Juan Carlos Monedero
Jorge Javier: ¿Qué tal te sientes?
Monedero: Como una cabra en un submarino.
Jorge Javier: Ya es tarde para marcharte.
Monedero: Que el Señor me asista.
Me pregunta Jorge Javier Vázquez que cómo me encuentro en Sábado
deLuxe. Pues como la cabra de la legión en el Nautilus. Mientras
esperaba la entrevista, a mi alrededor todo parecía entre aséptico y
decadente, como de sala de dentista mientras actúa la anestesia. Un mundo al tiempo acartonado y luminoso giraba a mi alrededor y me entregaba la sensación de estar en el entierro equivocado. Me acordé del profesor Unrat en El ángel azul, la película con Marlene Dietrich, perdido en su terno gris y anticuado entre coristas alegres y bailarinas ligeras de ropa.
Ignorar Salvados de Luxe es comprensible y puede que incluso
saludable. Y también 50 sombras de Grey, las telenovelas o el enésimo
partido del siglo que hay cada semana. Hay un hilo entre el
Marca, el Hola, Salvados y las encuestas del CIS. En política, ignorar
la realidad te convierte en un predicador sin fieles. Tres
millones de personas, unas votantes de Podemos, otras no, ven el
programa que conduce JJ. Si antes los revolucionarios iban a la sierra,
ahora van a los platós de televisión. ¿O cómo haces para que te escuchen
los que no te escuchan? El asunto es encontrar el punto de equilibrio.
Nada fácil.
Jorge Javier Vázquez puso encima de la mesa todas las preguntas que
el sentido común de la periferia de la política se hace sobre Podemos.
Se resumen en una conclusión: antes me emocionabáis y ahora
menos (o, a algunos, nada). Es evidente que una parte de la culpa la
tiene Podemos. Pero ¿la tiene toda?
Dos asuntos me parecieron enormemente relevantes en un debate
infinitamente rico. Discutir de política citando a Boaventura de Sousa
Santos, a Laclau, a Ortega o a Bob Jessop me emociona, pero hacerlo
desde el más estricto sentido común es un reto donde no caben las
trampas ni los sobreentendidos. El primer asunto tuvo que ver con las
discusiones internas en Podemos. Ese votante que mira la política desde
lejos quiere políticos que se lleven bien y que no les trasladen ninguna
responsabilidad. Que se lleven bien… ¿Como los matrimonios? ¿Como los
vecinos de una comunidad?¿Como los trabajadores de un departamento?¿Como
los hermanos? ¿Como los seguidores de los equipos de fútbol?¿Cómo los
académicos? No sé por qué los políticos no tienen que parecerse a
los demás seres humanos. Creo que esa actitud convierte a la ciudadanía
en infantes y a la democracia en un sistema político tutelado.
¿No soportamos que los políticos discutan como hace todo el mundo? Le
dije a JJ que esa actitud me recordaba a los hijos que les dicen a sus
padres enfrascados en una bronca: ¡No os peleéis! ¡Os prohíbo que os peleéis! ¡Me hace daño que os peleéis! Así no se crece. Lo
importante no es que en Podemos haya debates y puntos de vista
diferentes: lo relevante, muy al contrario, es que habiéndolos
-consustancial en un partido que esté vivo y no sea una organización
para delinquir- seamos capaces de seguir trabajando juntos. Esa
es la enseñanza de Vistalegre que contrasta con esa delegación andaluza
vacía en el reciente congreso del PSOE o con el congreso a la búlgara
que volvió a elegir a Rivera en Ciudadanos de manera parecida a como ha
sido reelegido Florentino Pérez como Presidente del Real Madrid. La
bronca dentro de un partido político es, en la parte humana, muy
parecida a la bronca en la isla del programa. Aunque supongo que con
menos sexo, más orientado por la voluntad de que no haya un
único ganador -como en la isla- que se lo lleve todo -al contrario, el
objetivo es compartir las metas-, y con la obligación de mantener un
trabajo colectivo donde nadie sobra. Lo del sexo y la política daría
para otro debate. Ya se sabe que los españoles son una gran
nación y muy españoles y mucho españoles suyo cuanto peor beneficio
político que las peras son peras y las manazanas manzanas.
El segundo debate es más peliagudo y rezaría así: ya que la
ciudadanía está cansada de tanto trabajar, lo que quiere son políticos
que hagan bien su tarea, solventen los problemas colectivos y le quiten
pesares al personal, que ya bastante hace con ir a votar. Con
esos políticos superhéroes y heroínas, la gente podría, por ejemplo, ver
Salvados de Luxe y las vicisitudes shakesperianas de la hija de Kiko
Matamoros o una película armenia de tres horas en blanco y negro y
subtitulada reconstruida con arduo trabajo por la filmoteca, podría
también atender a los hijos y hablarles del abuelo o llevarles a pasear o
a un museo, leer un libro, darse un revolcón con su pareja o con el
vecino, irse a misa o de verbena. El problema es que esos
políticos no existen ni van a existir. Aún más, una de las reclamaciones
de Podemos es sacar a la política de las manos de los políticos
profesionales, esos que se fiscalizan a sí mismos, se cubren
las espaldas a sí mismos, se referencian consigo mismos y piensan, sobre
todo, en ellos mismos.
Delegar es genial. Te quita trabajo y responsabilidades. Lo hacen los
hijos con los padres. Les delegan todo. Pero por eso son niños. En una democracia madura, tenemos responsabilidades.
Eso no significa que tengamos que estudiarnos todos los asuntos, pero
sí nos reclama, al menos, dos cosas. La primera, enterarnos de las cosas
que nos estamos jugando. Hoy mucha gente sabe que aprobar el CETA, el
Tratado con Canadá, implica perder las denominaciones de origen, poner
en riesgo los taxis o entregar nuestra soberanía a empresas bien bonitas
que pagan sus impuestos, cuando lo hacen, en Delawere. Gracias a que hay más gente que sabe de los riesgos de estos asuntos, el “nuevo” PSOE ha cambiado de punto de vista.
Hace un año, explicar el CETA o el TTIP era un infierno. ¡Estoy
cansado, déjame en paz, bastante tengo con mi trabajo! El problema es
que si no te enteras, es bastante probable que pierdas tu trabajo o lo
veas precarizarse. Participar es trabajar de más. Y sí, es
cansado y cuesta. Como aprender un idioma, dominar un instrumento o leer
un ensayo. La recompensa viene después.
Lo segundo tiene que ver con la política en el siglo XXI. Pongo solamente un ejemplo. ¿Por
qué los bancos rescatados han devuelto el dinero en Inglaterra, en
Holanda o en Alemania y aquí nos hemos quedado con cara de idiotas
sabiendo que se han robado 60.000 millones? 60.000 millones da
para cubrir los recortes en sanidad y educación, duplicar las pensiones,
elevar las pensiones no contributivas, recuperar las infraestructuras,
salvar la vida a los enfermos de hepatitis C, evitar los desahucios o lo
que se nos ocurra. Sólo hace falta una cosa: ciudadanía
consciente que no trague. Es decir, gente que logre que los políticos,
todos, sientan el aliento del pueblo en su cogote.
Es por eso que ayer intenté explicarle a Jorge Javier Vázquez y a su numerosa audiencia que tenemos que reinventarnos la política con la gente. Que ya no vale delegar.
Que el cambio climático (esta ola de calor que no es una ola, que es
una señal de que nos estamos cargando el planeta) nos obliga a tomar
decisiones colectivas que van a afectar nuestras pautas de vida y de
consumo. Que el envejecimiento de la población hay que discutirlo porque
el PP ya ha vaciado la hucha de las pensiones y uno de cada dos jóvenes
está en paro. Que tenemos que ver qué hacemos con las guerras y las
migraciones, porque mientras sigamos cargándonos países seguirá
queriendo venir gente. Que la robotización va a terminar con muchos
empleos y que habrá que pensar cómo repartimos el trabajo y cómo va a
vivir la gente que no pueda emplearse. Y que ahí está la diferencia: si
lo hacemos con la gente o se lo delegamos a los expertos y los
profesionales. Esos que nos van a volver a decir mientras nos roban:
mire, esto es lo que hay. ¿O hay que volver a recordar a
Ignacio González, a Granados, a Bárcenas, a Díaz Ferrán, a Rato, a
Aznar, etc.? Son los que nos decían que había que trabajar más y ganar
menos mientras nos robaban.
Es verdad, como me dijo Jorge Javier, que a menudo parecemos malhumorados en Podemos.
Venía de la Ciudad de los Ángeles en Villaverde. Hay demasiada gente
golpeada por el paro, la precariedad, las esperas hospitalarias, los
desahucios, las familias separadas… Pero eso no nos da derecho a perder la sonrisa. Algo hará mal Podemos cuando pierde la alegría.
Ese malhumor es menos dañino que el latrocinio del PP y su interminable
lista de casos de corrupción, que los giros de veletas del PSOE -a los
que deseo, de corazón, que lleguen pronto a conclusiones y haya espacio
para acordar políticas de regeneración-, que la vacuidad y el cuñadismo
de los rehenes de google -es que Rivera lee poco- y del Ibex 35 que son
los de Ciudadanos, o que el oportunismo del PNV o del PdeCat. Los
problemas de Podemos son menos dañinos que los de los demás partidos.
Si el problema es que hemos agriado nuestro carácter, que hemos tenido
discusiones entre nosotros, que nos hemos enfriado ¿no vamos a ser
capaces de revertirlo? La universidad de verano de Podemos en Cádiz
puede ser un buen lugar para revisar todo esto.
Estoy convencido de que cuando seamos más, todo va a ser más
sencillo. Lo dice mi abuela, que ve Salvados aunque no sea capaz de
explicarme por qué lo hace: cuanto más das, más recibes. Cabras, por supuesto, aparte.
DdA, XIV/3570
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