La justicia, la honradez, la
decencia, la verdad, la inteligencia, la racionalidad, la libertad, la
bondad, la educación de la sensibilidad, la amistad. Esa es la patria,
la única patria de la democracia.
Andrés Sorel
En el año 2007, con motivo del 90 aniversario de su nacimiento, un grupo de amigos de José Luis Sampedro realizamos, en homenaje a tan extraordinario creador, un libro con nuestras felicitaciones.
Once años más tarde, en los tiempos convulsos y desesperantes que vivimos, de la corrupción gubernamental a la de quienes intentan apoderarse de Cataluña para sus intereses personales, no me resisto a reproducir unas líneas de las que el gran pensador Emilio Lledó dirigió a José Luis Sampedro, en las que aclara qué se esconde tras los nacionalismos y quiénes son los que los apoyan, en este caso herederos de otra corrupción, la de Jordi Pujol y sus gobiernos, con el apoyo de los gobernantes españoles en la ficción de la “democracia”. Intereses bastardos que se basan en viejos mitos, como las banderas, los himnos, la falsa historia y la búsqueda de un pequeño “paraíso” en el que poder gobernar impunemente. De ahí su interés porque gobiernos, de Estados Unidos a los de la Comunidad económica europea, les apoyen.
Pero vamos a remitirnos a las excelsas palabras que Emilio Lledó escribió a José Luis Sampedro. Decían:
Leyendo tus libros descubrimos el
testimonio más coherente de esa protesta contra la ignorancia, la
hipocresía y el fanatismo, tres de los nombres más sangrantes de nuestro
tiempo. Una protesta en la que alienta la realidad de la utopía. Sueños
que más allá de lo onírico nos dejan ver los ideales que te mueven y
que se alimentan de los únicos, casi exclusivos conceptos que, por
encima de las falsas patrias, de los nacionalismos acartonados que
sirven solo para que ciertos poderes los manipulen, constituyen la
verdadera patria en la que creemos: la justicia, la honradez, la
decencia, la verdad, la inteligencia, la racionalidad, la libertad, la
bondad, la educación de la sensibilidad, la amistad. Esa es la patria,
la única patria de la democracia.
Y pues de Sampedro hablamos, recordemos unas palabras suyas que
sirven para estos tiempos de destrucción del lenguaje y el pensamiento,
de Trump y sus correos, a las de Puigdemont y sus frases -llevamos
decenas de años hablando del nacionalismo franquista y de la derecha que
nos gobierna-. Pero es necesario denunciar todas las falacias en esta
hora que llaman de la globalización y el mercado y no es sino la
destrucción de algo por lo que se luchó durante largos años: la
libertad, la igualdad, la fraternidad.Escribe Sampedro:
El lenguaje con frecuencia es una
trampa: se usa para engañar y persuadir con falsedades o encadenadas con
creencias … El caso es que la palabra, como los alimentos desconocidos o
nuevos, debe ser recibida con espíritu crítico pues puede ser un
bálsamo o un veneno.
Y el caso de Puigdemont y sus palabras lo escenifican: lejos del
diálogo, las razones, las búsquedas revolucionarias de una sociedad
nueva, justa, culta, ajena a la explotación, las oligarquías, las clases
medias y trabajadoras cada vez más depauperadas, él se envuelve en los
símbolos alienantes -esteladas, segadores, gritos y manifestaciones de
eslóganes únicos que aclaman a personajes esperpénticos convertidos en
nuevos caudillos- para así mantener su lucha personal por el poder. Los
nacionalismos son perniciosos y terminan siempre en guerras y
sometimientos de otros pueblos, del español al alemán o el
norteamericano, y cuando triunfan se convierten en panacea para los
privilegiados que los administran.Puigdemont es un personaje -como muchos de los que impulsaron los del siglo XX-, de ópera bufa, pero cuyo espectáculo noquea a decenas de miles de ciudadanos que prefiere, a pensar y debatir, dejarse arrastrar por su lenguaje mendaz, falso, compuesto más que por razones por esperpénticos melodramas como los que usan para otros fines pero por idénticos motivos, triunfar, ser aclamados, personajes triunfadores de las televisiones y programas populistas.
Y terminamos con palabras de Kafka que siempre nos ilustran:
Los hombres se esconden del tiempo tras las palabras y las ideas gastadas.
Por eso la verborrea es el baluarte más fuerte del mal. Es el conservante más duradero de todas las estupideces.
Por eso la verborrea es el baluarte más fuerte del mal. Es el conservante más duradero de todas las estupideces.
DdA, XIV/3804
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