miércoles, 14 de junio de 2017

CONSTRUIR UN NUEVO PAÍS


Jaime Richart

 En España, hace muchos años, en 1978, a pesar de los pre­suntos esfuerzos de los más sabios legisladores, el Estado democrático ha sido demasiado imperfecto desde el prin­ci­pio para no hacerse sospechoso de haber sido construido por los mismos que serían luego los más beneficiados en per­juicio de los más débiles social y económicamente. Y, mal empezado, han ido descubriéndose progresivamente sus defectos sin poder nunca corregirse los vicios de su cons­titución. No se ha intentado en ninguna fase, ni la de la transición ni después reforma alguna que remediase en alguna medida dichos vicios. Pero aun cuando se hubiese intentado y se hubiese reformado sin cesar, de ningún modo se hubiesen tapado las enormes grietas que presen­ta el edificio.

 Por todo ello, los buenos propósitos tanto de la socialde­mo­cracia como de la otra formación política sin clasificar que respalda, a la espera de su caída para ponerse en su lu­gar, a la facción indeseable que gobierna, no tienen reco­rrido. Y por eso, la única manera de salir del presente ato­lladero, aun sin recurrir necesariamente al escarmiento de tantos cientos o miles de bellacos que lo merecen, es cons­truyendo un estado, una constitución y un ordenamiento jurídico a la medida de las exigencias de la inteligencia y sen­sibilidad de esa España que nunca ha llegado a gober­nar (salvo un periodo muy corto). Que no ha llegado a gober­nar, por la belicosidad y por las malas artes de la domi­nación mantenida por la otra España, en el fondo ridí­cula pero dramáticamente minori­taria. Es decir, lo único que cuadra ahora es separar del edificio los vie­jos mate­ria­les y, como hizo Licurgo en Es­parta, construir en su lugar un edificio nuevo

DdA, XIV/3561

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