lunes, 13 de agosto de 2018

LA MÁS GRAVE PRECARIEDAD: LA DEL TIEMPO


Félix Población
En seis breves capítulos y tan sólo poco más de un centenar de páginas, en ocasiones algo densas, la editorial Akal publicó meses atrás este interesante ensayo del sociólogo y escritor Jorge Moruno Danzi, cuya lectura recomiendo y retomo al objeto hilvanar esta reseña del modo más conciso posible, utilizando varios de los subrayados con los que he sembrado libro desde las primeras páginas a fin de resumir su contenido. 

El título, No tengo tiempo, es una frase que bien podría definir el que vivimos a impulsos de un ritmo cotidiano cada vez más acelerado, en el que la precariedad laboral viene ocupando más y más el tiempo privado y se establecen unas fronteras cada vez más borrosas entre ese tiempo y el que requiere la vida laboral, de modo que la vida personal y el trabajo se integran, no se concilian. por más que defienda esto último. Las relaciones sociales capitalistas colapsan las arterias sociales con ese colesterol llamado mercancía que hace más mercantil todo.
Vivimos en una sociedad dopada no sólo porque se dispare el consumo de psicofármacos, sino porque en la sociedad de la experiencia y las redes sociales prima la constante estimulación de la adrenalina y la dopamina. El fetichismo de la mercancía es la norma inconsciente que nos rige. “El capitalismo funciona como un permanente estado de sitio emocional, que fetichiza la imposibilidad de imaginar otro mundo de convivencia. Toda la estructura de la sociedad se relaciona conforme a la compra y uso del tiempo del otro”. El verdadero éxito del capitalismo consiste en imponer nada menos que como único horizonte posible aquello que no es natural: subordinar la vida a la producción. Nada menos. El ateísmo es un pecado venial -decía Marx-, comparado con el crimen que supone la pretensión de criticar el régimen de propiedad consagrado por el tiempo.

El porcentaje de españoles con bajos ingresos que declaran dificultades para cumplir con las tareas familiares -según se nos dice en ese mismo prólogo- ha pasado de un 31 por ciento en 2007 al 56 por ciento en 2016, mientras que en la UE ha subido del 31 al 46 por ciento. El autor sostiene que “somos sombras y cenizas tratando de captar un tiempo que no controlamos en este nuevo Medievo que nos empuja a chapotear en una charca de dengue ideológico”. 

DdA, XIV/3923

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