Foto de Rafael Pérez Lorenzo
Jaime Poncela
Artículos de Saldo
De
los antiguos fuegos de la industria apenas quedan ya rescoldos en
nuestra economía, y lo que antes era el fabril y humeante Gijón apenas
es ahora una ciudad febril y anémica. El carbón asturiano dejará de
atizar los fuegos de hornos y calderas porque dicen en Bruselas que ese
fuego sale caro muy caro y que lo que hay que pagar con los presupuestos
comunitarios son los sueldos de los eurodiputados. Del útero de la
Camocha ya no salen vagonetas. La mina va bajo el mar, al parecer, pero
ahogada por quienes se empeñaron en degollar su pasado minero y obrero
sin que ninguna administración haya querido tomarse la molestia de
pensar para ella otro futuro distinto. El tiempo ha sofocado los fuegos
del ardor político de aquella región dinamitera y revolucionaria que
apenas alumbra lo que una cerilla de nada en el panorama nacional. El
ardor guerrero de ir a Madrid a exigir y reclamar trenes y carreteras
para Asturias, se ha extinguido entre las manos de unos incombustibles
profesionales del escaño que orinan cada día sobre las ascuas de lo que
fueron calores reformistas o revolucionarios. Nos han robado el fuego,
pero no han sido los dioses sino los mediocres. Nos han robado el fuego
estadistas de mesa camilla, chigre y rebotica, cuadrillas de “tenores,
payasos o jabalíes” (fin de la cita) cuyas ideas son pólvora en salvas.
De todo esos esos fuegos queda una noche de los fuegos, media hora de
fantasía pirotécnica para olvidar una apagada realidad. Menos es nada. Y
luego, tras los fuegos, iremos bajando la cuesta para ver de nuevo que,
como escribió el maestro, se acaba la fiesta.
DdA, XIV/3611
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