lunes, 29 de mayo de 2017

LA RETIRADA DEL MEDALLÓN DE FRANCO DEBERÍA SER UN ACTO INSTITUCIONAL



Ignacio Francia

Ha sido en la ciudad de Lyon donde he recibido la fotografía del juez Baltasar Garzón durante su intervención en la Plaza  Mayor con motivo del acto en torno a la retirada del infausto medallón de Franco, acto que algunos ciudadanos solicitamos que tuviera consideración institucional, puesto que institucional fue su colocación por acuerdo de aquellos munícipes plegados a la voluntad militar del régimen golpista y deseosos de halagar al Franco instalado en el palacio  episcopal, y aunque se saltaran sin remilgos el programa iconográfico del recinto barroco…, por más que ese programa también haya sido burlado después porque ha habido dictaduras municipales que han hecho de las suyas para no respetar la historia.
En fin, que el acto no pudo ser institucional por esa incapacidad del PP de tomar conciencia de lo que ocurrió, ha ocurrido y sigue ocurriendo en nuestro país en relación con la historia y la memoria. Y eso, desde otros países europeos se advierte aún más claramente. En concreto, en la Francia en que me encuentro salta a la vista la gran diferencia entre la derecha de aquí y la que nos envuelve a nosotros, tanto en los aspectos sociales y culturales como históricos. Con esas posiciones siguen sin desligarse del franquismo dictatorial que mantiene su presencia y nostalgia frente al barrido oficial y real que se le pegó al nazismo y al fascismo. Esas posiciones son las que han impedido el acto institucional que debió replicar al acto institucional de 1937.
La derecha española sigue sin desligarse del franquismo dictatorial que mantiene su presencia y nostalgia frente al barrido oficial y real que se le pegó al nazismo y al fascismo.
Insisto en que ha sido en Lyón donde he recibido la fotografía del acto enviada por mi hija mientras precisamente me encontraba sentado en una terraza de la place E. Fousseret, un héroe de la Resistencia que fue asesinado por los nazis en 1945. Una ciudad ésta de Lyón (sólo superada por mi admirada Toulouse, que dejé hace cinco días) donde no se tiene complejo oficial y ciudadano en mostrar con naturalidad respuesta clara y contundente ante la barbarie nazi y colaboracionista, al tiempo que se recuerda la lucha de la Resistencia. Aquí se pueden visitar el Centre d´Histoire de la Résistence et de la Déportation, memoriales y muros, y al lado de donde resido se recuerda a los 120 resistentes que fueron asesinados el 20 de agosto de 1944. ¿Situaciones así son imaginables en nuestro país, en nuestra ciudad? Ni siquiera se toma como normal –debió serlo hace ya demasiados años–, ni muchos soportan, mandar a un museo el medallón del dictador.
Cuando esta mañana he preguntado en la Oficina de Turismo sobre algún posible procedimiento para tratar de localizar a mi amiga Marie-France  Martínez, lionesa que antaño estuvo en los cursos de verano de nuestra Universidad, el empleado que me atendió en buen español me indicó que también sus abuelos eran españoles y su abuela Martínez, porque “aquí ese apellido es bastante normal”.  Lyon acogió también a gran número de exiliados españoles que tuvieron que salir de su país ante la llegada del ejército de Franco y la terrible posguerra que siguió a “la victoria”.  Pero a estas alturas del camino lo que parece realmente indecoroso y cruel es que millones de españoles  aún se nieguen a reconocer que el franquismo y su régimen dictatorial requieren el mismo rechazo que tuvieron hace tiempo en toda Europa civilizada el nazismo y el fascismo. En España, además con el agravante –que no tuvieron Francia, Alemania o Italia– de que a los destrozos militares hubo que sumar una posguerra inmisericorde de un régimen vengativo e inquisitorial con quienes no compartían su ideología dictatorial. Cuanto ocurre con el medallón de Franco en la Plaza Mayor salmantina es una muestra evidente de esa sinrazón.

DdA, XIV/3549

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