...salvo que se quiera hacer de la
política un simulacro turnista que es a lo que el bipartidismo ha
acostumbrado en estos 40 años:
Raúl Solís
Paralelo 36
Unidos Podemos ha anunciado que presentará una moción de censura
contra Mariano Rajoy tras los últimos y vergonzantes casos de corrupción
y las detenciones de exprimeras espadas del PP. La corrupción, lejos de
ser o parecer un hecho aislado, está instalada en el ADN del Estado.
Neoliberalismo –fase embrutecida del capitalismo que vivimos- y
corrupción son sinónimos. El círculo es bien sencillo de explicar: un
político privatiza una empresa o un servicio público y un empresario
amiguete accede a la compra o gestión a cambio de pagarle al político o a
su partido comisiones por el favor. Hay dos corruptos: el político y el
empresario.
Así es como se resumen la infinidad de casos de corrupción en España
que han tenido lugar en los últimos años y que ha llevado a que los
españoles digan que una de sus primeras preocupaciones es el saqueo al
que está siendo sometido este país. Según datos del Consejo General del
Poder Judicial, la corrupción cuesta a los españoles 90.000 millones de
euros cada año. Casualmente, a ningún partido político del status quo se
le ha ocurrido impedirle a empresas condenadas por corrupción seguir
accediendo a los contratos públicos.
Un informe del Consejo General del Poder Judicial, publicado en
diciembre de 2016, señala que, desde que se reinstauró la democracia en
España, más de 175 tramas, 126 originadas por PP y PSOE, y más de 1700
causas se han abierto por delitos de corrupción. En la corrupción no hay
sólo el hecho antiético de robar lo que es de todos, sino que, y sobre
todo, lleva aparejado el proceso de desposesión de las clases medias y
populares.
Es a través de la corrupción como se han llevado a cabo procesos de
privatización por el que los trabajadores que prestan el servicio han
pasado a cobrar hasta un 35% menos. Jardineros que cobraban 1.200 euros
cuando eran empleados públicos que ahora cobran 750 euros, tras pasar a
ser gestionados por una de las empresas privadas que conforman ‘La
Trama’ que está saqueando este país en connivencia con los partidos
tradicionales.
No hay jueces para tanto chorizo. No porque no se pueda luchar contra
la corrupción, sino porque es inútil querer luchar contra la corrupción
manteniendo las estructuras que parasitan el Estado. Las empresas que
se lucran con la obra pública en España son las mismas que ya se
lucraban con Franco, lo que evidencia que la democracia de este país se
reinstauró no sobre el último periodo democrático, sino sobre la
dictadura, con sus leyes fundamentales, sus tiempos, su poder económico,
sus representantes políticos, el rey criado por Franco y el mismo
Adolfo Suárez. Todo cambió para que nada cambiara. Quizás no se pudo
hacer de otro modo, pero ahora ya hay una nueva generación
post-franqusita, sin miedo, que desea y tiene todo el derecho del mundo a
querer cambiarlo todo. A esto es a lo que se opone Susana Díaz, el
producto perfecto del franquismo sociológico.
El anuncio de moción de censura de Unidos Podemos separa las aguas: o
se está con la corrupción y los corruptos o se está en contra. Sitúa el
escenario en el terreno preferido por los de Pablo Iglesias y señala y
achicharra a los partidos que están ralentizado el cambio político, los
cuales forman parte de las tramas de corrupción que asolan a nuestro
país y que cuestan cada año 90.000 millones de euros.
Por si no fuera bastante, la moción de censura le pone un espejo al
PSOE que lo vulnerabiliza todavía mucho más. Justo en pleno proceso de
descomposición de las cloacas del Estado, con detenidos y encarcelados
un día sí y otro también, el partido que más se parecía a los españoles,
y que ha gobernado durante más años en la España democrática, está
entretenido en sus cosas, en un proceso interno entre las dos almas del
país en disputa: romper con las cloacas del Estado o perpetuar lo viejo,
aunque sea uniéndose al PP al que ya apoyó para que fuera presidente
del Gobierno Mariano Rajoy. Incluso a costa de romper el propio partido.
Es más importante mantener las bases heredadas por el franquismo que el
mismo PSOE. Se pudieron enfrentar a las élites eclesiales para aprobar
el matrimonio entre homosexuales, pero al poder económico no se le
rechista. Hay cosas que no se pueden tocar. Es el pacto del bipartidismo
que Podemos pone en cuestión comiéndose a más de la mitad del
electorado socialista.
Acusan a la formación de Unidos Podemos de ser muy mediática, de
convertirlo todo en un titular de prensa. Cómo si eso fuera negativo,
cómo si esa no fuera lo que pretende todo partido que quiera hacer
política, que quiera ganar y colocar su modelo de sociedad en primera
línea de salida. Quien lidera la iniciativa mediática, gana también la
iniciativa política. En los regímenes democráticos, la política se
vehicula a través de los argumentos y los medios de comunicación son el
canal por donde circulan los escenarios políticos en disputa. Quien
critica a un partido por ser muy mediático, en este caso Unidos Podemos,
en realidad lo está acusando de querer ganar y está admitiendo que es
incapaz de liderar la agenda mediática. Sin visión mediática, es
imposible que se dé la política; salvo que se quiera hacer de la
política un simulacro turnista que es a lo que el bipartidismo ha
acostumbrado en estos 40 años: ahora tú, ahora yo, tú apruebas el
matrimonio homosexual y yo saco a los obispos a la calle, pero aquí no
cambia lo fundamental, las bases económicas no se tocan.
La política no es debatir una propuesta no legislativa, una moción,
una ley o pulsar en el Congreso el botón oportuno. Eso es
parlamentarismo, la política es otra cosa. Para que se apruebe una ley
hay que haber antes convencido a la sociedad, porque la política es eso:
convencer, convencer y convencer. Llegar a acuerdos con la sociedad
situando tu modelo de país en el centro del debate. Sin proyecto
político no hay estrategia comunicativa, pero sin estrategia
comunicativa no hay nada. La moción de censura de Unidos Podemos, lejos
de ser un circo, es de una inteligencia política desmedida. Separa las
aguas, saca a Unidos Podemos del eje izquierda-derecha y sitúa a los
partidos en una disyuntiva clarísima: o con la corrupción o contra ella.
Es la vuelta a la transversalidad de Podemos pero no desde la casta,
una división generacional en la que mucha gente muy justa no se sentía
cómoda, sino desde ‘La Trama’, la base sobre la que se sustenta este
sistema democrático de baja intensidad que nos cuesta 90.000 millones al
año en corrupción fruto de las más de 1.700 causas judiciales abiertas.
Se puede estar a favor o en contra de la moción de censura anunciada
por Pablo Iglesias, pero es innegable que el movimiento de fichas es
magistral.
Como ya hizo Felipe González en 1982, seguramente Unidos Podemos
pierda la moción de censura. Pero da igual. Lo importante es poder
mostrar a los españoles que existe un modelo de sociedad diferente, que
Unidos Podemos ha venido a gobernar y no a conformarse con un 10 o un
15% de votos, que hay una nueva mayoría que quiere cambiar las bases
franquistas sobre las que está construida nuestra democracia y que hace
de la corrupción su herramienta para desposeer a la gente sencilla de
sus derechos, sus salarios y su felicidad. Felipe González perdió
aquella moción de censura, pero un año más tarde ganó por una mayoría
absoluta no reeditada por ningún partido político. Escenificó
mediáticamente que tenía un proyecto alternativo, habló como un
presidente del Gobierno sin serlo y separó la aguas. Ganó la política.
DdA, XIV/3524
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