocer una declaración bajo el título Por un trabajo digno: gratis no trabajo, que da idea de la degradación a la que se ha llegado con el oficio de la información en el mercado laboral, a pesar de que estemos en la llamada sociedad de la información.

Someter a la profesión de periodista a tal ignominia, el trabajo gratuito, debería abochornar a un país que se dice democrático y no deja de proclamar que entre sus libertades está la de la libertad de expresión. ¿Se puede creer que sin el más elemental de los derechos, como es el de recibir un estipendio por el trabajo realizado, llegue a darse una mínima garantía de que ese trabajo responde a la calidad, ecuanimidad y rigor necesarios como para contribuir con el mismo a una sociedad democrática más sólida, crítica, diáfana y plural?

Dice Carmen del Riego, que fue elegida presidenta de la APM no hace mucho, que el motivo de la declaración aludida obedece la recepción de numerosas quejas y denuncias sobre ofertas de trabajo humillantes e indignas, tales como ofrecer 0,75 céntimos por noticia a los profesionales de la información. Incluso me consta, porque los he leído, que se difunden anuncios en lo que los periodistas no solo no recibirán remuneración alguna, sino que pueden ser seleccionados preferentemente si aportan su coche particular y/o herramientas personales (cámara de vídeo, etc.) para el ejercicio de su tarea.

Si a ello sumamos que el año pasado fue el peor en mucho tiempo para la profesión, con un total de casi tres mil despidos solo en Madrid, más de cincuenta medios cerrados y casi veinte expedientes de regulación, el panorama es como para preocuparse, incluso teniendo en cuenta el periodo de crisis económica en que no encontramos y que de un modo notable está afectando sobre todo a los medios impresos, también perjudicados por la proliferación del periodismo digital.

La Federación de las Asociaciones de la Prensa de España, a instancias de la APM, reclamará al Gobierno y a los partidos políticos para que la dignidad de la profesión periodística no siga soportando esas vergonzosas ofertas y prácticas de trabajo por parte de determinados editores. En este sentido sería recomendable y urgente habilitar las correspondientes inspecciones a cargo del ministerio competente.

No tengo mucha confianza en que eso o cualquier otra medida que contibuya a la dignificación del oficio se lleve a cabo, al menos mientras desde el Gobierno, con su presidente a la cabeza, se sigan dando ruedas de prensa sin preguntas en las que la presencia de los periodistas únicamente cumple el objetivo de ofrecer propaganda, no información.

martes, 24 de enero de 2012

LA VOZ DE GARZÓN Y LA VOZ DE LOS ABOGADOS DE ATOCHA






Félix Población

Quienes vivieron de cerca aquellos días recordarán la máxima tensión que se respiraba en Madrid el 24 de enero de 1977 y siguientes, con un riesgo de involución política permanente. En esa fecha fueron asesinados en un despacho laboralista del Partido Comunista, en la calle de Atocha, Luis Javier Benavides, Ángel Rodríguez, Enrique Valdevira, Javier Sauquillo y Serafín Holgado.

Aquel fue un crimen franquista, realizado por un comando de ultraderecha, cuyos inductores máximos -según los abogados encargados de la acusación particular- no llegaron a sentarse nunca en el banquillo por la lamentable instrucción que hizo del caso el juez Rafael Gómez Chaparro. Anotaba Bonifacio de la Cuadra, en un artículo publicado hace un par de años con motivo del acto que anualmente se celebra en memoria de los abogados laboralistas, que fue el magistrado José Antonio Martín Pallín quien calificó aquel juicio como el primero y el último contra el franquismo, vista la imposibilidad de que la vía judicial abierta por Baltasar Garzón para investigar los crímenes y las desapariciones durante la dictadura contara con el apoyo del ministerio fiscal.

Paradójicamente, un bienio después y el mismo día en que se cumplen 35 años de ese último crimen franquista en los albores de la Transición, es el juez Garzón quien se sienta en el banquillo, acusado de prevaricación por un pseudosindicato de ultraderecha y Falange Española de las JONS, organización esta última de las más caracterizadas en la represión franquista durante la Guerra Civil.

Creo, si mal no recuerdo, que fueron 300.000 las personas que asistieron a la manifestación de duelo que se celebró en Madrid con motivo del atentado de la calle de Atocha. Quienes estuvieron presentes no la olvidan por la intensidad, emoción y fervor democrático que se respiró en la masiva convocatoria que colmó la Plaza de Colón.

No hubo gritos entonces, sino un impresionante silencio, aunque todos los concurrentes podrían haber coreado a una sola voz el verso de Paul Eluard que ayer sirvió de lema en el homenaje celebrado en la sede de Comisiones Obreras en memoria de los abogados asesinados: Si el eco de su voz se debilita, pereceremos. Veremos qué hace la justicia con la voz de Baltasar Garzón, sentada hoy en el banquillo.

+@Los abogados de Atocha y la memoria democrática, por Bonifacio de la Cuadra

+@Hace 35 años llovieron claveles (álbum fotográfico de Germán Gallego)

PORTUGAL ROMPE EL CONTRATO SOCIAL Y ARTURO FERNÁNDEZ SIENTE PELUSILLA


Ana Cuevas


El vicepresidente de la patronal española siente pelusilla de sus compadres portugueses. En el país hermano sí que han tenido una respuesta contundente a las necesidades empresariales. De un certero hachazo, se han librado de casi todos esos obsoletos lastres que han venido a denominarse como derechos de los trabajadores. Obstáculos como pagar una indemnización digna por un despido, pretender cobrar las horas extras o tener un mes de vacaciones dificultaban extraordinariamente el enriquecimiento a espuertas de los amos de la producción.

El gobierno portugués ya cayó bajo la lógica aplastante que esgrimen los mercados para hacer añicos el contrato social. Primero se pone al país contra las cuerdas (a golpe de deuda financiera) para posteriormente pasar a rescatarlo bajo la condición de imponer unas draconianas condiciones laborales y sociales a la ciudadanía. Aquí se espera que la cosa lleve un derrotero parecido. Con esa tendencia a la obesidad que sufre nuestra prima de riesgo no se puede descartar la amenaza del rescate. Y digo rescate a lo que deberíamos llamar secuestro. Sobre todo de la Democracia, que se convierte en la principal cautiva de las demandas del capital.

A don Arturo Fernández le pone burraco el eco del fado amargo que les toca entonar a los trabajadores portugueses. Sabe perfectamente que la reforma laboral que evoca en sus sueños húmedos no creará más empleo. Pero a cambio convertirá el mercado laboral en un muladar donde los esclavos, algunos sobradamente preparados, se maten entre ellos por trabajar en precario.

Don Arturo fantasea con esa legislación lusa que le está pidiendo el cuerpo mientras pasea en el maserati que le compró al rey Juan Carlos para engordar su ya nutrido parque móvil. Tararea una canción que se torna macabra al brotar de su castiza boca: "Canto da nossa tristeza, choro da nossa alegria, pago a sangue e a dinheiro..." ¡No me digan que no se les ponen los pelos como alcayatas!

+@Ni casas sin gente, ni gente sin casas

lunes, 23 de enero de 2012

"PÚBLICO": DOCE MIL APOYOS EN DOCE HORAS


Lazarillo

Hace unos cuantos días, mi querida amiga la escritora Lidia Falcón tuvo a bien enviarme el manifiesto redactado por su compañero, Carlos París, a favor de la permanencia del diario Público en los quioscos, tras la solicitud por parte de la empresa editora de la declaración voluntaria de concurso de acreedores.

Entra los párrafos del texto hay uno que describe mejor que otros lo que representa ese joven diario en nuestros días: En sus páginas -se dice-, frente al desconcierto, el conformismo y la resignación ante la actual crisis, se han publicado rigurosos y documentados análisis sobre la misma, acompañados por propuestas eficaces para lograr su superación. Se ha fustigado con minuciosidad y rigor la corrupción política y social, que degrada nuestra actual realidad. Se ha defendido la necesidad de hacer justicia a nuestra más reciente historia, a la II República española y a las víctimas de la dictadura. Se ha prestado amplia atención al Movimiento de los Indignados del 15 M con su análisis. Y se han acogido y apoyado las demandas feministas, además de excluir, en un gesto ético, cualquier publicidad de la prostitución.

El escritor y filósofo, presidente del Ateneo de Madrid, contó en principio con el respaldo de 200 firmantes vinculados con el mundo de la cultura, las artes, la universidad y el periodismo, a los que se unieron -según fuentes del propio periódico, que hoy publica esta información en sus páginas- un total de 12.000 firmas más, recogidas ayer a través de las redes sociales y en el brevísimo plazo de doce horas, lo que representa un total de mil firmas por hora.

Todo parece indicar, teniendo en cuenta la inmediatez y cuantía del respaldo obtenido, que el acto a celebrar estar tarde en el ateneo madrileño, en el que se presentará oficialmente el manifiesto, va a contar con una masiva presencia de público afín a Público.

También cabe confiar en que la prontitud masiva de los apoyos recibidos sea un síntoma de que un periódico capaz de suscitarla no llegue a naufragar, porque, de ser así, todas esas firmas -con las de la cultura, el periodismo y la universidad en cabeza- serían papel mojado. Solo con firmas -por más que los prestigien- no se sustentan los periódicos.

+@Nuevo periódico el mes que viene: "Madrid 15M"

LOS "NIÑOS ROBADOS" DE ISRAEL

Carmen Rengel

Moshe no sabe si su padre es su padre ni si su madre es su madre. Ahora rumia todos los comentarios que ha escuchado desde pequeño. “¡Qué pelo más negro con una madre tan rubia! ¡Pero si parece un árabe!”, le decían mientras le revolvían con la mano el cabello rizado esas gentes cariñosas de San Francisco, amigos y vecinos de su familia Appelbaum. Nunca le dio importancia. No se sentía extraño entre las pecas pelirrojas de su padre Ernest y la blancura güera de su madre Dalia. Se crió feliz y a los 19 años se hizo cargo de la librería de viejo de la saga. Hijo único y querido. Con sus padres ya muertos, Moshe recibió una llamada desde la Asociación Judía Yemenita de EEUU. Querían hacerle unas preguntas. ¿Por qué? “Puede que usted sea un niño robado en Israel, dado en adopción en EEUU, y que su familia real lo esté buscando“.

Eso fue hace casi un año, y aún no ha logrado aclarar su historia. No hay prueba alguna que afirme ni que niegue esa hipótesis, pero la sospecha ya se ha apoderado de su vida. Atesora cada recuerdo de amor de sus padres y se niega a creer que fueron parte de esa trama que, en la década de los 50, acudió a Israel en busca de niños judíos, los que ellos no podían tener. “No, si me adoptaron debió ser por un cauce legal. Eran personas íntegras y nobles“, repite. Cansado, amenaza con abandonar la investigación y aferrarse a la historia conocida, pero sabe que, según el día, la duda puede en su ánimo.

Moshe Appelbaum posa en la librería heredada de sus padres en San Francisco. / Archivo familiar

Moshe Appelbaum posa en la librería heredada de sus padres en San Francisco. / Archivo familiar

La asociación se puso en contacto con él porque el nombre de su padre aparecía en una serie de facturas pertenecientes al doctor Bernard Bergman, de Nueva York, investigado por sus conexiones con la mafia, por abusos en hogares de ancianos gestionados por sus empresas y, también, por vender niños provenientes de Israel a familias estadounidenses que no podían tener descendencia. El precio medio era de 5.000 dólares, según la investigación finalizada en 1996 por el rabino Avigdor HaCohen y por el periodista Shalom Cohen, después de que el primero descubriera en 1974 el caso de un niño “posiblemente de origen yemení” adoptado por unos judíos neoyorquinos pagando a Bergman; ellos confirmaron que el procedimiento no era nuevo y lo empleaban aquellas familias ashkenazies -judíos blancos, sobre todo originarios de Europa central-, “con estabilidad financiera”, que querían un hijo. “Era un hecho bien conocido, quien quería un niño judío acudía a él, sólo había que pagar la cuota necesaria”, testificó HaCohen ante el Gobierno de Israel, un hecho documentado por un equipo de investigación de The New York Times.

El suyo es el caso más reciente de cuantos se investigan en Israel y fuera de sus fronteras, una historia negra y soterrada en el país, la del robo y desaparición de niños, en su mayoría de origen yemení, pero también iraquíes, iraníes, libios, tunecinos, belgas y españoles, según el máximo investigador de la materia, Yechiel A. Mann. Todo ocurrió entre 1949 y 1960, los años en los que comenzaron a llegar grandes grupos de judíos para residir en el Estado de Israel, recién creado en 1948. En el caso de los yemeníes o teimanim, más de 45.000 entraron gracias a la operación Alfombra Mágica, una travesía por el desierto que no todos superaron, un viaje en aviones británicos y estadounidenses con asientos de madera y, al fin, un alojamiento en campamentos con tiendas de campaña, primera morada en su “hogar nacional judío”. Era en estos campamentos donde habitualmente desaparecían los pequeños. Si estaban enfermos, pasaban al pabellón de infancia, alejados de sus padres y, a la mañana siguiente, se les notificaba su fallecimiento. En muchos casos no hubo explicaciones de por qué una diarrea se convirtió en mortal, ni partida de defunción, ni cuerpo. Nada. Ni una explicación. Como en España. “Muchos fueron llevados a centros de internamiento o a kibbutzim, donde se cambiaron sus datos y números de identificación, lo que imposibilitaba el rastreo. De ahí, salían fuera”, denuncia Anat Levy, de la asociación cultural Ahavat Israel.

Durante décadas, la comunidad yemení ha arrastrado ese dolor y esa duda, ni siquiera las investigaciones oficiales logran acallar. Hasta tres comisiones del Gobierno han revisado el caso sin contentarles. En 1967, sólo dijeron que los niños habían muerto realmente y que no hubo secuestros. En la segunda, en 1994, que “no había evidencia de actividad delictiva”, aunque nadie supo decir qué pasó con los bebés. La última comenzó en 1995 y tardó siete años en cerrar sus conclusiones: no existía un “complot gubernamental” para raptar niños y entregarlos a familias pudientes de Europa y EEUU pero no se podía determinar cuál fue el destino real de los pequeños. Aquella comisión investigó sólo 1.033 casos de desapariciones de los 4.500 que logró documentar el polémico rabino Uzi Meshulam a principios de los 90 y de los 10.000 que realmente se esfumaron, según varias asociaciones de yemeníes como Mizrahi Democratic Rainbow.

Niños judíos llegados de países árabes al campo de Kfar Chabad, en 1960. / Paul Schutler, Archivo Knesset

Niños judíos llegados de países árabes al campo de Kfar Chabad, en 1960. / Paul Schutler, Archivo Knesset

Sobre ese millar largo, se documentó la muerte efectiva de 972 menores y cinco más se hallaron con vida, residiendo con familias que no eran las suyas e incluso fuera de Israel. En los 56 casos restantes no fueron capaces de aclarar lo ocurrido, por lo que afirman como “posible” que fueran dados en adopción por decisiones “individuales” de trabajadores locales (médicos, enfermeros, trabajadores sociales…), nunca por policías o políticos. En mitad de esa última comisión, el juez retirado Yehuda Cohen, que estaba a cargo del equipo de expertos, aconsejó la apertura de fosas. En 1996 el Ministerio de Salud aprobó la exhumación en uno de sus antiguos hospitales, Kiriat Shaul, y el 17 de agosto de 1997 se abrió la tierra. La tumba, perteneciente a cuatro niños, estaban vacías, lo que avalaba supuestamente la tesis de los familiares que insistían en la tesis del robo y la adopción clandestina.

Fue el primero de varios casos idénticos en los que el georradar desveló que no había esqueletos donde supuestamente sí los había. Los portavoces de los centros médicos dieron varias excusas: las fosas estaban realmente más profundas y por eso no aparecían los huesos, o se había producido un movimiento de tierras, los huesos pequeños se podrían haber confundido entre los terrones del firme, los cuerpos podían haberse trasladado a otro lugar sin cumplimentar correctamente los procedimientos de información… Ami Hovav, uno de los investigadores de la comisión, insistía: “Fueron enterrados de seguido, por eso no se les enseñaron a los padres, era un paso para ahorrarles dolor”.

Aaron Cohen, padre de Ruti, una niña que debía estar en aquella primera fosa abierta (los demás eran Ruti Babu, Moshe Mishraki y Reuven Rafaelov), estaba presente cuando cavaron. “¡Mi hija está viva, viva, viva!”, gritó en la comisión cuando explicó aquel momento, según queda registrado en las grabaciones de las asociaciones de familiares (pues muchos de los documentos de las investigaciones parlamentarias no fueron catalogados y son muy complicados de encontrar). En sus manos, tierra de la que fue retirando, intentando buscar los huesos de su pequeña. Su familia llegó en 1951 desde Irak y, una mañana, vieron que la niña tenía tos y fiebre. La llevaron al Hospital Hadassah de Tel Aviv. 20 horas después la dieron por muerta. Nunca lograron verla. No tienen ni un papel que acredite su fallecimiento. “Algún criminal de Europa o de EEUU se la llevó”, lamentaba.

Yemeníes camino de Israel en uno de los aviones de la Operación Alfombra Mágica / Fundación Nacional Judía

Yemeníes camino de Israel en uno de los aviones de la Operación Alfombra Mágica / Fundación Nacional Judía

El revuelo causado por las fosas vacías llevó al Tribunal Supremo de Israel a obligar al Estado a facilitar 400.000 pruebas de ADN para intentar localizar a estos niños. De hecho, una semana más tarde de la búsqueda fallida en Kiriat Shaul, surgió la primera historia contrastada de robo, la de Tsila Levine, residente en California, que resultó ser hija de Margalit Omessi, yemení residente en Petah Tikva. La mujer fue secuestrada cuando tenía un mes en uno de los campamentos de tránsito. El test genético confirmó el vínculo madre-hija, como registró el diario Yediot Aharonot. Desde entonces, Israel cuenta con una fiable base de información génica de cada niño que nace, documentada y cotejada con muestras de los progenitores. En los casos de fosas abiertas en las que sí se hallaron huesos, se hicieron pruebas especiales en laboratorios del Reino Unido. Ninguna de ellas dio resultado, no se pudo confirmar la parentela con las familias israelíes que denunciaban desapariciones. La denuncia automática, nunca probada pero viva en el imaginario de los damnificados, es que los huesos de sus seres queridos habían sido cambiados por los de animales.

+@Periodismo Humano