Pere Rusiñol
Alternativas
La historia de dignidad y constancia de Víctor Pey,
catalán de 101 años afincado en Chile, es tan impresionante que en un
país normal provocaría que los periodistas se pelearan por
entrevistarle, los medios de comunicación lucharían para llegar los
primeros a la última noticia del caso, las asociaciones de prensa harían
comunicados grandilocuentes, los reyes tratarían de fotografiarse con
él y el Gobierno colocaría entre las prioridades del próximo Consejo de
Ministros un plan de acción para apoyarle.
Pero los
medios de comunicación y las asociaciones de prensa ignoran por completo
su historia, los reyes miran para otro lado y el Gobierno incluso
maniobra en su contra.
Pey cayó en el lado de los perdedores: republicano español y editor del Clarín
equivocado, el diario chileno que Augusto Pinochet confiscó el mismo
día que dio el golpe de Estado contra Salvador Allende y no el periódico
argentino que tanto gusta a los poderosos. El caso de Víctor Pey es una
de las mejores metáforas de que las transiciones de España y Chile de
regímenes autoritarios a democracias no fue todo lo modélica que sus
apologetas quieren hacer ver.
Pey fue un alto cargo
de la Generalitat republicana que desempeñó puestos clave en la
organización de la industria durante la guerra. Tras la derrota, recaló
en Chile huyendo del fascismo y acabó convirtiéndose en el editor de El Clarín,
el diario popular de mayor tirada del país, que apoyaba al presidente
Salvador Allende. Treinta y siete años después del golpe de Franco, Pey
se topó con el terrible déja vu del golpe de Pinochet: el mismo día en que arrasó la Moneda, las tropas del general se incautaron El Clarín, imprentas incluidas.
Nunca más ha habido un diario de izquierdas con peso en Chile. Y el
empresario catalán confiscado a punta de bayoneta ni siquiera ha sido
jamás indemnizado. Y eso que con la formidable y tenaz ayuda del
abogado Joan Garcés –exasesor de Allende e impulsor de la Fundación
Española Salvador Allende– ha ganado todos los litigios planteados
durante décadas en las instancias internacionales de arbitraje.
Las reglas del capitalismo prevén que ante un litigio empresarial hay que acudir al Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI),
dependiente del Banco Mundial, y a esta organización de arbitraje se
dirigió Pey. Y a pesar de que España se puso increíblemente del lado del
Estado chileno en lugar de defender al compatriota expropiado –¿tendría
miedo de que se le puedan abrir causas parecidas en España por las
confisaciones del franquismo?–, el CIADI le ha dado siempre la razón al
irreductible ciudadano español, que pese a ser ya centenario sigue al
pie del cañón con su causa. Desde 2012, la decisión del CIADI, que
establece una indemnización millonaria, no sólo es nítida, sino también
firme y de obligado cumplimiento. Pero Chile y España hacen oídos
sordos. ¿Hay alguien ahí?
La situación es tan
escandalosa que hasta el Colegio de Periodistas de Chile –un gremio muy
poco revolucionario, que tiene como medio de referencia el Mercurio, que jaleó el golpe de Pinochet– acaba de emitir una nota
exigiendo al Estado que cumpla la sentencia de una vez e indemnice al
empresario catalán. Pey luchó contra Franco y contra Pinochet y, camino
ya de los 102 años, no va a agachar la cabeza: la semana pasada denunció
que unos desconocidos entraron a su domicilio sin que finalmente le
robaran nada: "No me van a amedrentar", declaró.
¿Tendrá alguna opinión la Asociación de la Prensa de Madrid? Los grandes
medios españoles, siempre tan interesados en los supuestos abusos
cometidos en América Latina contra empresarios españoles o por los
atropellos de los derechos humanos, ¿no tienen espacio ni para un breve?
¿Al Gobierno español ha dejado de interesarle la seguridad jurídica de
los empresarios españoles en el extranjero?
¿Y si ni España ni Chile son todavía países normales?
DdA, XIV/3505
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