sábado, 20 de octubre de 2018

ALBERTO CAIRO RECONSTRUYE VIDAS EN AFGANISTÁN


Lazarillo  

Lo último que nos contó el periodista Antonio Pampliega (Madrid, 1982) fue en primera persona de singular: su largo secuestro de diez meses en manos de una rama de Al Qaeda en Siria (En la oscuridad). Los derechos para hacer un film basado en ese libro han sido adquiridos recientemente por la productora Plano a Plano, por lo que habrá peli seguro. Pampliega es autor también  de Afganistán. La vida más allá de la batalla (2010) y de Siria. La primavera marchita (2015). 

Ahora la editorial Península nos ofrece otra historia en verdad apasionante, Las trincheras de la esperanza, que también tiene como escenario Afganistán, con arranque en 1990, cuando el régimen pro soviético de Najibulá parece dar sus últimos estertores tras más de una década de guerra contra los muyahidines. El país, sin saberlo, está abocado a un conflicto fratricida que acabará desembocando en uno de los regímenes más brutales de la historia moderna: el de los talibanes. 

En ese escenario caótico un joven italiano, de nombre Alberto Cairo, aterriza un día en el aeropuerto internacional de Kabul. Es fisioterapeuta de profesión y viene a trabajar para la Cruz Roja. Está previsto que se quede sólo un año. Eso, si aguanta la realidad que le espera: la mayoría de los que llegan abandonan en cuanto pueden un país en proceso de descomposición.

Han pasado 28 años desde entonces y aquel idealista italiano no se ha ido: continúa al frente de la misión de la Cruz Roja en Afganistán a pesas de haber sido muchas las incidencias. Muyahidines, talibanes, la invasión norteamericana de 2001, la llegada de la democracia, el desembarco de Estado Islámico... Casi tres décadas lleva abierto el centro de rehabilitación dirigido por Cairo. 

En ese centro, casi un 90% de los trabajadores fueron antes pacientes. Víctimas, en su mayoría, de las minas antipersonas. Seres humanos convertidos en pedazos de sí mismos, sin futuro y sin ilusión. Pero Cairo ha conseguido cambiar todo eso. «No hay trozos de hombre» es uno de sus lemas. Y lo demuestra cada día dando trabajo y dignidad a un ejército de víctimas que hoy enarbola sin dudarlo la bandera de la esperanza.

DdA, XV/3987

1 comentario:

Anónimo dijo...

Libro de verdad impactante que recomiendo a quienes no lo hayan leído.

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