Félix Población
Escribo
lo que sigue al hilo de un determinado programa de Intereconomía, un medio sobre
el que no tengo ninguna experiencia televidente, pues ganada se tiene la
ranciedad que ocupa por su sectarismo retrospectivo, del que de vez en vez nos
llega alguna noticia. Gracias a las redes sociales nos hemos enterado de
que uno de sus voceros, el que responde al nombre de Eduardo García Serrano, ha reincidido en la que parece ser su tónica habitual como agudo analista
político.
Es
bien sabido que este individuo, aparte de acallar a voz en grito a los
tertulianos que difieren de su criterio en un programa de radio de esa misma
empresa, ya fue condenado en su día, hace tres años, por ofrecer una de sus
clases magistrales de histerismo misógino y machista. Después de calificar a
una consejera de salud de la Generalitat de puerca y zorra por una normativa
sobre la educación sexual, los tribunales impusieron a este predicador del odio la correspondiente sanción.
A
imagen y semejanza de aquello, el aludido volvió a las andadas un tanto más
morigerado de terminología, pero no por ello menos embebido en la bilis de la
que se nutre para criticar en este caso a la portavoz parlamentaria de Unidos
Podemos. Dejando a un lado los añejos calificativos nazi-franquistas de zarina
roja (Irene Montero) y alfeñique bolchevique (Pablo Iglesias), este muñidor de
la inquina llamó a la primera “la chati de Iglesias”, sabedor sin duda de que esta
expresión iba a contribuir una vez más a darle orla de machote combativo entre sus adictos, refrendando entre los demás la sórdida catadura de semejante
estantigua ultramontana.
La
citada emisora de televisión, que defiende la familia tradicional
(hombre/mujer) y dice basar su línea editorial en las raíces cristianas de la
civilización, recibió de los gobiernos autonómicos de Esperanza Aguirre y del
recluso por corrupción Ignacio González la cantidad de 334.612 euros, correspondientes
a los impuestos de todos los madrileños, con los que se retribuye la facundia
prostibularia de este energúmeno.
Siempre
hubo en la historia de España esta clase de elementos, adscritos a los medios y a los sectores
más reaccionarios de la sociedad. Me parece escandalosamente alarmante que la
Asociación de la Prensa de Madrid, presidida por una mujer, haya guardado ante
esa soflama de marichulo pendenciero un inadmisible silencio, cuando Victoria
Prego tan urgida se vio en su día para declarar que
Podemos está en contra de la libertad de información. ¿Es la de García
Serrano la libertad de expresión que defiende esa señora?
Mientras redacto este artículo me entero de que
ocho ministerios del Gobierno vigente, ocho, van a pleitear en la Audiencia
Nacional contra el Consejo de Transparencia, un organismo adscrito al propio
Gobierno. Su presencia en los tribunales se debe a su afán por ocultar cómo
reparten la publicidad institucional: ese dinero público que algunos políticos
administran como si les perteneciera y que en 2015 se cifró en casi
cuarenta millones euros. Su ocultamiento obedece al reparto generoso que se
hace del mismo con aquellos medios más afines a la línea gubernamental.
Para colmar la indignación que causan noticias
como esta, ante el silencio o la indiferencia de determinadas asociaciones
profesionales, valga como colofón la que leímos últimamente: la página web
elpulso.es ingresó del Canal de Isabel II y de Publimetro un cuarto millón de
euros por publicidad institucional durante los gobiernos autonómicos de
Esperanza Aguirre y el recluso por corrupción Ignacio González. Se da la circunstancia de que elpulso.es no tiene pulso, esto es, no existe, como está dejando de latir el pulso democrático de este país ante la impunidad de una corrupción galopante, de la que se nutren un periodismo tan bajo de pulso como de dignidad.
DdA, XIV/3559
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